Vivimos en una época donde el tema de derechos humanos y el cuidado a una vida digna –en la solidaridad, igualdad, justicia, y libertad– se encuentra a la vuelta de cada esquina. Pero dejando de lado las terriblemente indignantes realidades nacionales e internacionales en temas de derechos humanos, y ponemos foco a la vida cotidiana de los solteros y las solteras, podríamos ver que el tema de la igualdad deja mucho que desear en cuanto a la valoración, trato y concesiones de quienes vivimos en soltería.
Sabemos que la igualdad aplicada de manera “absoluta” terminaría siendo injusta: dejaría de ver las diferencias existentes entre las personas, y con ello lo que cada una de ellas requiere; pero es justamente por eso que notamos que en la raíz de las ordinarias creencias de la gente, a las personas solteras –de manera sutil, velada y en muchos casos no claramente consciente– se nos enjuicia desde el reino de la pareja considerando nuestro estilo de vida, nuestro estado civil, y nuestras preferencias y elecciones, como deficitarias.
Solteras y solteros cargamos estereotipos que nos hacen sentir no solo prejuzgados, sino en muchas veces señalados y discriminados.
Y esto tiene mucho que ver con la manía de exaltar la vida en pareja, sobre todo la matrimonial de los que están bien casados. No estoy en contra del matrimonio, ni desprecio la vida de a dos ¿pero de ahí a afirmar que estar casado es mejor que vivir en singular? Y peor aun, ¿considerar que las personas casadas saben lo que necesitamos (lo que sufrimos, lo que disfrutamos) los solteros?
El solterismo y la matrimania
Bella DePaulo, psicóloga, investigadora social, y escritora norteamericana, autora de Singled Out, introduce a nuestro lenguaje el término de solterismo al considerar que en pleno siglo XXI enfrentamos un problema que no ha sido visibilizado, nombrado, y por tanto resuelto. DePaulo afirma que hablar de solterismo es hacer visible la marginalización y estigmatización que cargamos las personas solteras por nuestras elecciones de vida. Agrega que la palabra solterismo destaca solo la mitad del problema que enfrentamos, ya que la otra mitad consiste en glorificar al matrimonio y a la vida en pareja, especialmente en las diversas versiones de “Tú eres mi todo” o “Tu y yo somos uno mismo”. A esta exaltación matrimonial ella la nombra matrimania.
Quizás hablar de solterismo, igualándolo a otros ismos como clasismo, racismo, sexismo, o heterosexismo, sería motivo de fuertes críticas. La soltería no se encuentra en la misma categoría de muchos grupos que han sido brutalmente estigmatizados; hasta donde sabemos nadie ha sido torturado y llevado a la muerte por vivir en soltería. Sin embargo –de manera implícita o explícita– circulan en nuestra sociedad prejuicios sobre la vida en soltería: la gente soltera sufre más, se siente sola, envidia a los que tienen pareja (¡cuando no es que se las baja!), y su único objetivo en la vida es ¡conseguir una!
De los prejuicios hacia los solteros
A esto se suman todas las adjudicaciones que van de boca en boca como la causa de esta “temible condición”: tiene fobia al compromiso, seguro es muy quisquilloso, tal vez trae una serie de traumas que le impiden relacionarse. Y no falta quien piensa que el o la susodicha soltera pueda ser gay o lesbiana (lo cual para mucha gente sigue suponiendo un problema). Y así, entre uno y otro cuchicheo, se confirma que las personas solteras estamos incompletas y somos inmaduras, eso si bien nos va, pues no falta quien nos cuelga atributos de promiscuos, poco comprometidos, y egoístas también. Con este estuche de calificativos se rigidiza el mito que afirma que el matrimonio logra transformar a las personas solteras –con todos sus estigmas– en cónyuges maduros, y en personas comprometidas, entregadas, y generosas.
¿Cómo explicar que quienes vivimos en soltería sí tenemos una vida propia? ¿Cómo hacer honrar muchos de los propósitos de nuestras vidas y de los valores que practicamos? ¿Cómo explicar que la vida en singular no es una vida sin valores, sin familia, sin sueños más allá de encontrar una pareja para poder vivir felices para siempre? Y sobre todo ¿cómo hacer frente a esos tratos desiguales que van, desde las supuestas responsabilidades que se nos adjudican por estar “solos” (cuidar a mamá, llevar más carga de trabajo a casa, o dormir por default en el sillón de la sala durante las vacaciones), hasta ser objeto de francas desventajas económicas, legales y sociales en términos de ofertas de consumo, adquisición de seguros, y posibilidad de heredar ciertos bienes y servicios a gente cercana que no es un hijo o un familiar?
En muchos contextos aun se deja sentir que si eres soltero y no tienes pareja, (o si la que tienes no es una “pareja formal”, como si solo el matrimonio pudiera formalizar una relación amorosa), poco importa lo que hayas construido por ti mismo en términos materiales, profesionales, sociales y familiares. Nada importa tanto como tener a tu media naranja.
El peso de estos estigmas, prejuicios y desigualdades es incluso introyectado por muchas personas solteras, de modo que ellas se convierten en sus propios verdugos, e interpretan sus experiencias de discriminación, de exclusión o de imposición de estereotipos, de manera personal, como si algo fallara en ellas, como si fueran efecto de un fracaso propio, obviando de algún modo que tienen que buscar la forma de salir de esto y dejando de ver que esa forma de concebir la soltería es resultado de una cultura dominante que nos lleva a todos a creer que vivir en soltería implica ser un “ciudadano de segunda”.
DePaulo insiste que cuando sexo, paternidad y economía solo podían vivirse en el paquete del matrimonio, las diferencias entre la vida en soltería y la vida en matrimonio eran abismales: solo no se podía sobrevivir ni física, ni económica, ni socialmente. Esta realidad trazaba una clara línea divisoria entre la gente soltera y la casada. Sin embargo, hoy se han desmembrado los componentes que antaño solo se podían vivir dentro de la institución matrimonial, con lo que se abren distintos escenarios y muchas posibilidades de vida.
Pero es justo cuando la existencia se hace más diversa y compleja, que la gente se aferra al conocido refrán: cualquier tiempo pasado fue mejor. Así se polarizan soltería y matrimonio: del lado del solterismo, todo lo que muestre valor, deleite o recompensa, es disminuido, mientras que del lado de la matrimania se exacerba la magia de la vida en común, sin cuestionar si esa forma de vivir es realmente la fuente de gozo, auto realización y madurez que tanto proclama.
Aún así, hoy las personas solteras podemos dignificar nuestro estilo de vida, llevar la frente en alto, y disfrutar nuestra soltería en la sociedad. Ya es tiempo de acceder a un trato igualitario, y de mostrar al mundo, no que estamos en contra de la vida de pareja –de hecho muchos tenemos pareja o hemos vivido en pareja– sino de que tenemos construida una vida rica en significado, con multiplicidad de intereses, y dentro de entrañables conexiones sociales. De hecho, todos los ciudadanos del siglo XXI hemos de estar preparados para alternar periodos de soltería y periodos de vida en pareja, y confirmar con ello que las personas solteras también podemos “vivir felices para siempre”.
* Tere Díaz es autora de los libros Celos, Volver a empezar, 29 claves para encontrar pareja, Cómo identificar a un patán y ¿Me quedo o me voy?, además es psicoterapeuta, docente, coach, investigadora, capacitadora, tallerista, conferencista e invitada frecuente a todo tipo de medios.
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