La frivolidad y el egoísmo son cualidades con las que comúnmente se asocia a quien fuera la última reina consorte de Francia, María Antonieta de Austria. Un personaje que marcó la historia mundial con su personalidad y la legendaria frase: “¡Qué coman pasteles!”.
Sus excesos, su falta de empatía con el pueblo, pero sobre todo, los desórdenes financieros del Estado francés, el cual estaba representado por su esposo, el rey de Austria Luis XVI de Francia, y la política de resistencia al progreso de la Revolución Francesa provocó que la monarquía francesa fuera derrocada en 1792.
La juventud de María Antonieta y su rol diplomático en Europa
María Antonieta nació el 2 de noviembre de 1755 en Viena, Austria. Fue la undécima hija del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Francisco I y María Teresa.
Según historiadores, María Antonieta fue víctima de las circunstancias, fue elegida para crear un lazo con el país galo y sellar la reconciliación, de ahí que se pactara una boda con el delfín de Francia, Luis, nieto del rey Luis XV de Francia.
Se dice que la hija menor de la emperatriz María Teresa hablaba muy poco francés y su alemán era deficiente, es más, escribía pocas palabras. Sus tutores la catalogaron como impaciente y perezosa, pues no era capaz de terminar de leer un libro, sin embargo, era bastante diestra para asimilar la información que le daban y casi siempre sus juicios eran certeros.
Cuando se casó con el Delfín Luis, ella tenía 14 años y el 15. La boda fue suntuosa, pero no fue el hecho suficiente para que la corte francesa la recibiera con los brazos abiertos, ya que María Antonieta cargaba con el estigma de provenir de Austria, hecho que la siguió toda su vida.
Luego del fallecimiento del rey Luis XV en 1774, el Delfín Luis ascendió al tronó como el rey Luis XVI de Francia, por lo que María Antonieta se convirtió en reina, lo que nunca pensó es que se convirtiera en la reina francesa que marcó la historia.
María Antonieta y Luis XVI
La boda de ambos fue presagio de mal augurio. El rey XVI de Francia era tímido, aburrido y desatento, mientras que María Antonieta era desinhibida, le gustaba bailar y tener amigos.
Sin embargo, un gran problema que enfrentaron fue el sexo. No ocurrió. Se cree que la causa principal era que Luis tenía fimosis, es decir, tenía el prepucio demasiado estrecho por lo que no podía retraerse sobre el glande.
El secreto sobre la falta de sexo corrió a voces y se convirtió en la diversión del país. María Antonieta despotricaba en cartas a su familia todo lo que sucedía y su incapacidad por engendrar un heredero.
Pasaron siete años hasta que el problema físico de Luis se arregló, mientras tanto, el rey se refugiaba en sí mismo, sin hacerle caso a su reina.
Caso contrario fue lo que pasó con María Antonieta, construyó su propio círculo de amigos favoritos, mientras que las fiestas y los bailes eran una constante.
La incapacidad de Luis XVI para consumar su matrimonio y la falta de hijos de la reina inspiraron a sus rivales a hacer circular rumores sobre supuestas relaciones extramatrimoniales por parte de ella, situación que perjudicó su imagen sobremanera.
La historia indica que tuvo poca injerencia en la política del país, a diferencia de las amantes del difunto rey Luis XV, se dice que María Antonieta solo movía piezas políticas para favorecer a sus amigos.
En política exterior, encontró la oposición de Luis XVI en sus esfuerzos por promover los intereses austriacos, su hermano, el emperador José II, quedó decepcionado por su falta de éxito.
De la famosa frase: “¡Que coman pasteles!” a su muerte
La reina francesa que marcó la historia, sucumbió ante las peticiones monetarias de sus favoritos y realizó gastos que contribuyeron en menor medida, a la enorme deuda contraída por el Estado francés en las décadas de 1770 y 1780.
La personalidad del rey Luis XVI de Francia, llevó a la reina a tomar decisiones importantes ante la crisis de 1789, luego de que una multitud irrumpiera en la Bastilla el 14 de julio.
Incitó a su esposo a resistir los intentos de la Asamblea Nacional Revolucionaria de abolir el feudalismo y restringir la prerrogativa real, por lo que se convirtió en un objetivo clave para los agitadores.
Se dice que cuando le contaron a María Antonieta que la gente no tenía pan, ella contestó cruelmente: “¡Que coman pastel!”. Un hecho que nunca fue confirmado, es casi una leyenda.
A finales de 1789 la familia se convirtió en rehén del movimiento revolucionario, pese a que se quedó sin sus amigos, ya que emigraron a otros países luego de la caída de la Bastilla, fue el sostén de la Familia Real.
Fue en ese momento que María Antonieta desempeñó un papel importante en las intrigas secretas para liberar a la familia del cautiverio en París. Pidió ayuda a emigrados y amigos fuera de Francia.
El conde sueco Hans Axel von Fersen, el aristócrata francés Louis Auguste Le Tonnelier de Breteuil y el general realista François-Claude-Amour de Bouillé organizaron todo para que el rey y la reina de Francia escaparan, pero las fuerzas revolucionarias los detuvieron y los escoltaron de regreso a París, corría el año de 1790.
Estableció algunas negociaciones secretas e intentó convencer a Luis XVI de aceptar la constitución en 1791, al tiempo que instó en la necesidad de un congreso armado de las potencias para negociar desde la fuerza la restauración de la autoridad real.
En abril de 1792, Francia declaró la guerra a Austria. Las continuas intrigas de María Antonieta con los austriacos enfurecieron a los franceses y el odio popular hacia la reina impulsó el asalto al palacio y el derrocamiento de la monarquía el 10 de agosto de 1792
María Antonieta pasó sus pocos años de vida en prisiones parisinas. El rey Luis XVI de Francia fue ejecutado por orden de la Convención Nacional en enero de 1793, y para octubre, la reina estuvo frente al tribunal revolucionario. Fue guillotinada dos días después.
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