¿Alguien duda que el tema del dinero - los gastos, los ahorros, la prevención, la libertad que otorga, los sudores que provoca, los sabores que permite… - no sea un tema constante en la vida de las personas?
Me atrevo a afirmar que - ya sea consciente o no, aceptado o negado, dicho o callado - la abundancia o la escasez económica generan dinámicas complejas en la vida personal, pero sin duda y de manera particular, en los intercambios con otras personas.
¿Y qué decir del manejo del dinero en cualquier tipo de encuentro amoroso, en toda relación de pareja, y en todo proceso de separación o divorcio? En estos casos las finanzas son algo más que una mera cuestión administrativa: de uno u otro modo son un escenario para la demostración de afecto, para el uso del poder y para el despliegue de cualidades - o de atrocidades, según el caso -, así como un vehículo para manifestar o restringir el mismísimo amor.
El control a través del dinero generalmente viene cuando alguien en una relación gana más, y utiliza este hecho para manipular, humillar o degradar al otro. Ese poder se hace particularmente palpable en la administración del dinero, en su disponibilidad real y en la toma de decisiones respecto al uso del mismo.
“Quien tiene más dinero en la relación - y con éste controla y monopoliza los bienes, las actividades, las prioridades - coloca a la otra persona en un lugar de dependencia y demanda”.
De este modo, quien es el menos opulento tendrá que atenerse a los dictámenes del “poderoso”, así como pedirle, solicitarle, explicarle, y a veces suplicarle… para disponer de cierta holgura y flexibilidad. Holgado
Hablar de dinero, sobre todo en el intercambio entre hombres y mujeres, es también hablar del “afecto”. Nuestras prácticas concretas con el dinero en las relaciones amorosas, reflejan y expresan maneras muy precisas de querer al otro y de quererse a uno mismo. No estamos diciendo que el dinero puede intercambiarse por el amor, sino que el manejo del dinero proyecta si nuestra manera de querer es controlando, subordinando y asfixiando, o bien contribuyendo a generar condiciones de desarrollo y crecimiento para quien nos acompaña en la vida y para nosotros mismos.
Si aceptáramos que las relaciones humanas en general y los encuentros amorosos en particular, se dan fundamentalmente entre dos sujetos que intercambian aquello que necesitan para vivir, el dinero vendría a representar el aspecto material de dicho intercambio.
Al salir con alguien ¿has tenido alguna vez que dejar de externar un deseo porque no tienes el dinero para pagarlo o al menos para compartir el gasto? ¿Te has visto en la necesidad de tolerar un viaje, o un coche, o un simple platillo que no querías por sentirte sin autoridad para sugerir otro? ¿Te has encontrado en la situación de acceder a estrategias de vida, de diversión, de sexualidad, o simplemente de elección de amigos, por no sentir que negarte te haría perder los privilegios económicos que te otorga la convivencia con el otro? Si estas preguntas te parecen extrañas has sido afortunado… porque en la vida real el dinero facilita llevar “la batuta de la orquesta”, ¡y que mal llevada puede estar cuando el “director en turno”, además de sí tener dinero, no tiene madurez, ni sensatez, ni auténtica brillantez…
Hoy más que nunca nos encontramos en una encrucijada financiera difícil de resolver.
“Hombres y mujeres, ante los acelerados cambios sociales, hemos transitado de un modelo “hombre-proveedor/mujer-mantenida y cuidadora”, a una sociedad en donde muchas mujeres, insertadas de lleno en la población económicamente activa, no requieren de un varón que las invite, las mantenga, las “consienta” y a cambio, tome decisiones por ellas. ¿O aún sí?”
Pareciera sin embargo que la transición no está del todo lograda. Las razones son muchas. Destacaré algunas:
- Aún muchas personas defienden modelos de relación y de familia extremadamente conservadores y con roles de género rígidos a cumplir, modelos que sostienen la figura del hombre exitoso que gana dinero y provee, y la mujer que se queda velando por el bienestar de la familia y el cuidado del hogar…
- Infinidad de varones siguen estando presionados a dar el “ancho económico”, aún en medio de los avatares financieros, para poder merecer cierto respeto y reconocimiento. Parte de su resentimiento se genera en el hecho de comprobar que no es fácil- y a veces tampoco posible- zafarse de la enorme responsabilidad que la sociedad les impone de asumir el rol de proveedores económicos y de machos exitosos, pero hoy en día, sin la posibilidad de disfrutar del poder absoluto que en otras épocas traía aparejado dicho rol. Fracasar en esta tarea es hacer frente a la censura social, mientras que seguir cumpliendo lo que se espera de ellos ya no rinde los mismos beneficios que antes.
- Por su parte, las mujeres que no pueden soltar los valores tradicionales siguen cargando con la exigencia de ser madres incondicionales cuyos cuidados no solo alcancen a los hijos, sino a sus hombres cercanos: jefe, hermanos, padres, hijos y a las parejas en particular. Esto se ha expresado en comportamientos muy concretos: han sido amantes devotas, madres abnegadas, hijas ejemplares, hermanas incondicionales... Pero este tipo de amor altruista es una entrega que les deja muy pocos grados de libertad.
- Por otro lado infinidad de mujeres liberadas acaban siendo solamente “medio liberadas”, porque ganan menos que los hombres desempeñando los mismos puestos, a lo que han de sumar su jornada de trabajo doméstico la cual que no acaban ni de compartir con alguien, ni de delegar, ni de lograr abdicar….
- Por otro lado, muchas mujeres, si bien logran suficiente independencia, no solo económica sino en otras áreas de la vida, no han renunciado a un modelo de enamoramiento “admirativo” en el cual requieren sentir que “su hombre” es más fuerte, más inteligente, más prestigioso y más “rico” que ellas… Como si la equidad, en el diario vivir y convivir, les hiciera sentir “cierta escasez”, o falta, o “anomalía”, lo cual las impulsa a demandar de los hombres conductas y actitudes “entre caballerescas y feroces” que a nivel de discurso quieren dejar atrás.
- Otras mujeres que sí se han empoderado e independizado, han adoptar posturas extremas opuestas que las llevan a someter a otros, como si la solución o la “revancha” fuera posicionarse como “machos alfa” perdiendo así su propia identidad femenina. Ante este “revanchismo”, infinidad de hombres prefieren juntarse con sus cuates a ver el fut, que vivir con la armadura puesta para capotear los ataques inesperados.
- Finalmente, algunas mujeres no llegan a este extremo, pero sí esconden su fortuna (incluso la económica) para jugar al juego de “las conquistadas”, “las consentidas” y evitar además que se les busque por puro interés… y es que muchas mujeres aun integran su independencia entre fantasmas que las amenazan de desamor, de soledad, y sobre todo de desamparo al no tener a un hombre- Superman- que les garantice protección vitalicia, como si la independencia conquistada fuese un pecado.
Estos desajustes de la transición nos llevan a ventilar profundos resentimientos que se acumulan tanto en los hombres como en las mujeres. La transición social y económica que vivimos también genera infinidad de malos entendidos – malentendidos que ocurren a todas horas, pero a la hora de “pagar la cuenta” se notan mucho más -. No podemos afirmar “que cualquier tiempo pasado fue mejor”, pero sí pensamos que para bien o para mal, en el pasado las cosas estaban claras y “te aclimatabas o te aclichingabas”; hoy en un auténtico deseo de transformar los acuerdos económicos, damos “un pasito para adelante y otro medio para atrás”.
Al “final de cuentas” y al inicio del siglo XXI, la marcha está iniciada y difícilmente se detendrá. ¿Cómo ajustarnos desde una auténtica colaboración y una total responsabilidad a esta nueva manera de pararnos en el mundo? ¿Cómo, en medio de este panorama, lograr mejores acuerdos económicos si en ocasiones, algunas mujeres separadas y divorciadas están aún condicionadas al trabajo doméstico para recibir la pensión? ¿Cómo instaurar y defender la democracia en los acuerdos económicos de quienes se acompañan amorosamente?
Pareciera que un punto clave en el intercambio afectivo sería cuestionar cómo se distribuye la disponibilidad económica independientemente de cómo se concreten las aportaciones:
- En algunos casos uno aporta dinero y el otro servicios.
- En otros ambos aportan dinero y servicios en proporciones diversas, dependiendo de sus ingresos y necesidades.
- Incluso hay casos en las que uno sólo aporta dinero, sin requerir que el otro se haga cargo de los servicios.
- Muchos acuerdan “jugar el juego” de te invito, me invitas, te sorprendo, acepto… Más como algo lúdico, de formas que generan placer y bienestar, que de expectativas rígidas con base a roles obsoletos.
Las combinaciones posibles son tantas como los estilos de encuentros amorosos y relaciones de pareja, pero es la disponibilidad equitativa de los beneficios económicos la condición necesaria para hacer posible una relación solidaria en donde la autonomía no sea sólo el privilegio de uno.
Acuerdos que han funcionado a las nuevas parejas
- Tener un solo fondo común, donde ambos aporten proporcionalmente a sus ingresos y gasten en actividades compartidas.
- El fondo común debe ser manejado por aquel miembro de la pareja que demuestre mayores habilidades financieras y disciplinarias para hacerlo.
- En ningún momento el que gane más – y quizás aporte más - debe hacer sentir que tiene privilegios en las decisiones y manejo del dinero.
- Quien maneje el fondo debe consultar siempre al otro sobre una inversión extra e informar periódicamente al otro sobre el estado de las cuentas.
- Se debe dejar un porcentaje para los gastos individuales de cada miembro de la pareja. Así se permite una cierta independencia para que cada cual supla sus necesidad básicas y sus gustos personales.
- Cuando haya puntos de vista diferentes frente al manejo del dinero, es muy importante que, en pareja, escuchen lo que cada uno piensa con respecto al dinero y traten de llegar a acuerdos donde el resultado sea “Ganar-Ganar” para ambos.
- Si estos acuerdos no son posibles, se hace necesario buscar ayuda especializada (que ojala no sea de un pariente) que medie y facilite solucionar este conflicto.
- Si se elige no tener fondo común cada quien con libertad propone e invita al otro lo que puede.
- Cuando alguien está más limitado económicamente por cruzar una etapa de despido, por asumir más responsabilidades económicas en otras áreas, por incapacidades físicas, etc. el otro puede apoyar en la medida de lo que quiera sin tener la obligación de resolver al otro sus problemas, pero sí con la consciencia de que a veces toca solidarizarse.
De cualquier manera, el tema del dinero genera diferencias, a veces por exceso, a veces por defecto… así que por si las dudas, y si es que estás buscando pareja, ten la certeza de gozar de cierta autonomía económica y echa un vistazo al manejo financiero de ese con quien te quieres vincular.
“Hablar de dinero implica tirar viejos significados y derribar tabúes”
Pero es también y fundamentalmente una de las maneras privilegiadas para desenmascarar las múltiples hipocresías en las que estamos atrapados los hombres y las mujeres privándonos de disfrutar con plenitud de un intercambio más libre, más creativo, más enriquecedor y sobre todo más solidario.
Pero bueno, “Cuentas claras, amistades largas…” Y amores más realistas también…
Preguntas que te debes hacer sobre tu relación y el dinero
- ¿Tu candidato a pareja es de tu mismo nivel socio económico?
- Si ya pasó por un divorcio: ¿sus compromisos con el ex y sus hijos van en aumento por los gastos de escuelas, universidades, automóviles, etcétera?
- ¿Tiene que mantener a sus padres?
- Si eres mujer ¿Estás esperando que te mantenga o que coopere contigo económicamente?
- Si eres hombre ¿Quieres que sea autosuficiente en términos económicos? O incluso ¿Esperas que te apoye a ti?
- ¿Van a dividir gastos a mitades?
- ¿Están dispuestos a abrir una cuenta común? o ¿alguno de los dos quiere reservar sus ingresos para sí?
- ¿Si no se casan, que pasará con las propiedades o dinero que generen mientras estén juntos?
- ¿Piensan heredarse algo mutuamente en caso de seguir juntos hasta la muerte?
- ¿Su ritmo de vida, en términos de gastos, es parecido al tuyo?
- ¿Piensan vivir juntos? ¿En tu casa? ¿En la suya?
* Tere Díaz es autora de los libros Celos, Volver a empezar, 29 claves para encontrar pareja, Cómo identificar a un patán y ¿Me quedo o me voy?, además es psicoterapeuta, docente, coach, investigadora, capacitadora, tallerista, conferencista e invitada frecuente a todo tipo de medios.
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