Cultura

Carlos Miguel Prieto y la Sinfónica Azteca: inculcar pasión por la música

Por: Paulina Gómez Mascarell y Beatriz Esquivel Franco 27 junio 2024 • 9 minutos de lectura

Maestro Carlos Miguel Prieto impulsa a los jóvenes músicos mexicanos y dirigirá la Sinfónica Azteca.

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carlos miguel prieto
Foto: Paulina Gómez Mascarell

Carlos Miguel Prieto actualmente es el director de orquesta mexicano más relevante de su generación, al frente de orquestas de jóvenes y adultos le ha dado la vuelta al mundo, y en particular resalta su labor de casi 20 años como director artístico de la Sinfónica de Minería.

Sin embargo, el maestro Prieto también tiene una gran trayectoria trabajando con jóvenes músicos y en julio de 2024 dirigirá dos conciertos muy especiales con los músicos de la Sinfónica Azteca en el Claustro de Santo Domingo, en Puebla, y en la Sala Nezahualcóyotl, en la Ciudad de México.

En resumen, la Sinfónica Azteca es un proyecto que impulsa a los jóvenes músicos mexicanos. A través de un arduo proceso de selección, 86 jóvenes de entre 16 y 25 años fueron seleccionados de entre 600 aplicantes, representando así a 21 estados del país. Además participarán 10 músicos y 13 maestros internacionales de la Orquesta de las Américas –con la cual Prieto lleva muchos años colaborando.

En entrevista con Carlos Miguel Prieto, conocimos más sobre lo que lo impulsa su la labor con músicos jóvenes, de la importancia que tiene para él la educación musical y, por supuesto, lo que representa una residencia y los conciertos que dará como director artístico de la Sinfónica Azteca.

¿Cómo es trabajar con orquestas juveniles?

Desde el 2002 formé parte del inicio de una orquesta que se llamaba la Youth Orchestra of the Americas, que se le conoce como la OA. Esa organización –que sigue hasta hoy y que acaba de dar un concierto con Yo-Yo Ma en Michigan– es una orquesta de jóvenes que le ha dado vuelta al mundo y que ha formado a muchísimos.

Durante 15 años hice giras básicamente todo el verano. A través de ese trabajo, conforme fui separándome de su edad, porque ellos cambian cada año y la edad de la orquesta es de entre 20 y 30 o 18 y 30, mientras que la mía [edad] va tristemente subiendo; otros grupos dicen: “Ah, pues ese cuate sabe trabajar con los jóvenes”.

Trabajar con los jóvenes no solo es trabajar musicalmente o que los sepas motivar o que sepas hacer música, sino es cómo lo haces.

Si tú llegas, empiezas a gritar y los presionas no va a ser una experiencia positiva. Ya he tenido experiencia con básicamente todas las orquestas jóvenes de importancia de este continente, inclusive en Estados Unidos, y sobre todo en la orquesta de jóvenes de Inglaterra [la Orquesta Nacional Juvenil de Gran Bretaña] con quien hice un Prom súper exitoso en el Royal Albert Hall el año pasado.

Cuando haces un buen desempeño, te llaman. Vino la orquesta de jóvenes de Europa a hacer un concierto en la FIL de Guadalajara y me llamaron a mí. Coincidió totalmente, tenía esos dos días y pues va, pero porque ya saben que sabes trabajar con los jóvenes.

¿Por qué has seguido trabajando con jóvenes?

Porque me motiva muchísimo, porque aprendo mucho de ellos, porque se vive la música de una manera diferente. Ellos al principio no tienen una forma de tocar y tú les pides una, ellos llegan a tocar la forma que tú quieras y después… tú ya no cuentas. Cuando digo que ya no cuentas, sí te siguen, pero ellos ya hicieron suya la interpretación y es una cosa fabulosa.
Cualquiera que trabaje con gente de esa edad y con ese talento, se da cuenta que llega un momento en donde te superaron a ti.

Eso para mí es lo más glorioso, decir: me puedo ir con el público. También es una manera de pensar mía: que no se trata de mí, se trata de ellos. Claro que haces el espectáculo y a veces hasta me pongo a bailar al final de los conciertos, [pero] no es eso, no sé cómo explicarlo…

El espectáculo no eres tú, el espectáculo es cómo tocan ellos, y eso ha llevado a muchas cosas increíbles para mí y para los chavos que no se pueden hacer con las orquestas profesionales.

Sí se ha dado con la Sinfónica Nacional, ha habido momentos en donde se ponían a bailar y tal, pero no es que yo estuviera esperándolo, no funciona así con los profesionales, pero con los jóvenes… ellos naturalmente lo hacen. Si tú le diste chance a una persona, el otro dice, pues yo también quiero.

En el concierto que tuvimos el 11 de junio –que por cierto hubo un componente muy bonito de orquesta de la Sinfónica Azteca–, yo le dije a unos chavos que podían improvisar en el encore. Improvisaron dos en el primer ensayo, después cuatro en el segundo ensayo y en el concierto fueron ocho. Ese proceso es fabuloso porque los primeros en sorprenderte son ellos. Tú les dices: “¿les gusta improvisar?” Y hay tres o cuatro que son clase mundial de improvisación.

Todo eso que les platico es súper motivante para mí y que además ha sido parte de mi vida. Yo trato a los jóvenes igual que a los adultos y a los adultos igual que a los jóvenes, no separo porque además muchas orquestas de adultos tienen a jóvenes.

Soy claramente consciente que la experiencia que voy a tener ahora a final de mes con la Sinfónica Azteca va a iniciar una relación profesional también con algunos jóvenes que van a ser parte de las orquestas en México muy pronto. También, si tu quieres, es conveniente para mí, porque llegará un momento en donde yo voy a tener –si Dios me da– 80 años y voy a estar ahí dirigiendo. Algunos de ellos se van a acordar y van a decir “Ay, lo queremos porque nos hizo disfrutar la Sinfonía del Nuevo Mundo”. De eso se trata, por eso mi profesión no es como la de un bailarín en donde a mi edad ya estaría retirado hace 30 años.

En mi profesión yo puedo hacer mucho con poco. Aunque ya no tenga la capacidad de brincar que tenía antes o de bailar… o lo que tú quieras, es una parte super mental, que sí lo trabajo. Siempre estoy en movimiento, desde antes estoy pensando –ya ahorita estoy pensando– cómo voy a enfocar la experiencia con Sinfónica Azteca; qué repertorio es, cómo voy a enfocarlo, qué les voy a exigir, cómo voy a tratar ciertas cosas, lo tengo mentalizado para saber la estrategia.

Eso se aprende con experiencia, no digo que sea el mejor ni nada de eso, lo único es que yo tengo mi forma y que no cualquiera hace esa transición entre los profesionales y entre los jóvenes… o al revés, y por azares del destino a mí se me ha dado esa capacidad.

Ahorita está a punto de salir un nuevo website y habrá una página dedicada a educación porque para mí es una parte súper importante. Puede que sea algo que es un componente mayor de mi tiempo por cuánto me motiva y por cuánto me desmotivan las burocracias gubernamentales –que es un ruido horrible–. Entonces esa parte también dices “a la goma”.

Yo lo que quiero es inculcar una pasión por la música.

¿Cómo funciona la residencia que estás haciendo con la Sinfónica Azteca?

En la residencia tienes a 86 chavos, que tienes que traer de 21 estados, además los tienes que alimentar, más la posibilidad de que si alguien se enferma necesitas a un doctor, o sea, mil cosas. Pero la residencia es de ellos, no es que yo voy a estar comiendo, jugando fútbol con ellos –se podría dar el caso que sí–, pero yo no voy a estar ahí como en un cónclave.

Yo voy a hacer unos ensayos, quizá participe en algún seccional, pero otros maestros hacen seccionales cuando yo no estoy, etcétera, etcétera. Entonces es toda una preparación, y la residencia es básicamente cuatro, cinco, seis días de ensayos y, para ellos, de convivencia.

En la Orquesta de las Américas hemos tenido residencias de hasta 10 días incluso hasta dos semanas, en la NYO en Inglaterra –que son más jovencitos– tienen dos semanas y ahí hay más tiempo para hacer actividades.

El objetivo es unir a un grupo para que muy pronto sea coherente, cuando inicialmente ni se conoce o si se conocen [es] a través de un iPad.

Eso es parte de la residencia, de lo que hoy en día ya es una realidad en la educación musical porque piensa lo siguiente:

Imagínate a un oboísta en el medio de Chihuahua, en donde quizá hay cuando mucho un buen oboísta en una orquesta –y que seguramente no es un buen maestro–, digo ojalá me equivoque, pero es un caso hipotético. Las organizaciones como Esperanza Azteca o la Orquesta de las Américas –que por cierto tienen una hermandad– han logrado que a través de una academia, ese oboísta tenga clases con oboístas del Concertgebouw en Amsterdam, que además de que se le paga un poco, tiene esa parte didáctica desde su casa.

Todos los que somos profesionales, todas las personas que conozco, con muy pocas excepciones, tenemos un enorme placer en compartir cosas que hemos vivido para que los demás aprendan rápido lo que a nosotros nos tomó mucho.

Esto mismo es lo que hace que un maestro en Ámsterdam le pueda dar clases a un chavo en Chihuahua. [Después] llega a la residencia y en vez de virtual, se vuelve real. Para mí, esto es muy muy claro, el primer día ellos se están conociendo y más o menos son un grupo, para el tercer día –según la dinámica y las cosas que hacen y cómo se llevan– ya empieza a haber un grupo.

La idea es que para los ensayos la gente piense que llevas un mes.

En la música todo es súper intenso, tienes ensayos de 3 horas y haces más de lo que hace alguien en una oficina en varios días, porque el trabajo es súper comprimido y lleno de eficiencia, además, idealmente es la labor colectiva de un trabajo individual muy arduo. O sea, esos chavos ya tienen la música y ya la están estudiando para que los ensayos sean mejores.

Incluso les mandé un escrito de cómo me muero de ganas y que se preparen bien para que podamos trabajar al más alto nivel… bueno, no es que yo les exija como la Sinfónica de Nueva York, pero si ellos van preparados, se pierde menos tiempo y se trabaja a otro nivel.

Eso es lo que es la residencia, que incluye a veces cosas como hacer un seccional de percusiones con los chelos porque por ejemplo no ha funcionado. Eso se puede hacer al trabajar con los jóvenes, cuando en una orquesta profesional es toda una burocracia.

De los compositores contemporáneos que más disfrutas, ¿cuáles escucharemos con la Sinfónica Azteca?

De Gabriela Ortiz –que es amiga mía desde hace 25 años y que está teniendo un éxito abrumador–, vamos a hacer una obra que se llama Antropolis, que se trata de los antros de la Ciudad de México en las épocas del mambo, danzón, chachachá y los principios del punk. En vez de que cada movimiento tenga esos nombres, tienen el del antro. Pero no es no es un antro como [al que] mis hijas se van, es… como el California y esos lugares que tienen –o tenían– una propuesta musical.

Y es que cuando Gabriela era bastante joven, empezó ir a un lugar, pon que se llamaba… el Tutti Frutti que ya no sé si existe, pero eran unas épocas en donde lo punk en México era o prohibido o visto como terrible. Todos estos chavos no van a entender lo que son esos antros porque en muchos casos ni sus papás vivían, pero sí pueden conectar fácil porque pues hay ene mil fotos, videos de eso. [Por ejemplo,] hay un mambo de Perez Prado, pueden ver películas de Resortes, entonces esa pieza va a conectar de cierta manera con ellos.

Después hay una pieza que se llama Mariachitlán de Juan Pablo Contreras. Él es un tipazo, vive en Los Ángeles, pero es de Guadalajara, y es indescriptible porque le pasa lo mismo que a mí: que es güerito y le hablan en inglés, pero es súper tapatío y mariachi.

Mariachitlán son como sones del Mariachi de Blas Galindo pero como hoy. Ahora los mariachis tocan de forma diferente a entonces; piensa en el mariachi tradicional y el mariachi del tipo del mariachi loco, está presente esa melodía, pero hay ese ambiente que no lo había antes en el tradicional.

De hecho hice un par de giras con el Mariachi Vargas en la época en donde estaban considerando tocar “Mariachi loco”, y había un sector de los más viejitos diciendo “no, eso no se debe hacer”, hasta que llegó un punto en donde les pedían y les pedían, hasta que ya lo hicieron y lo hicieron suyo.

Todo eso que parece muy sencillo también es parte de lo que [los jóvenes] deben de aprender. Algunos deben ser de Guadalajara, que es un idioma diferente para las trompetas y para las cuerdas, entonces va ser divertido. Esas dos piezas son difíciles, pero son muy divertidas.

Después hay una sinfonía de Dvořák que es muy de repertorio, la Sinfonía del Nuevo Mundo, una de las grandes obras. Ésta será un trabajo un poquito más serio, pero es una obra muy juvenil, muy entendible y sobre el fenómeno de la migración.

Dvořák la escribió cuando Estados Unidos le abrió las puertas y usa melodías de Iowa y de otros lugares, eso es algo que también es parte de hoy y que es importante hablarlo con los chavos.

Ellos son ciudadanos del mundo y tienen que poder tocar esto, esto y esto, y la música es un pasaporte.

Yo pude haber escogido otro tipo de compositores con música más compleja, pero para esta edad prefiero que conecte con esto que les cuento.

Por eso creo que está muy bien hecho el programa y se va a trabajar bien. Si el programa no tiene éxito es que o la gente está dormida o no vino. Pero la realidad es que está bien diseñado y que además tenemos este componente de los compositores que estarán presentes, ya sea en un ensayo o en los conciertos. Esto es una gran oportunidad para los jóvenes porque además son personas que han tenido injusticias y mucho éxito.

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