Bienestar

La cueva de Ali Babá

Por: L´amargeitor 23 septiembre 2024 • 4 minutos de lectura

La nostalgia transporta a lugares felices y cuando la vida te atropella es muy fácil quererte estacionar en esos recuerdos pero la realidad es que las cosas, buenas, malas, regulares… pasan, todo pasa.

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Ilustración: @caosilustrado

Tengo un sueño recurrente, bueno en realidad tengo varios, como ese en el que estoy en la cueva de Ali Babá (o en una joyería gigante) y me dicen que tengo un minuto para llevarme lo que quiera y mi yo del sueño, en lugar de agarrar toooodo lo que pueda y meterlo en un costal, ¡me pongo a escoger y obvio se me acaba el minuto y no agarré nada! Aparentemente lo picky no se me quita ni en sueños y cada que despierto de este, estoy enojada conmigo misma por babosa; pero el sueño del que hoy les quiero platicar es ese en donde estoy volando (en muchos de mis sueños favoritos estoy volando) sobre la casa de mis abuelos en Valle de Bravo donde pasé tantísimas vacaciones con ellos, mis papás, mis tíos, mis primos, mis amigos, mis hijos, mi hermana, mis sobrinos... los veo, nos veo, me veo. De este sueño siempre me despierto con una nostalgia profunda queriendo volver a vivir ahí, cuando todo era fácil, cuando estábamos todos.

La nostalgia es eso que sentimos al recordar cosas, personas, lugares, situaciones, que nos hicieron felices, lugares seguros, momentos que nos hacen sentir calientito el corazón. Hay cosas que dan golpes de nostalgia infalibles, cortos, que nos hacen sonreír (o en sentido contrario, darte un escalofrío): un olor, un sabor, una canción un lugar y luego, hay putazos de nostalgia que llegan sin avisar y te doblan las rodillas.

Así me pasó el otro día en medio de mis vacaciones una noche viendo el cielo más espectacular que he visto, con la vía láctea completa y en todo su esplendor, cuando de pronto sin avisar, me acordé de mi papá, de cuánto lo extraño, de cuánto le hubiera gustado ese lugar en el que yo estaba, de todos los viajes que hicimos juntos, de la vida cuando estaba él y de esta en la que ahora estoy yo. De ahí, porque soy una atascada profesional en todo lo que hago, incluyendo lo de la nostalgia, me fui como hilo de media a todas las cosas en mi vida que ya no eran, empezando por supuesto por mí: qué pinche nostalgia pensar en esa persona que he sido en cada momento de mi vida y ni se diga la que me da de pensar en lo que eran mis rodillas, mi metabolismo, mi resistencia a las desveladas, mis hormonas (¡dios míiiiooo extraño a mis hormonas!), o mi energía.

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Qué nostalgia los tiempos en donde mis hijos eran bebés y niños chiquitos, unas remoritas siempre pegadas a mí, qué añoranza las tardes de amamantar, de jugar y escuchar sus vocecitas cantando y hablar sin parar, la hora de leerles el cuento de la noche, o ver sus caritas el día de navidad a ver qué había traído Santa.

De ahí me fui un poco más atrás a las épocas en donde decidí construir mi vida con alguien más pensando que ahí me quedaría, qué ternura y qué nostalgia la ilusión de las ilusiones pasadas ¿verdad?…mentiría si no dijera la nostalgia que me da pensar en los tiempos en los que éramos 4.

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Y pues para no hacerles el cuento más largo, acabé en lo que mi amiga Oprah llama acertadamente: the ugly cry, la chillada en donde te descompones completamente, no puedes parar y llega un momento en donde ya no sabes ni por qué chillas y “entons” decides chillar por todo, no vaya a ser que algo se quede sin chillar.

En algún momento de la historia, se pensó que la nostalgia era una enfermedad mental, hoy se sabe que es un sentimiento como cualquier otro, pero lo que seguimos sin saber, a veces, es cómo carajos se hace para no estacionarse en ese lugar para no quedarnos a vivir en el pasado. Porque la nostalgia transporta a lugares felices y cuando la vida te atropella es muy fácil quererte estacionar en esos recuerdos y aferrarte a que todo siguiera igual, pero la realidad es que las cosas, buenas, malas, regulares… pasan, todo pasa, todo cambia, todo se mueve, todo el tiempo, ¡pinche impermanencia inclemente!, pero pretender quedarse idealizando lo que fue, lo que era, es una trampa mortal que nos impide movernos al futuro y nadie estamos aquí para desperdiciar la vida.

...lo que seguimos sin saber, a veces, es cómo carajos se hace para no estacionarse en ese lugar para no quedarnos a vivir en el pasado.

Hay muchas formas de nostalgia y muchísimas circunstancias que nos harán sentirnos nostálgicos de vez en cuando, se vale chillar, nada más sanador que echarse un viaje al pasado y una buena chillada mientras vez las estrellas o sueñas que vuelas encima de casa de tus abuelos y ves lo que era tu vida. Pero la nostalgia nos permite también mirar lo afortunados que hemos sido, los momentos increíbles que hemos vivido, y la gente que la vida nos ha regalado, sí, a veces la nostalgia, también hace sonreír.
Pero, no cabe duda que entre todos los tipos de nostalgia, la peor, como dice mi amigo Sabina, es la “de añorar eso…que jamás sucedió”, así que acuérdense de vivir el hoy despiertos, o dormidos, para que la próxima vez que sueñen que están en la cueva de Ali Babá, en lugar de ponerse a escoger 🙄🙄🙄🙄 agarren toooodo lo que en ese momento hay porque quién sabe cuánto va a durar.

Web: www.lamargeitor.com
IG: @lamargeitor

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