Por Luisa Martínez
Es fácil pensar que las cifras alarmantes de crímenes de odio contra la mujer tienen que ver con agentes superiores a nuestra vida cotidiana: en nuestra casa y nuestros círculos no hay violadores, ni golpeadores, ni feminicidas.
Sin embargo, la realidad es que todos y todas –sí: las mujeres también– nos hemos encargado de perpetuar el problema por medio de pequeñas acciones que alimentan la idea de que la mujer es un objeto que debe cuadrarse a roles y condiciones. Estos son algunos ejemplos de microviolencia normalizada que impacta en la cruda realidad de las mujeres en nuestro país:
-Asumir que, si una mujer tiene éxito profesional, es porque se relacionó sexualmente con alguien.
-Creer que una madre no puede ser profesional, y viceversa.
-Ver mal que una mujer sea la proveedora económica en un hogar, o que el hombre sea el encargado de la crianza y las labores domésticas.-Hacer comentarios sobre el físico de una mujer que no los ha pedido.
-Anteponer el placer sexual del hombre.
-Ver lógico que a una mujer la agredan “por cómo se viste, por salir sola o por llegar tarde a casa”.
-Justificar una violación si la víctima consumió alcohol o drogas.
-Consumir pornografía que evoca a violaciones o abusos.
-Mansplaining: sentir la necesidad de explicarle algo a una mujer sin que ella lo pida.
-Slut shaming: Juzgar a una mujer por ser sexualmente activa.
-Publicar conversaciones o imágenes sensibles que una mujer compartió inicialmente en privado.
-Atribuir a la mujer características relacionadas únicamente con la femineidad construida socialmente (delicadeza, sensibilidad, fragilidad física), y asumir que la que no cumple con éstas, es “menos mujer”.
-Pensar que una mujer debe “darse a respetar” (como si el respeto no fuera algo que todas las personas merecemos sólo por serlo).
-Promover la idea de control y sometimiento (como cuando vemos una relación entre quién paga la cuenta y quién tiene un compromiso de tipo sexual por ello).
Para reflexionar: ¿En cuántas de estas acciones has participado tú? ¿Fuiste víctima o como cómplice?
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