El periodo del Barroco destacó en cada una de las bellas artes, desde la escultura, la arquitectura, la música, la danza, y, por supuesto, la pintura, donde relucieron algunas de las manos más virtuosas e influyentes de todos los tiempos, como Caravaggio o Rembrandt, y al igual que estos grandes pinceles, debemos señalar a Elisabetta Sirani, una estrella fugaz que destacó por una técnica única, con un mensaje transgresor, especialmente para el siglo XVII.
Sirani nació en Bolonia, el 8 de enero de 1638, hija de Giovanni Andrea Sirani, brillante asistente de Guido Reni; pincel reconocido por su trabajo en esta ciudad italiana, al igual que en Nápoles y Roma, conocido por sus motivos religiosos como El arcángel Miguel y La conversión de Saulo; cuya influencia en el trabajo de Elisabetta Sirani es innegable.
Algunos amantes del arte creen que fue el propio Reni quién tomó como alumna a Sirani, sin embargo, el pintor boloñés murió cuando la artista tenía apenas unos 4 años, pero fue su padre, Giovanni, quién imprimió el estilo de su mentor en el pincel de Elisabetta, pues fue Giovanni quién terminó algunas de las obras de Reni tras su muerte en 1642.
La vida de Elisabetta Sirani fue corta; murió a los 27 años a causa de un posible envenenamiento a manos de su sirvienta, Lucia Tolomelli; pero su legado, con trabajos sumamente notables, como Virgen y Niño, La Virgen Contemplando al Niño Jesús, o Porcia Hiriéndose la Pierna, que sumaron más de 200 obras en un corto periodo de 10 años.
Su estilo es considerado virtuoso, al grado de captar la atención de grandes figuras de la aristocracia, como la condesa de Brunswick, el cardenal Leopoldo de Médici, y el conde Carlo Cesare Malvasia; eclesiástico de la Catedral de San Pedro de Bolonia, que también fue educador de Sirani; quienes admiraban profundamente los trazos de Elisabetta, al igual que su rapidez para realizar sus pinturas.
A pesar de su corta edad, su habilidad en la pintura le permitió ser maestra de sus hermanas, Bárbara y Ana, entre otras alumnas, inaugurando de este modo la primera escuela de pintura enfocada en mujeres, y que no fuera un convento católico, en Europa. Entre sus estudiantes surgieron algunas de las pintoras más destacadas de su época, como Verónica Franchi y Ginevra Cantofoli.
El estilo tan peculiar de Sirani se enfocaba en temática religiosa, histórica o mitológica, especialmente en relación con la figura femenina, tal es el caso de sus vírgenes, sus heroínas de la antigua Grecia y Roma, o fuertes mujeres de la historia, como la faraona Cleopatra, cuya pintura de Elisabetta muestra el acto de disolver una perla en vinagre para sorprender a Marco Antonio.
Para Elisabetta Sirani, el pintar a las mujeres a las que ella admiraba la llevaron a salir del erotismo y sexualización con las que se solían representar por los pinceles del Barroco, por el contrario, Sirani se enfoca en exaltar el virtuosismo y fortaleza de cada una de sus heroínas, rompiendo el paradigma de género, sumamente notorio en dicha época, donde prevalecía la ideología católica.
El abrupto final de Elisabetta Sirani dejó un legado con una sensación de quedar inconcluso, pero esto no fue obstáculo para que se escribiera sobre ella en los libros de arte a partir del siglo XVII, además de la estatua que se esculpió de la artista en Bolonia, o los poemas que se escribieron en su honor, para rendir homenaje a su vida y obra.
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