Cultura

Fundación de México-Tenochtitlan “en el ombligo de la luna”

Por: Arte & Cultura Grupo Salinas 13 marzo 2022 • 6 minutos de lectura

El 13 de marzo de 1325 es la fecha que marca la fundación de México-Tenochtitlan.

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Mapa Tenochtitlan
Mapa Tenochtitlan de la revista México This Month / Cortesía Arte & Cultura Grupo Salinas

Fuentes orales y pictográficas prehispánicas, junto a crónicas manuscritas del siglo XVI, sitúan en un lugar denominado Aztlán el sitio de donde partieron distintas tribus indígenas en busca del prodigio anunciado por su dios Huitzilopochtli: un águila sobre un nopal, devorando una serpiente, la señal convenida para detener su marcha y establecerse. Este indicio profético marca la fundación de México-Tenochtitlan, el centro político, social y económico del imperio mexica, que las fuentes señaladas sitúan el 13 de marzo de 1325 (2 casa en el calendario mexica).

Según refiere Hernando de Alvarado Tezozómoc en su Crónica mexicana, el proceso de migración tomó varios años antes de alcanzar la cuenca de México, pasando por diversos lugares y asentamientos en donde algunas tribus se separaron y se fueron estableciendo. La derrota de los tepanecas a manos de un grupo de tenochcas liderados por Itzcóatl, en 1428, marcó el inicio de la hegemonía del imperio mexica sobre la cuenca de México, mismo que llegó a su fin en 1521 con la caída de México-Tenochtitlan en manos de los conquistadores españoles.

Fundación de Tenochtitlan
Cortesía Arte & Cultura Grupo Salinas

Lugar en el centro de la luna

El nombre de la capital del imperio azteca es una fuente de información muy valiosa para los estudiosos. Tenochtitlan quiere decir “lugar de Ténoch” o “tuna de piedra”. En cuanto a “México”, en un principio era “Meshico”. En su libro Historia del nombre y de la fundación de México (1975), Gutierre Tibón explica que esta palabra procede de los vocablos metztli= luna, xictli= ombligo o centro (que entonces eran palabras sinónimo), y -co= sufijo de lugar. Así, México podría significar “lugar en el centro (u ombligo) de la luna”, o “en el centro del lago de la luna.”

Existe otra versión sobre el origen de “México” que igualmente ha sido aceptada. Se le atribuye a Huitzilopochtli, o “Mexi”, como también solían llamarle. Huitzilopochtli fue probablemente la deidad más venerada por los aztecas, pues es éste, la deidad de la guerra asociada al Sol, el fundador de Tenochtitlán. Es hermano de Coyolxauhqui, la deidad de la Luna. Fue él quien guio a los aztecas adoptando la forma de colibrí desde las tierras de Aztlán hasta su nuevo destino. De manera que a la actual capital mexicana se le consideró su lugar de residencia.

Cuenta un dramático mito prehispánico que Coyolxauhqui, la Luna, fue desmembrada por Huitzilopochtli y su cabeza arrojada al cielo, luego de que ésta intentase matar, junto a sus hermanos, a su madre Coatlicue (también llamada Tonantzin) que acababa de dar a luz a Huitzilopochtli producto de una concepción milagrosa. Las muchas partes que de ella quedaron fueron abandonadas en la tierra. El ombligo de la luna que es México podría haber encarnado esa otra parte de la Luna que quedó abandonada en la tierra, y que solo Huitzilopochtli podía encontrar. De ahí que solo él, en forma de colibrí, supiera exactamente dónde fundar la nueva nación, Mexihco-Tenochtitlan.

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Primer mapa de la gran Tenochtitlan por Hernán Cortés
Primer mapa de la gran Tenochtitlan por Hernán Cortés / Cortesía Arte & Cultura Grupo Salinas

El nombre de un país, un estado y una ciudad

Gutierre Tibón no deja de llamar nuestra atención hacia el hecho de que México sirve actualmente para designar tanto un país, un estado y una ciudad. Y nos hace ver que nos falta el gentilicio de la Ciudad de México. Porque mexicanos somos los que nacimos en este país, mexiquenses los que lo hicieron en el Estado de México… Pero, ¿y los que nacimos en la Ciudad de México? Además de capitalinos o chilangos, ¿no deberían decirnos mexiqueños?

En su libro, Gutierre Tibón también relata un episodio muy poco conocido de Moctezuma Xocoyotzin. Y es que el emperador azteca, a causa de los augurios, de los funestos presagios que antecedieron la llegada de Hernán Cortés, llegó incluso a intentar suicidarse. Nos cuenta que el tlatoani, verdaderamente abrumado y abatido al saber lo que les esperaba a él y a su pueblo, quiso quitarse la vida en Cincalco, un mundo subterráneo donde había puesto fin a su vida Huémac, el último rey de Tula. Y el acceso a este mundo subterráneo estaba en una cueva situada exactamente bajo el cerro del chapulín, en Chapultepec, o como los antiguos mexicanos lo llamaban Chapultépec.

Mapa Tenochtitlan
Mapa Tenochtitlan de la revista México This Month / Cortesía Arte & Cultura Grupo Salinas

A partir de la Cónica Mexicana de Hernando de Alvarado Tezozomoc, el maestro Tibón relata lo siguiente:

Cincalco, el reino de Huemac

“A orillas de la laguna honda, no lejos del Cerro del Chapulín, se encontraba un lugar llamado Tlachtonco por su pequeño juego de pelota. Allí iría Huémac para reunirse con Moctezuma y llevarlo a su reino infernal, Cincalco, que está en las entrañas de la tierra, debajo de Chapultépec. La señal sería la aparición de Huémac en la cumbre del propio cerro. La noche del cuarto día, los ayudantes del hueitlatoani atisbaron en lo alto de Chapultépec una piedra blanca incandescente, de la cual manaba una luz tan intensa que se veía la ciudad de Mexicco Tenochtitlan, los cerros que rodean el valle y hasta los árboles, como si fuera de día. Subió Moctezuma a la azotea del palacio y vio el portento”.

“A media noche, secreta y sigilosamente, Moctezuma abordó unas canoas con sus ayudantes.

—¡Vamos a Cincalco, muchachos, a la casa de Huémac!

Los jorobados y enanos estallaron en sollozos.

—No lloréis. Los reconfortó Moctezuma. En Cincalco viviremos eternamente, y nuestra nueva vida será de dicha perfecta. Allí ni siquiera existe la memoria de lo que es la muerte”.

“Al llegar, Moctezuma extrajo de un chiquihuite un cuero humano de un prisionero que había hecho desollar poco antes y se atavió con él. De otra canasta sacó un precioso penacho rosado de pluma de flamencos y se lo colocó en la cabeza. En los pulsos y los tobillos acomodó unos aros de cuero dorado y colorado. Se adornó, además, con orejeras de oro y se puso al cuello ricas cuentas de chalchihuites”.

El suicidio no llegó a consumarse por la intervención de un mancebo de nombre Tlacahuepan, que había sido escogido para representar al dios Huitzilopochtli todo ese año, pero que al final del ceremonial sería sacrificado. Tlacahuepan tuvo una visión, y corrió al cerro del Chapulín para impedir el autosacrificio de Moctezuma. Al verlo, le dijo:

“-Mi señor, apártate del camino que quieres tomar, el camino más cobarde. ¿Qué diremos a los que nos pregunten por ti? Les contestaremos, con gran vergüenza, que te huiste, que quisiste meterte secretamente al infierno. Pero ¿qué dirán nuestros enemigos, los de Tlaxcala, los de Huejotzingo y los de Cholula? Considera, mi señor, la deshonra que nos das a todos. Está escrito que habrás de ver lo que debe venir, y no lo puedes evitar. iOlvida tus sentimientos livianos, vuelve a Mexicco Tenochtitlan, sigue siendo la cabeza de tu imperio! Vámonos luego de aquí, que ya viene amaneciendo y nadie debe enterarse de lo que ha pasado”.

“Moctezuma suspiró profundamente; miró hacia el cerro de Chapultépec y vio que la gran luz que allí estaba poco antes, señal de la presencia de Huémac, se había apagado. Ya no vendría por él el rey del infierno. Miró a Tzoncoztli, avergonzado. ¿Cómo podía evitar que el doble de Huitzilopochtli, al que el pueblo honraba como al propio dios, mantuviese el secreto de su frustrado suicidio? ¿Matándolo de una vez? Imposible. Faltaban aún algunos meses para la fiesta en que Tzoncoztli había de ser sacrificado. Moctezuma tuvo una idea”.

“-Mancebo, tú no morirás en las celebraciones de tóxcatl. Pondremos a alguien en tu lugar. Pero tú no dirás qué ha pasado a nadie en el mundo. ¿Me lo prometes?

Tzoncoztli sabía que si hubiese dicho una sola palabra, Moctezuma habría quitado inhumanamente la vida a sus padres y a todos los demás miembros de su familia. Además se le abría una nueva y maravillosa perspectiva: la de sobrevivir, después de haber pasado casi un año como imagen viviente de Huitzilopochtli. Contestó:

-Mi señor: no tengas pena alguna. Mi pecho, hasta el fin de mis días, se ha de pudrir antes de revelar nuestro secreto”

Al final, Gutierre Tibón se pregunta si, tras la muerte de Moctezuma y ya liberado de su juramento tras ser bautizado, fue el propio Tzoncoztli quien reveló su secreto a Hernando de Alvarado Tezozomoc.

Salida de Aztlán

* Con información de Arte & Cultura del Centro Ricardo B. Salinas Pliego

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