Bajo el velo de rituales, oraciones, amuletos o intenciones, la magia está presente en las diferentes culturas del mundo desde tiempos antiguos. Si bien la magia puede ser entendida por muchos de diferentes formas, en un sentido más estricto, la magia involucra trucos, prácticas o conjuros que producen resultados “antinaturales”, dotándola pues de un grado de superstición que da pie propiamente al ocultismo.
La magia se diversifica en diferentes tipos, aplicaciones y fines, todos han sido parte fundamental de cómo se concebía y ordenaba el mundo. Podríamos hablar del oráculo y las pitonisas como una suerte de magia, hasta de Rasputín, afamado consejero de la dinastía Romanov en Rusia, o los tarotistas que pretenden darnos respuestas, chamanes que curan males, limpian personas o crean amuletos que las protegen.
Pero… si bien algunas representaciones y demostraciones de la magia han probado ser aceptadas. La realidad es que a lo largo de casi tres siglos, sus practicantes comenzaron a ser perseguidos y la magia, en específico la brujería, se convirtió en un crimen.
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De la magia a la brujería: ¿cuándo se convirtió en un crimen?
El miedo a la magia, la brujería, magos y, específicamente, a las brujas se considera una invención “moderna”, vaya, moderna en términos de que comenzó a mediados del siglo XV al grado que la persecución, quema o ahorcamiento de brujas se extendió prácticamente hasta el siglo XVII por lo menos en el mundo Occidental, mientras que en otras regiones del mundo, aún existen personas que son desterradas de sus aldeas bajo creencias supersticiosas.
De acuerdo a Elliot P. Currie en “Crimes without Criminals: Witchcraft and Its Control in Renaissance Europe” , durante el Renacimiento, en Europa se creó una definición de la brujería bastante única, que consistía en los actos de una persona por cualquier razón y para cualquier fin –es decir, no importaba si su intención era curar o alguna acción bondadosa–, que eran realizadas a través de un pacto con el Diablo que los dotaba del poder de manipular fuerzas sobrenaturales con fines poco católicos. Más allá de lo que pudieran hacer (de ahí que no importaran sus actos), el problema y la herejía radicó en que el pacto con el Diablo implicaba renunciar de forma consciente y voluntaria a la fe y la creencia en Dios.
Esto formó una diferencia considerable entre la práctica de la magia como tal, y la brujería y lo que hizo que la segunda fuera perseguida prácticamente en todo el mundo occidental.
La brujería, entonces, llegó a ser definida como una especie de crimen de pensamiento. No estaba necesariamente relacionada con la práctica de la magia, que estaba muy extendida y tenía varias formas legítimas. Había estatutos que prohibían la brujería antes del Renacimiento, pero la nueva concepción de la brujería implicó cambios importantes tanto en la naturaleza como la gravedad del delito. La legislación anterior [al Renacimiento], en Europa, tendía a agrupar la brujería y la magia en una misma categoría, y tratarlas como ofensas menores.
Eso quiere decir que aunque la magia era una preocupación eclesiástica, no era un gran problema, por lo menos para la Iglesia Católica, que hasta el siglo XIII tenía la postura de que la brujería no era más que una ilusión.
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Sin embargo, en el siglo XV las cosas cambiaron.
El papa Inocencio IV y la brujería
Además del cambio en la concepción de la brujería, en 1484 el papa Inocencio IV publicó una bula papal donde se reconocía la seriedad del crimen de brujería; ésta ya no era más una ilusión, sino una realidad, y en consecuencia autorizó que la Santa Inquisición la persiguiera y procesaran a todos los culpables.
En su bula papal puede leerse claramente cómo este nuevo crimen radicaba en la renuncia a la “Fe”.
…muchas personas de ambos sexos, sin pensar en su propia salvación y desviados de la fe católica, se han abandonado a los demonios […] Encima de esto, ellos renuncian blasfemamente a la Fe, que es suya por el Sacramento del Bautismo, y no vacilan en cometer y perpetrar las abominaciones más sucias y los excesos más inmundos.
Malleus Maleficarum y la caza de las brujas
Traducido como el Martillo de las brujas, éste es el libro más popular y más socorrido para la caza de brujas al inicio de su persecución en el siglo XV.
Escrito y publicado por Heinrich Krame y Jacob Sprenger en 1487, el Malleus Maleficarum circuló por toda Europa y era usado como un manual para detectar a las brujas y también era usado en los juicios de las brujas, y su creación tiene en el centro el surgimiento de la Inquisición –sus autores eran inquisidores dominicos– que luchaba y perseguía a los herejes, acabar con la herejía implicaba acabar con la brujería y todos sus practicantes.
El libro incluye métodos para detectar a las brujas, interrogatorios, así como las prácticas de brujería comunes, pactos con el Diablo y más, sin embargo, una revisión posterior del Malleus Maleficarum muestra que se trata de un libro de eminente misoginia en la que cualquier mujer podía ser bruja y cuyos métodos para descubrir si lo eran difícilmente podían servir para probar que no lo eran.
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La Santa Inquisición y la persecución de la herejía
La Inquisición fue fundada en 1184, en una región del sur de Francia, posteriormente, hacia el siglo XII, la Santa Inquisición fue la principal arma de la Iglesia contra cualquier forma de herejía y eran los responsables de procesar los crímenes eclesiásticos.
En su origen y subsecuentes grupos (como la Inquisición española que tuvo presencia en la Nueva España), tenían como base el castigo físico de los infieles y herejes, lo cual sin duda alguna llevaría rápidamente a métodos de tortura para obtener información o confesiones, así como el enjuiciamiento y posterior castigo (y posible muerte) de cualquier sospechoso, y al igual que los juicios realizados en Inglaterra y las 13 colonias, el proceso también involucró la incautación de bienes.
Para que la Santa Inquisición procesara a los herejes, eran necesarias pruebas y contrario a los mitos, ésta no procesaba a cualquier persona que fuera denunciada, sino que se llevaba a cabo un proceso de investigación.
No obstante, el testimonio de dos testigos oculares de un crimen era considerado como una prueba y evidencia para entonces procesar a cualquier criminal… que en el caso de la brujería resultaba complicado de conseguir –pues los avistamientos de los actos de brujería rara vez eran vistos… en particular ahora que sabemos cuántas personas inocentes fueron juzgadas–, razón por la cual los testimonios eran combinados con confesiones.
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Las leyes contra las brujas en Inglaterra
Hablando del mundo anglosajón, propiamente de Inglaterra y las colonias británicas en América (ahora Estados Unidos), la brujería se convirtió en un crimen alrededor del siglo XVI, cuando el Parlamento de Inglaterra aprobó la Ley de brujería de 1542, la primera que prohibió la brujería y la consideró como un delito grave.
De acuerdo con el Parlamento inglés , hubo una nueva ley en 1604, a principios del siglo XVII, bajo el reinado del Rey James I que incluso escribió un libro de demonología. Para esta ley, la brujería ya no sería juzgada por la Iglesia, sino por las cortes del gobierno… y la temporada de caza de brujas comenzaría.
Se entiende que el siglo XVI fue el de mayor vigor para la caza de brujas; tan sólo en Inglaterra, se cree que alrededor de 500 “brujas” fueron ejecutadas por brujería, y los juicios se extendieron hasta 1717, a nivel global algunos aventuran que el numero es mucho mayor.
Para el siglo XVIII, el futuro de las mujeres que fueran acusadas de brujería parecía mejorar un poco, si bien las ejecuciones ya no eran una ocurrencia común, la Ley de brujería de 1735 prohibió tanto las ejecuciones como la caza de brujas, pero aún penaba la magia y hechicería como un crimen, y su castigo estipulaba hasta un año de prisión.
Se considera que la Ley de 1735 es el fin de los juicios de las brujas y la caída del pánico y persecución de quienes usaran la magia en general… aunque esto no quiere decir que en el resto del mundo se creyera lo mismo.
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La caza de brujas y los juicios de Salem
Un siglo antes, entre 1647 y 1692, cruzando el Atlántico, en específico en Nueva Inglaterra, el pánico y la caza de brujas también alcanzaría su punto álgido: los juicios de brujería de Salem , en los que al igual que en Inglaterra, las mujeres de determinadas características como solteras, sin familia, enfermedades mentales, entre otros, comenzaron a ser acusadas de brujería y enviadas a la horca –una gran diferencia al castigo implementado en Europa que consistía de ser quemadas en la hoguera. Durante estos juicios declarar inocencia también probaba ser altamente peligroso, pues la mayoría de las mujeres declaradas inocentes eran asesinadas, mientras que quienes confesaban ser culpables eran perdonadas (aunque estigmatizadas por la sociedad).
Detrás de Salem hay todo tipo de teorías, en particular una de las más famosas fue la intoxicación por cornezuelo, un hongo que crece en el centeno, que a su vez era utilizado para hacer pan. Sin mencionar, la estricta comunidad religiosa, que veía el pecado y manifestaciones demoníacas en conductas fuera de lo común.
Ahora, casos como el de Salem y la caza de brujas durante casi tres siglos de historia son recordados como muestras ejemplares de lo que el pánico generalizado, así como procesos judiciales inadecuados pueden derivar en la muerte y otras desgracias de la vida de miles de personas en todo el mundo.
Ahora, a siglos de distancia, hay religiones como la Wicca que a través del tiempo consiguieron escapar de la noción de la magia como un delito, y la aceptación de las prácticas mágicas se han generalizado sin recaer en juicios y una caza de brujas.
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