Si vamos a hablar de sexo, tenemos que dejar claro muchas cosas antes de resolver problemas que quedaron pendientes por la pésima (o inexistente) educación sexual que recibimos en la secundaria y preparatoria. Y para ello, tenemos que regresarnos mucho: de qué hablamos cuando hablamos de sexo, qué es el género y por qué, pareciera, en estos tiempos cada quien entiende –y vive— estos dos elementos de su identidad completamente diferente a como lo entendían nuestros padres.
Por qué sexo y género no son lo mismo
Por años, e incluso en el sistema legal, género y sexo se consideran sinónimos: tenemos que llenar una casilla cuando vamos al doctor o al abrir una red social, y pareciera que no hay una diferencia real (que afecte la vida diaria) si no hiciéramos la diferencia entre los dos. Pero la hay, y necesitamos entender cómo se ha construido esta diferencia.
Una versión muy resumida de esta diferencia es que el sexo se refiere a la dimensión biológica que distingue entre hombres y mujeres, mientras que el género es la construcción social elaborada a partir de esa asumida diferencia biológica. Vaya: los roles de género remarcan diferencias sociales construidas históricamente para determinar el papel que política, económica y socialmente cumplen las personas dentro de una sociedad específica.
Esta diferencia es importante porque desde hace más de trescientos años en Occidente (y desde siempre en otras partes del mundo) se ha confrontado la idea de que las cuestiones biológicas del sexo determinan los roles sociales de los individuos: Tendemos a creer que esas diferencias son universales y ahistóricas, o sea, que las mismas reglas han aplicado a lo largo de toda la humanidad y en cualquier sociedad. Sin embargo, nada podría ser más falso. Así como hubo ejércitos liderados por mujeres en el África medieval y mujeres esclavistas en el sur estadounidense del siglo XIX, cientos de culturas dividían sus sociedades en tres, cuatro o hasta ocho géneros diferentes.
Por otro lado, la existencia de personas intersexuales desafía la idea de que haya sólo dos géneros biológicos: decenas de condiciones fisiológicas, géneticas y morfológicas complejizan la diferencia “tajante” entre macho y hembra y no se tratan de casos extremos, ¿sabías que hay más personas intersexuales que pelirrojas?
Las personas trans y no binaries ponen en crisis, también, un sistema binario como este en el que vivimos: si el sexo es una “realidad biológica insalvable e inalterable”, ¿cómo se explica, entonces, la existencia en todas las sociedades y a lo largo de la historia, de personas que vivían “como el otro sexo”?
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¿Por qué el sexo y el género (a veces) sí son lo mismo?
Si bien es “fácil” trazar la diferencia entre sexo y género por escrito, lo cierto es que social y hasta políticamente es un problema complicado: desde el momento que nacemos, se nos imponen cuestiones sociales porque se leen características biológicas en nuestros cuerpos. La forma como nos vestimos y comportamos (reforzando o retando esas expectativas de género) también se convierte en un juicio sobre nuestros cuerpos, y las personas trans constantemente son atacadas y señaladas por “querer ignorar la biología”.
La teoría queer, de la mano de autorxs como Judith Butler o Paul B. Preciado, se preguntan constantemente por las formas como la población LGBT+ reta y reformula las normas y leyes alrededor de los cuerpos y, con ello, las expectativas sociales de los géneros; sin embargo, piensan y teorizan más sobre las formas como esas reglas y leyes oprimen a toda la sociedad: cómo hombres y mujeres se ven presionados para performar el género en el que viven o cómo, en sociedades más conservadoras, no hay oportunidad alguna de “experimentar” una expresión que rebase los límites de esas reglas.
La expresión de género es el ejercicio plenamente individual e idealmente libre para que una persona “performe” el género en el que vive: sabemos que no todas las mujeres se maquillan o usan vestidos, ni que todos los hombres usan playeras de futbol; sin embargo, esta diversidad de expresiones, en sociedades violentas, se ve cooptada para que “no haya dudas” sobre “quién es hombre” y “quién es mujer”.
¿Y las personas trans, nb e intersexuales?
Las personas trans, nb e intersexuales retan constante y profundamente los “ideales” sociales sobre qué y quién es hombre y mujer: en ocasiones es a través de hacer evidentes las falsedades sobre las que se construyeron esas diferencias, y a veces lo hacen a partir de llevar al extremo esas leyes.
Estas reglas y expectativas violentan a todas las personas que salen de lo que, efectivamente, es una caja que sigue haciéndose más pequeña: históricamente, las mujeres trans y la comunidad LGBT+ ha dado las herramientas y señalado la lucha para construir una sociedad más equitativa, una sexualidad más plena, y una identidad más amplia.
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