Así como los alimentos dan la energía y calorías para que nuestro cuerpo realice todas las funciones que requiere, estos también tienen “efectos secundarios” que pueden resultar perjudiciales para nuestra salud, en particular cuando nuestra alimentación no es balanceada y sólo consumimos algunos alimentos.
Una forma sencilla de entenderlos son con las intolerancias y alergias, por ejemplo, las personas celíacas que no pueden consumir gluten o quienes son intolerantes a la lactosa. Sin embargo, fuera de tales padecimientos, consumir un alimento que no nos causa ninguna alergia o malestar, puede tener graves consecuencias en nuestro cuerpo cuando se combina con hábitos como el sedentarismo, y entonces devenir en otras enfermedades nutricionales.
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Por ejemplo, en el caso de México, desde 2016 y en años siguientes, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) reportó que el 70% de los mexicanos sufren de gastritis, sin mencionar otros padecimientos como el reflujo. La gastritis está vinculada con el consumo de cierto tipo de alimentos irritantes, ácidos o muy calientes, así como beber alcohol y ciertos medicamentos.
Pero… ¿cómo saber cuáles alimentos son buenos para nuestra salud?
La respuesta correcta siempre será la de consultar a un nutriólogo experto, que pueda adecuar tu alimentación con tus necesidades y padecimientos, pero de una forma más general se han denominado a ciertos alimentos que son buenos para prevenir ciertas enfermedades nutricionales como alimentos funcionales.
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¿Qué es un alimento funcional?
Los alimentos funcionales son alimentos que tienen un valor nutricional, pero que además tienen beneficios a nuestra salud y bienestar, más allá que el de proveer energía. Si bien, no existe un consenso científico sobre estos alimentos, de acuerdo con la publicación de Manuela Belén Silviera Rodríguez , del Hospital Universitario de Getafe; su origen se rastrea hacia Japón como parte de una reglamentación de los FOSHU, las siglas en inglés para los alimentos para uso específico de la salud.
Aunque existen otros planteamientos como el explicado en el libro Nutrición, salud y alimentos funcionales en el que explican que “no hay alimentos buenos ni malos sino patrones de consumo (conjunto de alimentos que constituyen la dieta habitual de una población) adecuados o inadecuados”. No obstante, analizan los alimentos funcionales e incluso explican sus características específicas:
“Ser un alimento convencional cotidiano
Ser consumido como parte de un régimen normal
Estar compuesto de ingredientes naturales y no sintéticos, a concentraciones no encontradas en la naturaleza o presentes en los alimentos que normalmente no los contienen
Tener efectos positivos sobre una o dos funciones claras, además del valor nutritivo, siendo estos efectos el poder aumentar el bienestar y la salud o reducir los riesgos de enfermedad o aportar un beneficio para la salud”
En ese sentido, se entiende que los alimentos funcionales pueden ser aquellos que tienen modificaciones para dar un mejor beneficio al consumirlos.
Cuáles son algunos de los alimentos funcionales
De acuerdo a estas explicaciones, entonces debemos entender como alimento funcional a todo alimento que tenga una aportación extra para la nutrición o nuestro estado de salud.
En general se apunta a aquellos que tienen macronutrientes específicos como el calcio, el omega-3 o el ácido graso DHA que puede reducir el riesgo de las enfermedades cardiovasculares, o prebióticos y probióticos como los lactobacilos que pueden mejorar la salud gastrointestinal. Así como fibras como el beta glucano de la avena que puede reducir el riesgo de una enfermedad cardiovascular.
Por otro lado, también se consideran como alimentos funcionales algunas bebidas, que pueden tener adiciones para hacerlas más nutritivas o que se ha reducido alguno de sus componentes, como las leche deslactosadas.
La problemática del etiquetado
Ahora bien, como suele ocurrir con la mayoría de los tipos de alimentos, el etiquetado de estos puede ser controvertido, en especial para nomenclaturas como la de los alimentos funcionales que no hay un consenso científico global. Es por ello que como ocurrió en algún momento con los productos light u orgánicos, la tendencia de compras hizo que existieran productos con tales etiquetados a pesar de no cumplir con las características base.
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