Por: Rocío Garrido Muñoz de Arenillas , Universidad de Sevilla y Anna Zaptsi , EUSA Centro Universitario
En los últimos años muchos países han mejorado la protección de la población LGTBQ+ y el reconocimiento de sus derechos. En España , por ejemplo, está permitido el matrimonio igualitario, se ha aprobado la adopción homoparental, se han prohibido las llamadas “terapias de conversión” y se ha posibilitado la autodeterminación del género de las personas trans. A pesar de ello, todavía estamos lejos de la igualdad y la inclusión.
Uno de los hitos clave en el proceso hacia la igualdad fueron los famosos disturbios de 1969 en el pub Stonewall (Nueva York) por la liberación de las personas LGTBQ+. Más adelante, en 1973, la homosexualidad dejó de considerarse una patología tras eliminarla del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Americana de Psicología. Pero no fue hasta 1992 cuando la Organización Mundial de la Salud la excluyó también de la Clasificación Internacional de Enfermedades. De la misma forma, hasta los últimos años no ha sido eliminada la transexualidad de estos manuales.
Repunte de los discursos de odio
A pesar de todo, según un estudio reciente de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (ILGA), el 35 % de los Estados miembros de las Naciones Unidas penalizan los actos homosexuales consentidos. Además, la investigación concluye que incluso en los países con leyes proteccionistas siguen existiendo episodios de violencia física, psicológica y simbólica.
De hecho, en España, donde hay numerosos derechos reconocidos y una gran apertura ciudadana a la diversidad, existe un repunte alarmante de discursos de odio y ataques contra las personas LGTBQ+. Cabe mencionar que estas son solo la punta del iceberg, ya que la mayoría de las agresiones no son denunciadas.
Por ello, es necesario repensar la diversidad como una riqueza y no como una amenaza, así como analizar el heterosexismo y la homofobia para entenderlo y combatirlo. A continuación, ofrecemos algunas claves desde la psicología que pueden ayudarnos en esta tarea.
¿Cuál es la base de la discriminación?
Tradicionalmente, el estudio de la diversidad sexual y de género ha estado guiado por modelos clínicos que han centrado su análisis en niveles individuales basados en el déficit.
Este enfoque ha permitido documentar las múltiples formas de discriminación que sufren las personas LGTBQ+ y su impacto. Por ejemplo, depresión, ansiedad, estrés de las minorías, VIH, suicidio, acoso laboral y escolar, etc. Esto ha posibilitado el diseño de programas de tratamiento psicológico y prevención.
Sin embargo, centrar los esfuerzos de investigación e intervención sobre los individuos y no sobre las sociedades es un error grave. Este enfoque no reconoce las fortalezas de los colectivos LGTBQ+ y promueve la culpabilización de estos sobre sus dificultades. Además, impide abordar las causas reales de los problemas, las cuales se vinculan a la homofobia y el heterosexismo.
De la homofobia al heterosexismo
Para comenzar a abordar estos conceptos, debemos distinguir lo que pretenden transmitir cada uno de ellos. En primer lugar, la palabra homofobia proviene del griego, ὁμός (homo, igual) y φόβος (fobia, miedo) y fue utilizada por primera vez en el libro Society and the Healthy Homosexual (Weinberg, 1972). Su intención era despatologizar la diversidad y situar el problema en las sociedades. Desde entonces, se ha producido un extenso debate sobre el concepto y sus implicaciones, y se han desarrollado otros más oportunos que desvinculan el elemento clínico de la fobia. Así entra en juego el heterosexismo.
El heterosexismo es el sistema ideológico que niega, denigra y estigmatiza cualquier forma de comportamiento, identidad, relación o comunidad no heterosexual. Se manifiesta en diferentes formas y niveles, desde cuestiones psicológicas hasta socioculturales o sociopolíticas.
Al igual que el sexismo, el heterosexismo no actúa únicamente sobre los colectivos LGTBQ+, sino sobre toda la población. Castiga aquellos comportamientos que desafían las rígidas normas del sexo-género-sexualidad. Por ejemplo, a chicos sin una expresión marcadamente masculina o a mujeres que no siguen los roles sociales de género.
Claves para acabar con los comportamientos homófobos (o heterosexistas)
1. Terapia psicológica para personas homófobas o heterosexistas
Por suerte, hay acciones que podrían ayudar a acabar con este problema. A nivel individual, destacamos el heterosexismo psicológico: estas personas mantienen ideas (estereotipos), emociones (prejuicios) y conductas que mantienen la discriminación del colectivo LGTBQ+.
Esta visión negativa de la diversidad puede ser asumida también por las personas LGTBQ+ (homofobia interiorizada). De hecho, la homofobia interiorizada es la principal causa de enfermedades, estrés, vergüenza y la creencia de no merecer derechos.
No obstante, aunque el heterosexismo psicológico afecta muy negativamente a las personas LGTBQ+, la mayoría son un ejemplo de resiliencia y son capaces de afrontarlo de forma positiva.
Frente a esta cuestión, se propone la terapia psicológica como herramienta para deconstruir prejuicios y combatir la homofobia y heterosexismo entre las personas que la padecen (y no para las personas LGTBQ+, como se ha propuesto en otras ocasiones).
2. Relaciones positivas y aceptación grupal y familiar
A nivel relacional, la hipótesis del contacto sostiene como base del prejuicio la ignorancia. Así, propone el contacto con personas diversas como el principal medio para disminuirlo. No obstante, no vale cualquier tipo de contacto sino que debe darse bajo una serie de condiciones:
- El contacto debe ser frecuente y cercano.
- Tiene que estar orientado hacia la cooperación.
- Debe darse entre personas y grupos de similar estatus y poder.
- Es conveniente que esté apoyado por personas o entidades influyentes.
Por otro lado, en el desarrollo de las personas LGTBQ+ también influyen notablemente sus relaciones interpersonales, especialmente con su familia y con grupos de iguales. La aceptación familiar predice mayores niveles de salud, autoestima y apoyo social.
Para ello, se recomienda a las familias aceptar incondicionalmente a sus hijos e hijas, valorándolos positivamente, mantener relaciones afectuosas y vías de comunicación abiertas, estar disponibles y accesibles y no mostrar actitudes de rechazo hacia la diversidad ni preferencia por la heterosexualidad.
Además, se aconseja no dudar de su orientación sexual ni intentar cambiarla, no pedirles que la oculten y aceptar a sus parejas.
Por último, el apoyo de los iguales es fundamental, pues promueve sentido de pertenencia y resiliencia, particularmente cuando el apoyo familiar no está presente.
3. Normativas antidiscriminatorias en la escuela y el trabajo
A nivel organizacional, el desarrollo de relaciones positivas se vincula a la existencia de normas antidiscriminatorias y la apertura explícita a la diversidad en los espacios cotidianos como la escuela o el lugar de trabajo.
Estos espacios tienen un fuerte potencial educativo . Destaca la escuela como promotor de una educación afectivo-sexual y para la ciudadanía, que reconozca la diversidad y fomente la empatía, no solo en sus aulas, sino en la sociedad.
4. Las ‘zonas LGTBQ+’ como lugares de resistencia y visibilidad
A nivel comunitario, en muchas ciudades existen “zonas LGTBQ+”. Estas pueden entenderse como guetos, pero también como enclaves de resistencia frente al heterosexismo, donde expresarse libremente, sentirse seguros y seguras, reforzar la identidad, las relaciones y el sentido de comunidad. Ejemplos de ello serían el conocido barrio de Chueca (Madrid), el Eixample (Barcelona) o Sitges.
Además, estos barrios frecuentemente son el corazón del activismo en defensa de los derechos. Por ejemplo, los actos del Día Internacional del Orgullo LGTB+ suelen partir de estos lugares para recuperar el resto de la ciudad y aumentar la visibilidad.
5. La política, los medios y la ciudadanía contra el heterosexismo
Por último, a nivel sociopolítico, el heterosexismo se traduce en normas culturales, institucionales, mediáticas y sociopolíticas que refuerzan comportamientos discriminatorios. Por ejemplo, limitan la accesibilidad a los recursos y la igualdad de oportunidades y refuerzan los estereotipos y prejuicios hacia las minorías sexuales.
En esta dirección, los medios de comunicación juegan un rol fundamental en la prevención del sexismo y el heterosexismo . Cada vez es más habitual encontrar presencia LGTBQ+ en la televisión, lo que hace al público conocer y empatizar con estas realidades.
Aunque frecuentemente son representaciones estereotipadas, las nuevas plataformas streaming también ofrecen contenido de interés, incluyendo la diversidad no solo delante de las cámaras, sino también detrás. Por ejemplo, lo vemos en series como Pose, Transparent, The bisexual o Sex Education. Asimismo, los medios tienen la responsabilidad de no reproducir la retórica anti LGTBQ+, actualmente en auge.
Frente a esto, los movimientos LGTBQ+ son cada vez más fuertes, abogando por sus derechos. Sin embargo, debemos entender que luchar contra el heterosexismo y la desigualdad es tarea de todas las personas dado que es incompatible con los valores democráticos y los derechos humanos. El heterosexismo impide la convivencia y el desarrollo de una sociedad justa y libre para toda la ciudadanía.
Rocío Garrido Muñoz de Arenillas , PhD, Dpto. Psicología Social. Centro de Investigación y Acción Comunitaria de la Universidad de Sevilla (CESPYD), Universidad de Sevilla y Anna Zaptsi , Psicóloga y doctora en Comunicación Audiovisual, EUSA Centro Universitario
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation . Lea el original .