2020 significó una revolución para el mundo del arte y las industrias creativas en general, a consecuencia de la pandemia. Para el arte implicó la cancelación de las grandes ferias alrededor del mundo, el cierre de galerías y museos durante las fases más duras de contagio, la mudanza forzada a la esfera digital –a la que tanto se había resistido– y para muchos artistas, el paro total de actividades y venta, que con mucho trabajo habían logrado estabilizar sin pandemia.
Así como muchos negocios no sobrevivieron a la pandemia, pese a todo, el negocio del arte se mantuvo a flote.
Aunque los estudios cuantitativos de Art Basel indican una caída del 36% del mercado respecto a 2019, también es cierto que así como muchos negocios no sobrevivieron a la pandemia, pese a todo, el negocio del arte se mantuvo a flote.
Los conocedores aseguran que el arte es una buena inversión en momentos de crisis; muchos quieren vender para generar liquidez y los que compran, lo hacen en buenos precios. Por si esto fuera poco, el arte resignifica la vida y nos reenamora de ella, hecho que hace falta especialmente en los momentos difíciles.
Para los psicoanalistas, el coleccionismo deriva de la necesidad de llenar vacíos existenciales, y no es de extrañarse que así sea. Cualquiera se siente mejor con una obra de su artista favorito colgada en casa, donde este año, tuvimos que reencontrarnos con nosotros mismos y nuestras carencias personales.
El arte nos hace más interesantes y tiene la capacidad de inspirarnos para seguir adelante. Es una forma de trascender tanto como artista como coleccionista.
Este 2020, el principal cambio experimentado por el mercado del arte fue la necesidad de utilizar las nuevas tecnologías para vender, además de alejarse de los entrañables “aderezos” que implicaba el encuentro en las ferias de arte, los cocteles sociales, las inauguraciones y las subastas con los artistas, los galeristas, los coleccionistas y la socialité.
Sin duda, aumentó la visibilidad, se democratizó el público alcanzado y no se detuvieron las ventas para los que lograron entender las virtudes que ofrece internet, pues se modificó la estructura del mercado y su forma de desenvolverse.
Los conocedores aseguran que el arte es una buena inversión en momentos de crisis; muchos quieren vender para generar liquidez y los que compran, lo hacen en buenos precios.
El éxito logrado por las casas de subastas
La casa de subastas Christie’s optó por ser disruptiva y poner a la venta el esqueleto de un tiranosaurio rex, el cual fue expuesto en una gran vitrina que daba hacia la calle, en su sede de Manhattan. Con esto, se evitó el contacto entre la gente y generó una gran expectación a los medios alrededor del mundo.
Sotheby’s convirtió sus subastas en un espectáculo. Realizó grandes producciones con calidad de programa de televisión, en las que gracias a los movimientos de cámara y la capacidad histriónica del subastador, mantuvo al borde de la silla a sus espectadores y clientes conectados en vivo, sin estar en el salón de subastas.
Con ello lograron grandes ventas a lo largo del año, entre las que destacan la compra más alta de 2020. Se trató de un tríptico de Francis Bacon comprado por 210 millones de dólares; se sabe que era de un coleccionista noruego interesado en venderlo para donar los fondos a su fundación. Hacía 7 años, en 2013, que no aparecía un Bacon de esta importancia en el mercado; de hecho, en la historia, solamente ha habido seis trípticos que se han vendido en las últimas tres décadas.
Por otra parte, Sotheby’s señala que sus ventas por internet crecieron de un 2% a un 8%, primando todavía las ventas privadas; es decir, después de subasta con clientes ya acreditados. Consideran que las ventas en esta modalidad aumentarán un 50% en los próximos años, por lo que se han volcado en esfuerzos para mejorar los mecanismos.
Ambas casas de subasta se pelean el primer lugar en el mercado secundario del arte, aunque solo gestionan el 6% de lo ofertado a nivel mundial en este rubro.
En México, Morton Subastas hace un balance positivo: en 2020, se logró un “guante blanco”, que en el mundo de las subastas, significa el mayor de los éxitos al venderse la totalidad de los lotes en una noche. Se trató de la subasta dedicada a la colección y mobiliario del restaurante Sir Winston Churchill’s, que incluía el legendario retrato al óleo de Churchill, vajillas y copas, además del carrito de postres del lugar donde muchas familias mexicanas celebraron sus más entrañables momentos. En junio, cuando se llevó a cabo, los interesados permanecieron conectados a la subasta –realizada en línea exclusivamente– durante más de siete horas.
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Experimentos con las exhibiciones a distancia
En el ámbito del arte, los autores favoritos fueron Dr. Atl y Ricardo Martínez, quienes alcanzaron precios por encima de los dos millones de pesos. En obra gráfica, los mejor vendidos en México fueron Joan Miró, Pablo Picasso y Marc Chagall, logrando más de 140 mil pesos en originales múltiples firmados a mano.
En torno a las ferias de arte, aunque canceló su versión física, Art Basel Miami lanzó los online viewing rooms, cuyo principal atractivo fue la posibilidad de escuchar a curadores, coleccionistas y galeristas en vivo a través de Zoom, así como poder conectar públicos de entusiastas del arte de polo a polo alrededor del mundo con eventos digitales especiales.
México participó uniéndose a esta sinergia con un pabellón instalado físicamente en una casona en la calle Versalles de la colonia Juárez, donde varias galerías de alto prestigio, que en general participan en esta feria, instalaron obras en cuatro habitaciones y permitieron la visita física bajo invitación.
Un esfuerzo artístico: los open studio
Los artistas por su lado, con su característica sensibilidad y creatividad, hicieron su propio esfuerzo frente a los desafíos del presente: mientras la situación lo permitió, abrieron sus estudios como galerías, invitando a los interesados a visitarles en su intimidad.
Varios artistas comenzaron a gestionar sus propios proyectos y buscar a sus clientes, lo que hace al mercado del arte mucho más horizontal.
La feria de arte contemporáneo emergente denominada FAIN Feria se realizó en la Ciudad de México, a finales de noviembre, con gran éxito. Propusieron un circuito de estudios privados, en el que involucraron a varios artistas, quienes pudieron presentar sus obras a la venta, con precios especiales y mostrando parte de su proceso creativo in situ.
Así, cada día se ven en las redes sociales anuncios de open studio, en los que puedes inscribirte para visitar al artista en su casa. Esto permitió dos cosas: filtrar a los interesados serios y que el artista tenga trato directo con el coleccionista, sin despreciar los esfuerzos de los gestores o galeristas.
Incluso, varios artistas comenzaron a gestionar sus propios proyectos y buscar a sus clientes, lo que hace al mercado del arte mucho más horizontal y mejora las prácticas de profesionalización de los artistas.
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Previo a la pandemia, este tipo de prácticas eran poco usadas y en ocasiones, se consideraba que dañaban el mercado de los artistas al eliminar la distancia mística entre ellos y los espectadores. Sin embargo, la pandemia ha dejado en claro que hay que reinventarse en todos los sentidos y quizá alejar el elitismo para poder sobrevivir.
La innovación de la mano de la realidad virtual
En este sentido y aún con el reconocimiento de que la experiencia física no puede sustituirse con una experiencia virtual, por fin se abrió espacio para la innovación digital en torno a la cultura, con una mayor difusión y predominancia de exposiciones 360.
Mediante estas, es posible ver desde computadora y dispositivo móvil, con imágenes fotográficas, los espacios o las exposiciones casi tal cual son. Pese a que tienen un desarrollo de más de 10 años, apenas se está popularizando su uso, resaltando el ejemplo del museo de José Cuervo.
Por otra parte, de una manera más interesante, comenzaron a desarrollarse exposiciones en realidad virtual, bajo la tecnología utilizada por los videojuegos, en la plataforma Unity. Esto permite generar propuestas desde la esfera digital y no medianamente adaptadas de la realidad física a lo virtual. Aunque dicha tecnología se ha utilizado para otro tipo de ámbitos desde hace un par de años, es la primera vez que se adapta al espacio de la cultura.
La pandemia ha dejado en claro que hay que reinventarse en todos los sentidos y alejar el elitismo para poder sobrevivir.
Precisamente, el Museo de Arte Popular –gracias al apoyo de Amigos del MAP, su patronato, que cuenta con un grupo de jóvenes asesores– es el primero en invertir para desarrollar una exposición en realidad virtual dedicada a la relación entre la biodiversidad y la inspiración creativa, que estará disponible en las próximas semanas.
Para la exhibición, se diseñaron espacios arquitectónicos virtuales, se digitalizaron 50 piezas de la colección del museo con cámaras infrarrojas y fotografías milimétricas, y se realizaron grupos de enfoque para determinar si respondía a un recorrido intuitivo y posible para todos los públicos.
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Instagram, un aliado inesperado
Por otra parte, Instagram se convirtió en el más poderoso medio de conexión entre los artistas, sus públicos y sus ventas. Gracias a los IG Lives –a pesar de su no tan destacable calidad de audio o video–, se realizaron interesantes conversatorios que nos demostraron cómo es posible generar contenido de interés para audiencias más amplias.
Debido a su carácter visual y su posibilidad de ser visto en casi todo el mundo, el uso de hashtags y la respuesta inmediata, Instagram es ideal para el arte. No solo se encontraron allí los artistas, también galerías y centros de estudios artísticos que comenzaron a promocionarse por este medio.
Así, mientras unos se sentaron a llorar y quebraron, otros hicieron subastas digitales en vivo, abrieron sus espacios y su mente y comenzaron a crear el mundo del futuro, porque hay que aceptarlo, en la industria de la creatividad, nada volverá a ser como antes. Estamos frente al resto de su historia.
* Kristina Velfu es periodista especializada en la difusión del arte y la cultura. (Ig y Tw:
@velfu
)