Por: Brisa Granados
En el corazón de Oaxaca, a unos metros del centro de la ciudad, se halla la casa de Lila, en la que lo mismo encontramos ollas de barro, sillas de mimbre y una cocina de leña, que un elevador de rejas metálicas. El primero en recibirnos fue Paul Cohen, el esposo de la cantante desde hace dos décadas, un estadounidense sencillo y muy cálido. Él se encarga de los arreglos musicales de la cantante, la acompaña en el escenario con el saxofón y hasta hace poco era su mánager. Minutos después apareció Lila, imponente: con mirada penetrante, pelo negro azabache perfectamente bien trenzado y piel de un dorado perfecto. Bastaron unos minutos para que comenzara a reír con fuertes carcajadas: francas y contagiosas… Rápido rompimos el hielo y entendimos el porqué su carisma ha cautivado tierras tan lejanas como Filipinas, Egipto y Afganistán.
La ganadora de un Grammy y cuatro Grammys latinos pasa algunas temporadas en Oaxaca, otras en la Ciudad de México y mucho tiempo de gira. Un día amanece en Miami para recibir un reconocimiento, vuela esa misma noche para cobijar a su hijo Benito (de seis años de edad) en Oaxaca, y un par de días después emprende una gira por Europa.Si quieres leer todo lo que Lila Downs, portada de la edición de septiembre de Revista Central, nos contó, lo puedes hacer en nuestra publicación del mes. También tenemos app para iPad.