México es el único país que pudo convertir el español, idioma de Miguel de Cervantes, en un juego de palabras con doble sentido cargado de índole sexual, que conocemos como albur, una forma indudablemente ingeniosa de hablar del mexicano que se ha convertido en parte del folklor, pues aunque no es precisamente poético, tampoco es vulgar o soez, como se cree comúnmente.
La clave del albur es convertir frases que parecen inofensivas y coloquiales en una especie de competencia coital, tomando objetos de la vida diaria en la espada que atraviesa a nuestro contrincante, especialmente si estos objetos tienen una relación fálica, tales como la berenjena o el chile, y en especial, este último condimento tiene conexiones de índole sexual que datan desde la época prehispánica, al igual que el juego del albur, que se conocía como cuecuechcuicatli o canto travieso.
Pero la forma fálica del chile no es lo único en lo que nos debemos fijar cuando lo unimos directamente al albur mexicano; que desde antes de la conquista, este se relacionaba con el órgano reproductor masculino; pues este también tiene semillas, provoca calentura, quema, saca lágrimas y, sobre todo, pica.
No podemos hablar del chile como parte del albur mexicano sin mencionar La historia de tohuenyo, un cuecuechcuicatli de origen tolteca que tiene al chile como elemento central de doble sentido, y que nos habla de este forastero huasteco, cuya identidad verdadera es del mismísimo Tezcatlipoca, dios azteca de la noche, quién hechiza a la princesa del reino Tolteca, hija de Huémac, vendiendo chiles, pues ella queda hipnotizada después de ver el chile de este viajero.
Es el tohuenyo, que está vendiendo chile, le ha metido el fuego, le ha metido el ansia
Incluso en las pinturas referentes a esta historia, se puede ver al viajero con un chile en el centro de la entrepierna, convirtiéndose en el centro de este relato erótico con un sentido subterráneo que hasta el día de hoy forma parte de la jerga mexicana dentro de esta reconocida escaramuza verbal. Pero esta no es la única referencia de este fruto ancestral en las culturas prehispánicas, pues también, el chile era considerado un afrodisiaco por los mexicas, pues este era relacionado con la diosa de la lujuria y los amores prohibidos, Tlazólteoltl.
Sacar la idea del chile como parte del lenguaje de doble sentido de los mexicanos, que se presentan en este tipo de frases en cajones, y en diferentes variedades, como el chile relleno y el chile pasilla, todos y cada uno de ellos toman un contexto muy diferente en este enfrentamiento sutil e ingenioso, que ha sido manejado magistralmente por maestros del idioma coloquial, como Chava Flores, en su tema titulado ‘La Tienda de mi Pueblo’.
Desde Apizaco ayocotes mandaba traer; exportaba el chipotle en cajones, también la memela; chupones para el bebé, de un agorero hasta un buey, chochos y mechas, bizcochos, tiraba rayuela; el día de madres vendí lo que el día veinte metí: nabos, zanahorias, ejotes y chile en cazuela.
Quizá estas oraciones cobren un sentido literal dentro de la mente de la mayoría de las personas de habla hispana, sin embargo, muchos mexicanos pueden descifrar una parte sustancial de las referencias sexuales escondidas en estas palabras.
Aunque podemos tomar muchos objetos con forma fálica para demostrar nuestra proeza en el duelo del albur, debemos sentarnos para analizar la idea de que el chile es sin lugar a dudas la referencia estrella de estos, pues no solo forma parte de nuestra oferta gastronómica en México, también es un legado de nuestros ancestros.
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