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Valentino Lanús platica con nosotros después de convertirse en papá

Por: Redacción CENTRAL 18 junio 2017 • 3 minutos de lectura

Después de 8 años alejado de la actuación, vivir en la selva y ser padre, está de vuelta en el remake de Nada personal y nos cuenta cómo cambió después de una sana intropspección

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Foto: Moisés Echartea
Valentino Lanús

Por: Brisa Granados

¿Dónde te has metido Valentino?
En la Riviera Maya, lejos de la civilización. Fue un tiempo de introspección, único y afortunado. No tiene que ver con la espiritualidad, sino conmigo. Me siento como Cocodrilo Dundee. (Risas)

¿Viviste en la selva?
Sí, y fue de las mejores cosas que me han pasado. Me adentré en un mundo increíble de conocimientos. Hay muchas comunidades que sufren la invasión de la civilización y del turismo, del menosprecio. Amo a los indígenas, tengo una conexión con ellos muy pura.

¿Dónde guardas toda esa información?
Escribí libros, más de 50, no para publicar. Hablan de convivencia en las comunidades, sus ceremonias, encuentros, reuniones, sus risas. No es necesario meterse a la selva o raparte e ir al Tíbet. El conocimiento llega solo si tenemos la mente abierta.

¿Cómo sobrevivías?
Iba creando mis recursos. Cada día vas necesitando menos. Antes era un comprador compulsivo, pero me di cuenta de que excederte te lleva a un desbalance, te distrae. Cuando tienes mucho quieres seguir comprando, poseer, atraer a más gente, y no te das tiempo para ti. La abundancia mal enfocada te distrae; y cuando te mueras vas a decir “ay, no era así” y te tienes que volver a formar en una fila muy larga.


ESPOSO Y PADRE

¿Cómo conociste a María, tu esposa?
La conocí en la Riviera Maya; tenía algunos negocios con su papá y acabamos juntitos. Me enseñó a vivir en la selva, yo vivía confortablemente dentro de ella, pero María era Jane de la selva, vivía a nivel de piso, con su techito, pero a nivel de piso. Me instruyó a ser humilde para ser acogido por la selva.

¿Cómo supieron que se convertirían en papás?
No es broma: antes de venir esta niña se me apareció en una meditación. Sólo quien lo ha hecho entiende que puede pasar. Me dijo “quiero ir”. Creo que fue la única forma porque no tenía contemplado ser papá, pero cuando se comunicó conmigo antes de gestarse dije: “¡Va, claro que sí!”. Lo decidí con María e instantáneamente sucedió.

¿Cómo es María Magdalena, tu hija?
Una niña muy virtuosa, un ser avanzado. Cuando escribí todos los libros primero quería compartirlos con la humanidad para cambiar el universo, después le bajé dos rayitas y dije tal vez es mi diario personal de cómo fue mi búsqueda a mi iluminación, y después me encontré con una la respuesta: “Estos libros son para una niña que va a venir”, sucedió dos años antes que supiera que existiría Magdalena. Si vamos a traer a seres a este planetita, hay que mantenernos despiertos. Los niños están conectados con todo: somos nosotros los adultos quienes los desconectamos, con nuestros problemas y miedos.

¿Cómo decidiste regresar a la actuación y a la CDMX?
Fue casi una instrucción. En la evolución del espíritu la vida te pone una prueba para ver si entendiste o eres puro bla, bla, bla. Aunque ha sido duro, pesado, sé que tengo una misión: regresar con el público, platicarles algunos secretos para ser más plenos y felices. Otra misión es darle a mi hija una experiencia diferente, y como actor tenía pendiente crear un personaje desde el nivel donde estoy entendiendo las cosas.

¿Cómo describes al Valentino de hace ocho años y cómo al actual?
Ojalá fuera fácil.

¿Cómo le explicas al mundo una transformación tan profunda?
Pasaron milagros en mi vida. Es complejo, a veces me genera un poco de sufrimiento, hay mucha expectativa de lo que conocían de mí, y ahora hay tan poco de eso. Voy administrando la manera de compartirlo para no asustar. Ése Valentino tiene muy poquito que ver con el que va llegando, pero sigue siendo el mismo.

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