Cultura

Juan Rulfo: una breve quemazón

Por: Abel Rubén Romero Morales 16 mayo 2024 • 6 minutos de lectura

Juan Rulfo es inequívocamente uno de los grandes narradores mexicanos. De gran renombre y prestigio… pero ¿cómo consiguió tanta notoriedad con una obra tan breve?

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Juan Rulfo
Juan Rulfo / Foto: Wikimedia Commons

En abril de 1955, para desprestigio más del reseñista que del reseñado, Alí Chumacero, poeta y entonces editor del Fondo de Cultura Económica, dijo sobre Pedro Páramo: “Se advierte […] una desordenada composición que no ayuda a hacer de la novela la unidad que […] se ha de exigir de una obra de esta naturaleza. Sin núcleo, sin un pasaje central en que concurran los demás, su lectura nos deja a la postre una serie de escenas hiladas solamente por el valor aislado de cada una”1. Fue en ese mismo año que el fuego iniciado por Juan Rulfo (1917-1986) se habría de extender por el mundo entero.

Quizá para nuestras mentes posmodernas la amplitud parece una gran cualidad. Lo cierto es que en la historia de la literatura lo “más” no siempre es mejor. Si bien existen autores, como el caso de Octavio Paz , prolíficos en escritura y publicaciones, no siempre han logrado sostener la calidad de su obra. Efraín Huerta dijo, en uno de sus famosos poemínimos y con precisión de leñador:

Inútil2

No por

Mucho

Publicar

Te consagras

Más

Temprano

Y parece cierto si atendemos a tantos autores cuyo número de títulos no respaldan su valor y, mucho menos, su importancia para los lectores. Gabriel García Márquez , quien se declaró rulfómano e incluso memorizador de cada palabra de Pedro Páramo, publicaba cualquier cosa que escribía. Si bien no podemos demeritar la obra del Nobel colombiano, tampoco parece posible afirmar que cada una haya superado el valor de las anteriores. Entre terregales y sendas diamantinas se entreveran los autores y los lectores que, al fin y al cabo, son lo mismo, pero al revés. Gabo dijo sobre su lectura de Pedro Páramo:

Aquella noche no pude dormir mientras no terminé la segunda lectura. Nunca […] había sufrido una conmoción semejante […]. El resto de aquel año no pude leer a ningún otro autor, porque todos me parecían menores. No había acabado de escapara al deslumbramiento, cuando alguien dijo a Carlos Velo que yo era capaz de recitar de memoria párrafos completos de Pedro Páramo. La verdad iba más lejos: podía recitar el libro completo, al derecho y al revés, sin una falla apreciable, y podía decir en qué página de mi edición se encontraba cada episodio, y no había un solo rasgo del carácter de un personaje que no conociera a fondo.
juan rulfo
Juan Rulfo en 1980. / Foto: D.R. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México
abril 19, 2024 01:35 PM • 6 minutos de lectura

Por qué Juan Rulfo obtuvo tanto prestigio con tan sólo tres libros

Bastaron a Rulfo tres libros para plantarse en el centro de la literatura: la colección de cuentos El llano en llamas (1953) y las novelas Pedro Páramo (1955) y El gallo de oro (1980, esta última de cuya publicación, se dice, Rulfo nunca estuvo muy convencido). Un puñado de páginas han resonado por doquier y en decenas de traducciones. Sin embargo, ¿a qué santo debemos el prestigio que Juan Rulfo logró a partir de una obra tan breve?

Debe pensarse, aunque sea un comentario habitual, que los grandes libros nos hablan, desde sus peculiaridades, de cosas que inmiscuyen a muchos. Si dudamos de la existencia de una naturaleza humana, quizás las mejores obras muestran aquello inherente a (casi) todos. En la narrativa de Rulfo podemos encontrar el tema de la muerte, sí, pero también habla de la inocencia de quien no alcanza a ser consciente de su propia maldad; crea espacios que son metáforas de otra cosa, que indican hacia otro lado y nos abarcan. Los personajes que transitan por climas inclementes, en medio del hambre, la prepotencia, la ira, el miedo, el deseo o la tristeza y que ignoran su crueldad, habitan las páginas de El llano en llamas y Pedro Páramo, y nos dejan con la sensación de algo inexplicable, pistas que no alcanzamos a descifrar y nos abandonan en un suspenso creativo que busca rellenar los espacios y acomodar las piezas.

Por otro lado, la obra de Rulfo, señalada como la cúspide y el desenlace de la narrativa que habla de (y surge paralela a) la Revolución Mexicana, despliega también la crítica que décadas atrás iniciaron Mariano Azuela o Martín Luis Guzmán, mostrando cómo el poder concentrado corrompe a sus portadores y el miedo, la desesperanza y la maldad no son potestad exclusiva de un bando ni pueden ser entendidos como el mundo en blanco y negro que venden los libros de la historia oficial. Los personajes cobran un relieve complejo a pesar de la parquedad con que el autor los presenta (ese poder sintético que aproxima a Rulfo a la poesía) y cuya condición moral resulta contradictoria. No hay buenos ni malos, parece decir, la humanidad está en un peregrinaje hacia un pueblo baldío poblado sólo por muertos.

Innegable resulta mencionar también que parte del reconocimiento de un autor se debe al contexto cultural y económico en el que crece. En el caso de Rulfo, si bien tuvo que ganarse la vida como burócrata o publicista de una llantera, también fue cercano a los intelectuales de su tiempo. El mismo Chumacero, quien escribió la desafortunada reseña sobre Pedro Páramo con la que abrimos este artículo, fue junto con Juan José Arreola, Ricardo Garibay, Miguel Guardia y Luisa Josefina Hernández, compañero de Rulfo en el Centro Mexicano de Escritores donde todos fueron beneficiados con una beca. Además, durante ese periodo, Rulfo recibe la asesoría de Arnaldo Orfila, Margaret Shedd y Ramón Xirau. Más tarde, en 1958, el jalisciense recibió la beca de la Fundación Rockefeller.

Juan Rulfo
Juan Rulfo / Foto: Secretaría de Cultura

Por otro lado, y más allá de la opinión de Chumacero, la primera novela del jalisciense resonó en otros círculos intelectuales importantes que constituirían aquel movimiento latinoamericano de escritores que en los años sesenta conformarían el denominado, para enojo de sus miembros, Boom latinoamericano, ese otro modo de reconocimiento a merced de la mirada europea y estadounidense. Aquí baste decir que, de entre aquellos autores, tanto García Márquez como Carlos Fuentes elogiaron la grandeza de la obra rulfiana la cual encontró pronto el eco internacional y su primera traducción al inglés en 1955.

Mas el prestigio lo otorgan principalmente los lectores: los tirajes que se incrementaron con las décadas hasta rebasar el medio millón de ejemplares, además de las más de 50 traducciones que revelan la importancia que tuvo en el trajín internacional, frente a un público ávido de saber y conocer lo que pasaba en la literatura de nuestros países y en nuestra lengua. Hoy mismo, los autores contemporáneos, en su sagaz mirada de lectores avezados, creadores y estudiosos, persisten en reconocer la enormidad de la breve obra rulfiana, la hoguera que sigue iluminando a la literatura de todos los tiempos.

Al preguntarle al respecto, Martín Solares, narrador, editor, coordinador de un taller de narrativa y diagramista de historias dice sobre Rulfo:

Lo han escrito otros, mucho mejor que yo. La gran Mariana Frenk, que fue su traductora al alemán, insistía en que Rulfo es tan importante para la novela moderna como Proust, Joyce, Kafka o Faulkner. Y García Márquez concluyó que si bien las obras completas de Rulfo apenas abarcan trescientas cuartillas,'son tantas y tan perdurables como las que conocemos de Sófocles’. Aunque en el momento de su publicación fue desdeñada por críticos y lectores, dado que la primera edición tardó un decenio en venderse, y que incluso su propio editor, Alí Chumacero, publicó una crítica tibia hacia la novela, el relato de Rulfo ha encontrado poco a poco a sus lectores. Su novela y sus cuentos son clases de maestría artística, en la medida en que recogen la herencia literaria existente y la llevan más allá. Si los cuentos son incendios, su novela es un delicioso espejismo, del cual no se quiere salir (tan pronto uno le encuentra el gusto al hecho de convivir con fantasmas). Su influencia es tan grande que al filo del Siglo XXI El País convocó a los mejores críticos hispanohablantes para decidir cuál era la mejor novela del siglo XX, y se eligió de manera unánime a la novela de Rulfo.

Solares ha dedicado en su libro Cómo dibujar una novela (Era, 2014) el ensayo “Viaje alrededor de un relato”, en el cual analiza algunos detalles modificados durante la creación de Pedro Páramo.

marzo 05, 2022 12:00 AM • 9 minutos de lectura

Maritza Buendía, narradora, ensayista y académica de pluma contundente y voladora, nos comenta sobre el autor de Pedro Páramo:

Cuando pienso en Juan Rulfo pienso en un autor que me ayuda a tratar de definir lo que es un estilo. Yo creo que es algo a lo que todos los escritores y escritoras aspiramos pero que difícilmente se logra. Difícilmente se llega a identificar cuando alguien tiene un estilo dentro de la literatura. En ese sentido, Juan Rulfo me ayuda a ejemplificarlo. El estilo es cuando tienes una voz inconfundible, cuando cualquiera, en cualquier circunstancia, leyendo lo que sea que esté leyendo, lo primero que piensa es: ¡Ah, este autor escribe como escribe Juan Rulfo! Es como lograr un sello o una huella, tener una impronta. Roland Barthes decía que escribir es dejar huellas y Juan Rulfo supo dejarlas en nuestra literatura.

Mas hablar de la brevedad de la obra de Juan Rulfo puede únicamente remitirse a la parte literaria. Si bien los tres títulos son el cuerpo canónico de su creación, también debemos citar su labor como fotógrafo , de la cual se conservan más de 7 mil negativos y se han expuesto únicamente 500 fotografías. Asimismo, Rulfo participó en filmes como El despojo (1960), Paloma herida (1962) y La fórmula secreta (1964). En cercanía con la creación del jalisciense, los lectores actuales entrañan también las cartas que escribió a su esposa, Clara Aparicio y que fueron publicadas en el 2014 por la editorial RM. Las dimensiones del hombre solitario y atormentado, creador de las desoladas historias de sus libros, se evaporan con la ternura de los testimonios más íntimos. Entre la muerte que lo circundó a lo largo de su vida, Rulfo se avivó como la quemazón de un llano donde todas las dimensiones, incluidas las de erotismo y la devoción amorosa, son posibles. Sea su fuego para todos.

Notas:
1Chumacero, Alí. “El «Pedro Páramo» de Juan Rulfo” en Revista de la Universidad de México, abril de 1955, disponible en: Revista de la Universidad
2Huerta, Efraín. Poesía completa. Ed. de Martí Soler y pról. de David Huerta, 3ª ed. México: FCE, 2014. P. 551.

Otras referencias:
Rulfo, Juan, Pedro Páramo, ed. De José Carlos González Boixo, 32ª ed. Madrid: Cátedra, 2020.
---------------, El llano en llamas, 5ª ed. Barcelona: Anagrama, 2004.

Solares, Martín, Cómo dibujar una novela, México: Era, 2014.

*Abel Rubén Romero es abogado a regañadientes y escritor. Estudió Derecho, Letras Hispánicas, Escritura Creativa y Arte y Literatura en la Universidad del Valle de México, Universidad Autónoma Metropolitana, Universidad de Sevilla y Universidad Autónoma del Estado de Morelos.

septiembre 03, 2024 12:01 PM • 2 minutos de lectura

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