La historia a principios del Siglo XX en México resulta poco analizada después de la Revolución Mexicana y a pesar de que pasa desapercibida por muchos, la realidad es que la construcción del país como lo conocemos ahora se definió en los primeros 50 años del siglo pasado y es especialmente notoria en los movimientos artísticos, literarios y culturales, en específico, una figura de suma importancia y ciertamente polémica es Diego Rivera, quién a lado del arquitecto Ricardo Rivas y el ingeniero Eduardo Molina crearon la obra hidráulica titulada El Cárcamo de Dolores dentro de la segunda sección de Chapultepec en 1951; y en ella el reconocido muralista crearía la obra titulada El agua, origen de la vida; el misterioso mural de Diego Rivera bajo el agua que muy pocos conocen.
Esta obra, que actualmente está abierta al público, permanecería sumergida bajo el agua por 42 años y después de varias décadas intentando revivir el mural, finalmente iniciaría su restauración en los años 90, al ser suspendido el paso del agua, aunque sería expuesta al ojo público desde 2002.
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El mural de Diego Rivera bajo el agua está inspirado en la teoría expuesta por Aleksandr Oparin, donde postula que el agua es el origen de toda la vida en el planeta, donde se cumplirían ciertas condiciones dentro de la tierra primitiva, como la temperatura y la radiación solar, afectando las sustancias encontradas en los mares primitivos.
¿Cómo se ve el mural de Diego Rivera bajo el agua?
Dentro de El agua como origen de la vida podemos ver varios elementos que la forman y prestan a múltiples interpretaciones, como un trilobita, los primeros seres vivos en desarrollar ojos completos, igualmente podemos encontrar una de las primeras plantas en crecer en la tierra, llamada cooksonia y otros organismos que comenzaron a poblar el planeta, con unas imponentes manos en la parte superior del umbral del complejo hidráulico de donde nace el agua, y a sus lados, los obreros e ingenieros que formaron parte de la obra.
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Igualmente de la mano de Rivera, la estructura cuenta con una imponente estatua de Tláloc, dios de la lluvia en la mitología náhuatl, ubicada en su explanada central, posicionado en un plano horizontal con dos caras, una mirando hacia el cielo y la otra mirando hacia la entrada del cárcamo. La escultura permanece recostada sobre un espejo de agua y está conformada por mosaicos y piedra, además que es perfectamente visible desde un avión.
Sumándose recientemente a estas obras, el compositor Ariel Guzik nos deleita en el interior del cárcamo con su obra titulada La Cámara Lambdoma, que consiste de flautas colgadas en las paredes del recinto que al recibir la corriente de aire emiten un dulce sonido que evoca la calma del agua corriendo, que por los patrones, difícilmente suena de la misma forma alguna vez.
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