El arte japonés influye en las corrientes y los movimientos artísticos occidentales desde hace muchos años. El impresionismo, por ejemplo, se inspiró en el denominado ukiyo-e o “pinturas del mundo flotante”.
Claude Monet y Edgar Degas bebieron en estas fuentes, particularmente en lo que se refiere a los temas, la composición y la perspectiva de los artistas nipones de este género.
Monet –autor de Impresión, sol naciente, la primera pintura impresionista reconocida como tal, de 1874– tenía tal debilidad por los grabados japoneses que adquirió una gran colección de estampas niponas, muchas de las cuales siguen decorando hoy las paredes de su casa en Giverny, Normandía.
Grabados realizados con xilografía
El ukiyo-e surgió en el denominado periodo Edo en el siglo XVII, y consiste en grabados realizados con xilografía sobre temas como el paisaje o el teatro y las casas de citas. Quiere decir “mundo flotante”, en alusión a que nuestro mundo es efímero y transitorio, ello como respuesta al concepto del mundo doloroso, una de las raíces de la filosofía budista.
Japón es también el hogar de formas de arte tan conocidas, populares y ancestrales como el origami o papiroflexia (doblado de papel para formar diversas figuras), el ikebana (arte del arreglo floral) y el kintsugi (técnica para reparar fracturas en cerámica con resinas y polvo dorado o plateado).
Además, la posguerra –tras la rendición japonesa durante la Segunda Guerra Mundial, en 1945– trajo consigo grandes cambios al archipiélago nipón, entre ellos el surgimiento de nuevos géneros y estilos artísticos, desde el gutai, un tipo de happening o arte de acción, hasta el manga, narración a partir de historietas de distintos estilos y temas.
Probablemente la creadora japonesa más conocida del siglo XX sea Yoko Ono, artista conceptual de artes plásticas y música que consiguió dar gran difusión a su obra por su condición de segunda esposa de John Lennon. Pero el arte contemporáneo japonés abarca muchos más campos, en los que derrocha energía creativa.
Japón es también el hogar de formas de arte tan conocidas, populares y ancestrales como el origami o papiroflexia, el ikebana (arte del arreglo floral) y el kintsugi (técnica para reparar fracturas en cerámica con resinas y polvo dorado o plateado).
Pop art japonés
Es el caso de Yoshitomo Nara, ícono del movimiento pop art japonés en la década de 1990; desde entonces, ha realizado casi 40 exposiciones individuales en todo el mundo. Es conocido por sus pinturas de niños y animales en apariencia inofensivos, pero en realidad peligrosos para los demás.
También destaca Yayoi Kusama, mundialmente conocida por sus coloridas pinturas, esculturas e instalaciones realizadas a partir de patrones repetitivos de puntos. Al cubrir superficies y habitaciones enteras con puntos, Kusama busca interpretar sus alucinaciones.
Takashi Murakami es el fundador del movimiento artístico superflat, un estilo caracterizado por contornos llamativos, colores planos y falta de perspectiva y profundidad. Sus motivos son casi siempre alegres, desde flores sonrientes hasta personajes muy estilizados.
Por su parte, Chiharu Shiota explora temas como la ansiedad, el silencio y la memoria, a través de sus obras a gran escala. Shiota utiliza miles de hilos, los cuales anuda y entrelaza cuidadosamente para cubrir los muros de habitaciones enteras. En esas “telas”, incrusta objetos como conchas, llaves y hasta sillas.
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Manga con protagonistas femeninas
Aya Takano es dibujante de manga, artista de superflat –el movimiento fundado por Murakami– y escritora de ciencia ficción. Sus imaginativas y caricaturescas pinturas muestran a protagonistas femeninas que exploran territorios desconocidos, así como su propia sexualidad. Para ello se inspira en las pinturas eróticas del periodo Edo, la iconografía religiosa del Renacimiento y Gustav Klimt.
Finalmente, destaca Yasumasa Morimura, un genio de la imitación. Y es que su expresión artística consiste en tomar prestadas figuras e imágenes de la historia y recrearlas con su propio rostro y cuerpo, con una marcada inclinación hacia personajes famosos de la cultura occidental y figuras del Japón de la posguerra. En sus autorretratos satíricos desafía la percepción de la identidad masculina en Asia.
Un museo-hotel en una isla
De Yayoi Kusama es una enorme calabaza moteada en negro que da la bienvenida en un espigón del muelle de Naoshima, que se ha convertido en el símbolo de esta isla del Mar Interior de Japón –de unos ocho kilómetros cuadrados– en la que conviven naturaleza, arte y arquitectura.
Y es que en Naoshima está enclavado Benesse House, un museo-hotel único en el mundo, que alberga construcciones de hormigón pulido del arquitecto Tadao Ando, un santuario japonés del periodo Edo restaurado por el artista Hiroshi Sugimoto, y obras de creadores de la talla de Andy Warhol, Gerhard Richter, Frank Stella, Yayoi Kusama, Jean-Michel Basquiat, Keith Haring, Sol LeWitt y Richard Longque.
En uno de los lados de la isla, la arquitectura está al servicio de las obras de tres artistas que juegan con la luz natural. Cinco grandes pinturas de Claude Monet se contemplan en una estancia construida a la medida, en la que hay que despojarse de los zapatos para caminar sobre el suelo de mármol de Carrara. Son los nenúfares del jardín del artista, que también se han reproducido a la entrada del museo. James Turrell está presente con sus juegos de luz, y una esfera de dos metros de diámetro de Walter De Maria refleja el cielo cambiante. Una experiencia verdaderamente única.
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