Uno de los conquistadores más aclamados de la historia fue Alejandro Magno, cuyo nombre hacía temblar los corazones hasta de los más valientes guerreros, pero además de ser un gran estratega, el rey de Macedonia también era un hombre hambriento de conocimiento. Durante sus conquistas, Alejandro, el Grande, tuvo una enorme ambición de crear un recinto donde se podría resguardar todo tipo de conocimiento, así nació la Biblioteca de Alejandría.
La ciudad del mismo nombre se encuentra en Egipto, donde se ubicaba la isla de Faros, y fue fundada por Alejandro Magno en el año 331 A.C., después de tener un sueño donde un anciano le recitaba constantemente una cita de La Odisea.
Hay a continuación una isla en el mar turbulento, delante de Egipto, que llaman Faros.
La Biblioteca de Alejandría fue inspirada en las enseñanzas del maestro de Alejandro III de Macedonia, Aristóteles, y fue fundada con el objetivo de compilar todo el conocimiento existente en el mundo. Esta meta no resultaba imposible para el gran estratega, pues sus campañas de conquista lo llevaron a hacerse de un imperio que abarcaba buena parte de Asia y Europa.
Durante cada victoria, Alejandro comandaba a su ejército a confiscar todo tipo de libros, papiros y más escritos que se encontraran y por lo menos una copia era llevada al complejo. Se cree que la Biblioteca de Alejandría poseía entre 490 mil y 700 mil libros, convirtiéndola en el acervo cultural más completo y respetado en los tiempos antiguos.
En sus anaqueles se podían encontrar textos originales de grandes sabios de la antigua Grecia, como Ptolomeo y el propio Aristóteles, sumando a la importancia histórica del contenido de este sitio, además de pergaminos llenos de tradiciones judías y egipcias. El complejo también contaba con una traducción griega de los Himnos del Zoroastro, cantos compuestos por el profeta Zaratustra y los textos más sagrados de la religión zoroástrica.
Tras la muerte de Alejandro Magno, la isla siguió siendo un punto estratégico clave, donde se llevó a cabo la guerra entre Cleopatra y su hermano, Ptolomeo XIII, y aunque la emperatriz triunfó con ayuda del general romano, Julio César, esto significó una fuerte pérdida para la Biblioteca, que sufrió un incendio durante el sitio de Alejandría.
En dicha batalla, aproximadamente 40 mil papiros se perdieron a causa del fuego. Dicho incidente fue compensado con una donación de textos de la mano de la biblioteca ubicada en Pérgamo, cuyo tamaño era casi equiparable al recinto alejandrino.
Terminando el conflicto, la reputación de la Biblioteca de Alejandría se mantuvo en lo más alto, incluso en el periodo del Imperio Romano, donde aún llamaba la atención de grandes sabios y estudiosos. En este tiempo, Egipto pertenecía a Roma, lo que creó desinterés por este acervo de parte de los regentes que gestionaban el territorio a nombre del emperador.
Así, la gran biblioteca dejó de ser alimentada por textos renovados, fomentando el declive del sueño de Alejandro Magno, empeorando considerablemente cuando Roma se convirtió a la fe cristiana. Para este punto en la historia, sacerdotes, representantes religiosos y fanáticos eliminaban cualquier texto que podrían considerar pagano, haciendo de la Biblioteca de Alejandría un blanco fácil de su religión.
La destrucción e incendio de la Biblioteca de Alejandría sucedió en el año 640, con la invasión de Arabia a Egipto. Esta orden fue dada por el Califa Omar, quien exigió que se destruyeran todos los libros que no estuvieran de acuerdo con las enseñanzas del Corán. Se cree que la quema de libros duró aproximadamente 6 meses, a raíz de la enorme cantidad de textos encontrados en sus anaqueles.
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