Entre los episodios más cruentos y oscuros de la historia del siglo XXI se encuentra el genocidio rohingya, un caso de persecución, tortura, desaparición y matanza de la minoría musulmana rohingya en Myanmar (o Birmania).
Quiénes son los rohingyas
Los rohingyas son un grupo étnico musulman que desde el 2017 han sido víctimas de la violencia y el genocidio. Este grupo es descrito por la ONU como un grupo sin Estado y que se han visto obligados al éxodo debido al surgimiento de la violencia en el estado de Rakhine en Myanmar. Sin embargo, previo al inicio de su éxodo del 25 de agosto de 2017 (según ACNUR), los rohingyas habitaban de manera pacífica en la región.
Su estatus como “no ciudadanos” los ha puesto en una posición de vulnerabilidad, así como de discriminación por motivos religiosos, algo bastante común entre la población musulmana. Por ejemplo, en China, los uigures –que son una etnia predominantemente musulmana– también se han enfrentado a la persecución, los campos de concentración y la eliminación de su cultura principalmente.
La estimación es que alrededor del mundo había 2.4 millones de rohingya, pero que tras el genocidio su población se ha reducido a 200 mil rohingyas en Myanmar.
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¿Cómo comenzó la discriminación contra los rohingya?
Los rohingya no siempre fueron “no ciudadanos” de Myanmar. Hasta 2011, participaban en las elecciones del Estado, y eran considerados ciudadanos, pero eso no quiere decir que no estuvieran expuestos a la violencia sistematizada. Existen registros de que desde 1963 el grupo era sujeto de violencia y tortura, mientras que entre 1978 y 1979 fueron perseguidos hacia Bangladesh… y esa claramente no sería la única ocasión en lo que esto ocurriría. En 1982 perdieron su calidad de ciudadanos, por lo que para 1992 y 1993 tuvieron que recurrir al éxodo nuevamente, pero lograron volver a Myanmar cuando los aceptó como residentes.
Sin embargo, no porque las leyes o los dictámenes existan quiere decir que los problemas se eliminen. La discriminación y la violencia contra este grupo continuó al grado que perdieron el derecho al ejercicio del voto, así como otras restriciones que tan sólo se acentuaron a raíz de un ataque en 2017.
El ataque de 2017 que inició todo
Aunque está claro que la discriminación y violencia contra este grupo étnico precede a los hechos del 2017, en esta fecha se identifica un ataque en específico que dio pie para el punto más álgido de este genocidio. Se trata de un ataque a la policía de Myanmar por parte de un grupo jóvenes rohingya autoproclamado como el Arakan Rohingya Salvation Army (ARSA, por su nombre y siglas en inglés) o Ejército de Rohingyas de Arakan en español, que de acuerdo con la Dra. Mariella Villasante Cervello fue reprimido con gran brutalidad.
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El genocidio rohingya
Se estima que 723 mil rohingya han buscado protección en Bangladesh y se han creado diversos asentamientos de refugiados como el de Cox Bazar, que dependen de la ayuda humanitaria, pero en los que se enfrentan a problemáticas como las pocas condiciones higiénicas y la propagación de enfermedades como el sarampión.
Sin embargo, las cifras más cruentas son las de las víctimas de la persecución y la violencia. El informe de la ONU reporta que hubo al menos 10 mil asesinatos, aunque otros reportes como el “ Forced Migration of Rohingya: The Untold Experience ” indica que las muertes se elevan hasta los 25 mil víctimas, y que 19 mil mujeres y adolescentes fueron violadas.
La violencia en contra de los rohingyas no sólo ha adquirido el nombre de genocidio, sino también de limpieza étnica, en el que este grupo se vuelve una minoría frente a la mayoría de la población budista de Myanmar.
La ONU también ha publicado un informe dedicado a las tácticas brutales que el ejército de Myanmar (y otras organizaciones armadas en el país) ha utilizado para violentar los derechos humanos y que se resumen como una táctica de guerra cuyo fin es intimidar y aterrorizar a la población rohingya. En ese mismo informe, explican que en 2019 también reconocieron que la violencia sexual y de género también tenía como objetivo a hombres y niños, en particular en los contextos de detenciones.
En la actualidad, los rohingya desplazados se encuentran en un punto si es posible aún más vulnerable, en el que el éxodo representa escapar a campos de refugiados donde no se escapan de las condiciones de precariedad, y la permanencia en Myanmar representa la exposición no sólo a la violencia exacerbada, sino a arrestos arbitrarios y la desaparición forzada.
La demanda contra Facebook por el genocidio rohingya
El 7 de diciembre, The Guardian informó que Facebook facilitó el gencodio de los musulmanes rohingya cuando su algoritmo amplificó discursos de odio, al tiempo que no empleó recursos o personas que verificaran la información o eliminaran de la plataforma los mensajes de odio que promovían la violencia en contra de los rohingya, por lo cual está siendo demandado por 150 millones de dólares, aproximadamente.
Esta demanda colectiva, va de la mano con alegatos como los de Frances Haugen, la mujer que reveló documentos que prueban que Facebook defiende sus intereses por sobre sus efectos dañinos sobre la sociedad. The Guardian menciona en específico el caso de Etiopía en el que Facebook allí también está siendo utilizado para promover la violencia étnica y que la plataforma no ha actuado para detenerla a pesar de saber de su existencia.
Esto a su vez ha provocado que diversos grupos demográficos decidan no sólo dejar de usar la red social, sino borrar la aplicación de sus dispositivos. Además de algo muy peligroso para una empresa como Facebook: el abandono de las marcas y el dinero que invierten en la red social.
Lush, empresa de cosméticos, anunció su salida de diversas redes sociales, la mayoría propiedad de Meta (antes Facebook) como Facebook, Instagram y WhatsApp, así como Snapchat y TikTok, debido a la información divulgada sobre su manejo del discurso de odio o que su impacto en la población adolescente es negativo. Antes de Lush, otras empresas como Coca-Cola dejaron de publicitarse en Facebook bajo una premisa similar.
Este es tan sólo uno de los dolores de cabeza para Facebook, escándalos que son una muestra clara de la desconfianza que se ha generado sobre la plataforma, pero que sin duda alguna, palidecen frente al sufrimiento y tortura que el pueblo rohingya ha experimentado en las últimas 50 décadas.
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