Jitomate… tomate, este alimento fue despreciado por muchos en su inicio, pero es una parte importante para las gastronomías de europa. Conoce la historia del tomate leyendo enseguida.
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PorJosé Blanca, Universitat Politècnica de València y Joaquin Cañizares, Universitat Politècnica de València
Los mercados actuales están repletos de tomates de distintos tipos y precios, pero incluso esta diversidad palidece ante la enorme diversidad de variedades que se han ido formando a lo largo de la historia. Las hay rojas, amarillas, rosas, redondeadas, achatadas, grandes, pequeñas, asurcadas, lisas… Sin embargo, los tomatessilvestres son casi todos rojos, esféricos y muy pequeños.
¿Cómo, a partir de plantas silvestres de fruto uniforme, han conseguido los agricultores y mejoradores crear esta enorme diversidad agrícola?
La importancia de la diversidad
La diversidad no sirve solo para satisfacer nuestros paladares y adornar nuestras mesas: también es clave para nuestro futuro. Una especie uniforme difícilmente podrá adaptarse para superar problemas inesperados, como la aparición de nuevas enfermedades. La selección, tanto la natural como la artificial, funciona eligiendo las variedades más adecuadas para cada situación. Sin diversidad no hay evolución posible.
El tomate, como otros cultivos, disfruta de una gran diversidad morfológica y agronómica. Sin embargo, su diversidad genética, el conjunto de cambios genéticos que pueden encontrarse en las plantas, es muy reducida. Esto representa un problema para el cultivo. Durante el siglo XX, por ejemplo, los mejoradores han tenido que buscar genes de resistencia a enfermedades entre las especies silvestres porque la cultivada los había perdido durante su domesticación.
Además, resulta paradójico que esta especie cultivada disfrute de una diversidad de tipos de fruto tan amplia a pesar de haber perdido la mayoría de su diversidad genética con el paso del tiempo.
El peso de la historia
El
tomate se domesticó
a caballo entre las culturas agrícolas de Perú, Ecuador, México y Centro América. Esta domesticación, junto a los viajes asociados a ella, implicó una importante pérdida de diversidad genética.
Más tarde, en el siglo XVI, una pequeña representación de las variedades existentes en América fueron llevadas a Europa. Una vez allí el tomate solo fue cultivado por las clases populares de España e Italia. Las clases dominantes del viejo continente lo consideraron un alimento poco saludable y una mera curiosidad botánica.
Fueron precisamente estos humildes agricultores los que consiguieron, partiendo de la exigua diversidad llegada desde América, generar la gran diversidad de tipos europeos. En el marco del proyecto
Traditom
, financiado por la Unión Europea, se ha estudiado este cambio genético analizando 1254 variedades europeas tradicionales.
Este
estudio
ha arrojado luz sobre la paradoja de cómo consiguieron los agricultores europeos generar una gran diversidad de tipos partiendo de una ínfima diversidad genética.
En su mayor parte, el genoma del tomate tiene muy poca diversidad. Si elegimos dos plantas al azar veremos que tienen secuencias genéticas casi idénticas. Sin embargo, en este desierto genómico se encuentran un puñado de oasis, pequeños trozos de genoma, en los que distintas variedades muestran tipos de secuencias muy diferenciados. Además, se ha podido comprobar que muchas de estas regiones de alta diversidad están asociadas con caracteres de interés, por ejemplo, con genes que controlan la forma o el tamaño del fruto.
Tanto el gran desierto como los pequeños oasis fueron esculpidos por la selección llevada a cabo por los agricultores. Cuando un agricultor selecciona de entre las plantas disponibles aquellas que prefiere, en general, reduce la diversidad del genoma, puesto que está descartando todas las variaciones genéticas de las plantas que deja de cultivar.
Sin embargo, cuando elige guardar variedades de fruto pequeño y, al mismo tiempo, otras de fruto grande, o de fruto rojo y amarillo, indirectamente, está preservando la diversidad de unas cuantas regiones del genoma, aquellas que controlan esos caracteres. A esto último se le denomina selección balanceadora.