Cuando pensamos en el Día de la Candelaria , de inmediato nos llega a la mente un delicioso tamal acompañado de un sabroso atole calientito, y mientras más se acerca el 2 de febrero, vemos que más negocios comienzan a anunciar sus recetas de tamales con el fin de celebrar la purificación de la Virgen María y la presentación del Niño Dios en el Templo de Jerusalén.
Este festejo católico ha evolucionado de forma muy inesperada, pues antes de que se celebrara el Día de la Candelaria con tamales , ricos y pobres por igual se deleitaban el 2 de febrero con varios platillos hechos de pato, y es que en el México de esta época, esta ave era más que abundante, especialmente en la capital mexicana.
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Esto significaba, literalmente, comida gratis a donde voltearas, especialmente en los meses de invierno, donde parvadas de patos emigraban a la zona del lago de Texcoco, buscando un clima más templado, por lo que el antecesor de los puestos de tamal en las calles eran personas, con anafre vendiendo pato en diferentes presentaciones, acompañados de tortilla recién hecha.
Hasta principios del siglo XX, esta especie de ave era tan abundante que se consumía en todas partes, desde los hogares más humildes, hasta las mesas más lujosas, ya sea que el maridaje fuera agua de sabor y alipús, o vino y cognac del más codiciado por la alta esfera capitalina.
Esta no es la única diferencia de la celebración del Día de la Candelaria, y es que antes de vestir al Niño Dios y llevarlo a la iglesia, los campesinos solían llevar sus semillas y presentarlas ante la Virgen María, con el fin de que la Madre de Dios bendijera sus cosechas por los siguientes 365 días, para que crecieran abundantes y libres de toda plaga.
La tradición no terminaba ahí, pues las mujeres que se conocían como “pateras” solían arrojar las aves por las puertas y ventanas de la iglesia de Macuitlapilco (que significa “sobre chinampas”), ahora conocida como la Parroquia de la Candelaria, como obsequio a las personas, por ello, esta zona actualmente es conocida como Candelaria de los Patos.
Esta costumbre siguió vigente hasta inicios del siglo XX, sin embargo, la urbanización que involucró la desaparición del lago de Texcoco provocó que los patos dejaran de emigrar durante la época invernal, por lo que, poco a poco, la tradición de consumir esta especie en el Día de la Candelaria fue desapareciendo, hasta llegar a la transición de lo que conocemos ahora, donde comemos tamal y bebemos atole .
Vestigios de esta tradición y el folklore siguen presentes de cierta forma, y es que, aunque hoy en día celebramos con tamales, el símbolo de la estación del metro Candelaria (ubicado en la zona de La Merced), es hasta la fecha un pato, que nos recuerda que este platillo se servía en el pasado cada 2 de febrero para celebrar el Día de la Candelaria.
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