Por: Brisa Granados (Con información de Paulina Delgado y Nataly Rivera)
En medio de una evidente crisis de la Iglesia católica, el argentino Jorge Mario Bergoglio fue nombrado máxima autoridad de esta institución el 13 de marzo de 2013. Y sólo bastaron unos minutos para que marcara la diferencia, al aparecer en el balcón central de la basílica de San Pedro vestido de sotana blanca y no con la muceta de terciopelo roja que usaron sus antecesores.
Tres años después, Francisco continúa poniendo orden en las finanzas del Vaticano, pues desea “una Iglesia pobre y para los pobres”; se ha acercado a grupos anteriormente marginados, como los divorciados y los homosexuales; ha demostrado cero tolerancia para los sacerdotes pederastas, y sigue viviendo en la casa de Santa Marta; con ello ha renunciado a los lujos del departamento papal del Palacio Apostólico. “Por razones psiquiátricas –dijo Francisco y puntualizó–: Es un problema de personalidad, necesito vivir rodeado de gente”. El Papa disfruta sus alimentos en el comedor central, codo a codo con los cardenales, y de repente medita o reza con otros trabajadores de la casa.
Ante los ojos de Javier Martínez Brocal, excorresponsal de Tv Azteca en el Vaticano y director de la agencia especializada de noticias Rome Reports, Francisco es un hombre disciplinado: “Se levanta de madrugada y jamás se va a la cama antes de las 10:30 de la noche”; aunque de vez en cuando toma algunos minutos para él: “Después de comer, hace una siesta de entre 20 y 30 minutos; le encanta tomar mate, y sigue de cerca el futbol. Su equipo favorito es el San Lorenzo de Almagro y tiene una camiseta de la selección mexicana”.
Cuando el mandatario acude a citas fuera del Vaticano, lleva consigo un maletín negro; en él guarda un rastrillo, un cepillo de dientes, una agenda, su libro en turno, otro sobre Santa Teresa, a quien admira, y su celular.
Puedes leer el especial completo de la visita del papa Francisco a México en la edición de febrero de Revista Central.
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