El homeschool no dio mucha tregua, cuando ya nos empezábamos a acostumbrar a la vida nómada del verano, regresa de nuevo, con más fuerza y como con ganas de quedarse, por lo menos hasta diciembre.
Pero, las preguntas que me surgen son: ¿Hasta cuándo estarán las escuelas cerradas? ¿Por qué hay cines, pero no hay escuelas… o al menos un plan claro de regreso a los planteles? ¿La SEP tendrá ya listos los protocolos de reingreso con capacitación al personal docente y lo necesario para darle seguridad a los padres de familia? Parece que, hasta el momento, la respuesta a todas las preguntas es “No”.
Me compartieron algunos artículos que hablan de la enorme problemática de insistir en mantener cerradas las escuelas, de lo que se pierde y lo poco que se gana. Habrá afectaciones a corto, mediano y largo plazo. Los niños necesitan no solo la rutina que da el colegio, sino el aprendizaje básico y la socialización. Por muy buenos tutores/padres que tengan, la mejor conexión de internet del planeta y aunque el interés sea el de aprender, el día a día se vuelve caótico con el homeschool.
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Les cuento un poco de mi experiencia. Las chiquitas de la casa, mis gemelas de casi 4 años y que están en kínder 1, ponen atención unos 17 minutos. Luego empiezan a buscar qué más hacer que no sea cantar lo que ya cantaron ayer, bailar lo que ya bailaron ayer o hacer dinámicas de integración en la pantalla. En realidad les cuesta mucho trabajo estar y poner atención.
Miranda, mi niña grande de 7 años y que cursa segundo de primaria, le echa todas las ganas de mundo, cumple y está atenta a la clase, pero sí necesita vigilancia y que estemos con ella para que comprenda bien cada tarea, le revisemos los trabajos que está mandando, le corrijamos ortografía y hagamos que le encuentre sentido a la educación a distancia.
Pero, como madre de familia en la “nueva normalidad”, creo que vale la pena enfrentarnos al reto de regresar a las aulas, de exigir ambientes propicios a quienes pagamos colegiaturas, pero igual a los que asisten a escuelas públicas y no tienen las condiciones de recibir ayuda a distancia.
Escuché en estos días la historia de una niña que todos los días sale de su casa y va a una plaza a conectarse desde el celular de su mamá para recibir educación. No es posible y no es justo. El gobierno debe garantizar la educación bajo cualquier panorama. Y esto también se le está saliendo de las manos, pues se la pasa pagando programas clientelares cuando debería invertir en tener escuelas con condiciones adecuadas.
Un año sin educación escolar en un país representará un retroceso importante. Hay estadísticas que proyectan un 35% de abandono definitivo de la escuela, en todos los niveles. Por supuesto, en las clases dinámicas habrán ganado otras plataformas recreativas como los videojuegos o los contenidos de YouTube, sin mencionar el aumento de peso de los menores, producto de la falta de movimiento. Otro tema importantísimo de tocar es el viacrucis de las madres de familia, quienes también deben trabajar y no pueden enfrentar el homeschool ni supervisarlo, ya que hay que salir a trabajar y traer dinero a la casa.
Ya ni para qué hablamos de los chats escolares, que ahora son más relevantes que antes, y las mamás piden cada día en los mensajes información de si hay maestros disponibles para apoyar a sus hijos durante las sesiones escolares. Nosotros hemos tratado de adaptarnos, pero creo que no se está ganando nada con mantener niños en casa.
Reitero que no es un tema de buenas intenciones, que claramente todos las tenemos y más tratándose de nuestros hijos, pero esta es la realidad: los papás no somos maestros y el homeschool se ha convertido en una responsabilidad extra, en algo que además no suma a la relación con nuestros hijos. Podemos incluso llegar a ser injustos con su aprendizaje, pensar que no están al parejo de los demás, exigirles lo que aún no pueden hacer, pues pensamos que es fácil.
Se violenta la relación, pues a la mitad de la jornada escolar diaria ya se habrán llevado unos buenos regaños. Por muy buen espacio que hayas puesto en el área de trabajo asignada, no deja de ser tu casa y ellos lo saben. Entonces comienzan los antojos de comer, los motivos de distracción, el homeschool de los otros hermanos, los materiales de trabajo que no hay en casa, las interminables tareas por entregar, y todo esto pagando la misma colegiatura al colegio porque es lo justo, pues finalmente ellos también están trabajando, pero vuelvo a hacer la pregunta: ¿Vale la pena?
Sí, estamos en un tiempo inusual, en donde deberíamos de privilegiar otros tipos de aprendizajes de vida y ser más pacientes con cada uno de los momentos que hemos ido resolviendo como familia, pero se ha alargado ya demasiado esta cuarentena y todos necesitamos volver a mover el barco y llevarlo a puerto seguro. Lo que sí sabemos es que, si guardamos las medidas de protección necesarias, vamos a lograr salir más rápido de esta mega prueba.