Por: Saskia Niño de Rivera*
La cárcel es, por naturaleza, un espacio donde predomina la violencia y la necesidad de supervivencia. Desafortunadamente las cárceles en nuestro país están lejos de ser espacios donde los programas de reinserción social tengan un impacto real en las personas que cumplieron su sentencia. Las oportunidades laborales y recreativas son una utopía y permitir que, en estas condiciones, niñas y niños llamen a estos espacios “hogar” es un acto total de irresponsabilidad e indiferencia por parte la sociedad civil y de las autoridades.
Las y los menores que actualmente viven en prisión están constantemente en situaciones de violencia; duermen en celdas con sus madres en espacios sobrepoblados y condiciones infrahumanas; son espectadores de las visitas conyugales de sus padres, cuando el padre también está en reclusión, y durante los primeros años de vida son privados de conocer el mundo tal y como lo vemos; ese mismo mundo al cual eventualmente se tendrán que afrontar.
Para que una persona tenga un desarrollo saludable en la esfera biopsicosocial, durante la niñez, es importante que sus necesidades básicas estén cubiertas, que crezca en un ambiente con estructura, predictibilidad, seguridad, cuidado y con experiencias enriquecedoras (emocionales, conductuales, cognitivas y sociales). Así podrá convertirse en un miembro activo, productivo y adaptable dentro de nuestra sociedad.
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*Directora general y fundadora de Reinserta a un Mexicano A. C., además es activista por la justicia social, odia el delito y compadece a los delincuentes. Tuitea como
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