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El aquí y ahora de Beto Cuevas

Por: Brisa Granados 13 febrero 2020 • 4 minutos de lectura

Con 52 años de edad, esta es, sin duda, una de las mejores épocas del chileno: está promocionando su sencillo rosas en el lodo, sigue adelante con el éxito de Jesucristo súper estrella y es el mentor consentido de la Academia. Hablamos con él de sus proyectos, vida y obra.

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Beto es un hombre que no pasa desapercibido: por su altura, personalidad, look rockero, tranquilidad al hablar, el dramatismo con el que se apodera de los escenarios y la generosidad con la que comparte sus experiencias. Es por eso que, después de 30 años, se mantiene vigente en la música: innovando, experimentando y atrayendo público nuevo. Aquí todo lo que deseas conocer sobre este gran artista.

Luis Alberto Cuevas Olmedo nació el 12 de septiembre de hace 52 años en Santiago de Chile, Chile. La dictadura en su país por parte de Augusto Pinochet (1973-1990) obligó a la familia Cuevas a mudarse, primero a Venezuela y luego a Montreal, Canadá: “Fue difícil en cuanto a la economía familiar, pero siempre nos dieron lo que necesitábamos, como valores. Estudié la primaria en Caracas, viví siete años allá; después, nos mudamos a Montreal, donde hice un año de adaptación, para aprender el idioma, y cursé la secundaria y preparatoria”, explica Beto.

De niño, pasaba las tardes dibujando y definiendo su camino hacia las artes. Era demasiado introvertido. “Mi hermana mayor me defendía de los abusivos. En secundaria, después de que mi papá me llevó a clases de karate, pude defenderme, y eso me valió el respeto de los que trataban de oprimirme, quienes luego se hicieron mis amigos”, recuerda.

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DE VUELTA A SUS RAÍCES

En 1988, Beto y su familia regresaron a Chile, y él decidió tomarse un año sabático para conocer más sobre su país: “No sabía nada de mis raíces, había crecido con el fantasma de la dictadura”. Sus influencias de siempre fueron The Smiths, Elvis Presley y Duran Duran, pero en su país natal conoció la música latina, como a Los Prisioneros y a Soda Stereo.

Casualmente, ha sido nombrado el “Elvis latino”: “Yo creo que por el pelo negro y porque siempre me gustó, debo admitirlo. Todos los rockeros y cantantes que se suben a un escenario tienen algo de Elvis, quien le podía gustar a mujeres y hombres. The Beatles también lo usaron de modelo”, expresa. En 1989, se armó de valor para cantar en una fiesta con fogata en la playa. Fue escuchado por un compañero de universidad de Andrés Bobe, fundador y tecladista de La Ley. “Pocos días después, me mandaron un demo y me pidieron que estudiara las canciones, e hice una audición para convertirme en vocalista de La Ley. En mi memoria, fue una audición horrible. No me dijeron que me había quedado, pero sí, ya era parte de ellos”, relata.

La química entre Cuevas y Bobe fue muy fuerte desde el primer instante. “Yo llegaba antes a los ensayos, y entonces él me compartía sus ideas y yo las mías. En aquel momento, le mentí: le dije que había compuesto varias canciones cuando vivía en Canadá, pero eso no había pasado. Y no lo hice porque mi esencia sea mentir; quería aportar mi grano de arena creativo. Siempre supe que yo no solo era un intérprete, sino un artista, y no había forma de achicarme”, confiesa el chileno.

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Aunque Beto fue el último en integrarse a La Ley, Andrés registró el grupo a nombre de ambos. “Fuimos una dupla creativa infalible. Nunca habían tenido la cantidad de éxitos que logramos juntos. Cuando falleció Bobe (en 1984, en un accidente de moto), le compré a su familia su parte de La Ley, tomé mi guitarra y aprendí a componer solo, pues no quería depender de otra persona para hacerlo; eso fue muy significativo en mi carrera”, admite.

En 2005, decidió terminar con el grupo y ser solista: “Ya no había paz ni buena onda. Mauricio Claveria y Pedro Frugone querían adueñarse del concepto. Yo fui democrático, compartí el liderazgo, y fue un error. Creyeron que yo los necesitaba y trataron de aprovecharse. Ahora, no hay ninguna relación, pero llevo los buenos recuerdos en mi corazón. Llegó un nuevo episodio a mi vida personal y en términos creativos, y aquí sigo”.

SUS COORDENADAS

En la actualidad, radica en Los Ángeles, California, en donde disfruta pasar prácticamente desapercibido. Se describe como “una persona muy segura, no soy blando. Me agrada ser amable, porque quiero que la gente sea así conmigo. A veces, me dicen que debo actuar distante y arrogante, pero a mí me gusta demostrar lo contrario y romper con ese esquema”, y continúa:

“Estoy aprendiendo y soy consciente de que en algún momento de mi vida seré completamente olvidado; no creo trascender ni que habrá estatuas erigidas con mi nombre. Incluso, el planeta tierra va a desaparecer y el sol se va a apagar. Las cuestiones de ego no van conmigo; prefiero vivir en el presente y de manera real, no en una nube de pedos. Sé que vendrán nuevas generaciones que harán las cosas mejor que yo, y eso me hace estar en paz”.

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El artista es católico y cree que hay una energía divina de donde se emana la esencia pura que es el amor. “Creo en que Dios y Jesucristo se han manifestado en otras religiones. Soy respetuoso de todas las filosofías religiosas; incluso, comparto ideologías budistas. Hay que ser buena persona y cumplir con conceptos básicos: no hagas lo que no quieras que te hagan, encuentra el placer de dar”.

“Vivamos en el presente, pues un día no volveremos a despertar; por eso, cuando abro los ojos, digo tres veces ‘hoy es un día maravilloso’. El respeto a cada ser vivo es fundamental. Siempre seré respetuoso y cariñoso con las personas que me rodean; creo que se vive mejor así”, reflexiona.

Para leer la entrevista completa busca nuestra edición de febrerto.

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