Por: Nury Novelo
En el nivel más alto de uno de los edificios más antiguos del centro de la Ciudad de México, con una vista privilegiada y ubicado justo frente al Templo Mayor (en la calle de Argentina número 15, para ser más exactos), se sitúa la oficina de los hermanos Pérez-Porrúa.
“Nuestra historia comienza en 1900 con la llegada de nuestros bisabuelos José, Indalecio y Francisco Porrúa, quienes provenían de Asturia. Al poco tiempo, Indalecio instaló un bazar en la calle de San Pedro y San Pablo, lugar al que invitó a sus hermanos a trabajar en la compra-venta de libros de ocasión”, narró José Miguel.

Catálogos, boletines y bibliografías aparecieron más tarde, teniendo como principal característica su valor histórico y tipográfico, mismos que lograron convertirse poco a poco en una guía útil para coleccionistas e investigadores de nuestro país.
El negocio de compra-venta de libros importados creció tanto, que se volvió una necesidad comenzar a editar e imprimir títulos en México. Y así, con estos antecedentes, compromiso y dedicación familiar en 1944 se fundó Editorial Porrúa.

¿Quién no ha tenido en sus manos una obra de esta tan famosa editorial? Todos, o por lo menos la mayoría, hemos leído alguno, sobre todo en nuestra época de estudiantes. ¿A quién no le suena un título de la colección Sepan cuántos?
Al abrirse las puertas del elevador, comenzamos el recorrido por el despacho principal, mismo que ha pasado por generaciones y en el que se han leído los originales y más antiguos títulos como Las cien poesías líricas mexicanas. “Hoy, quien ocupa esta silla es mi padre, un hombre recto y comprometido con la cultura en México. Ésta no es nuestra segunda casa, sino la primera: aquí compartimos la mayor parte del tiempo”, comentó Rodrigo.

La amplitud del espacio nos remite inmediatamente a la época del Porfiriato. Un escritorio inmenso, pinturas con retratos de la ascendencia Porrúa, máquinas de escribir, un candelabro antiguo de cristal… Pero lo más impresionante de todo son sin duda las paredes que rodean el despacho: repletas de libros de piso a techo, colecciones y recuerdos. protegidos por un cristal. Además, atesora todos y cada uno de los libros de la colección Escritores Mexicanos desde la época Colonial hasta nuestros días.
“Aquí comemos, desayunamos y cenamos. La convivencia y la pasión por este negocio nos mantiene unidos. Generalmente mi papá es el primero en llegar y el último en irse”. Entre libros y manuscritos, José Miguel nos cuenta sobre sus actividades diarias. “Revisar textos y recibir creadores se ha convertido en nuestro día a día. Es tanta la cercanía con los autores que al final terminan convirtiéndose en buenos amigos”.

Más de un siglo después, este negocio sigue creciendo y consolidándose como una de las empresas nacionales con mayor tradición y significado cultural. La labor de José Miguel y Rodrigo no es tarea fácil; hoy ponen todo su empeño y dedicación en complementar el negocio del libro para lograr que la gente y sobre todo las nuevas generaciones se enamoren del texto impreso y esta tradición continúe por muchos años más.
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