Cultura

Mary Shelley, mujer de luz y fuego

Por: Carlos Betancourt Núñez 02 febrero 2021 • 6 minutos de lectura

A 173 años de su muerte, recordamos a la brillante autora de "Frankenstein o el moderno Prometeo" por ser una de las escritoras más originales de lengua inglesa, así como de la literatura universal.

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Mary Shelley
Retrato de Mary Shelley hecho por Richard Rothwell.

Para empezar esta historia pensemos en el antiguo proverbio chino que asegura que “el leve aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”, ya que ilustra muy bien el año de 1815 en la lejana isla de Sumbawa —ubicada al oriente del mar Índico—, donde el hasta entonces inactivo volcán Tambora tuvo violentas erupciones en el mes de abril, expulsando sus cenizas a la atmósfera de tal manera que para fines de año, en Europa occidental, los atardeceres fueron más prolongados y oscuros de lo habitual. Este hecho provocó que 1816 sea conocido como “el año sin verano” debido a las bajas temperaturas provocadas por los nubarrones de estas exhalaciones, cuyas consecuencias fueron escasez de cosechas debido al frío, muertes humanas en diversos territorios del hemisferio norte, así como la escritura de dos obras maestras de la literatura gótica: El vampiro de John Polidori y Frankenstein de Mary Shelley.

El talento precoz de Mary

Con una vida donde amor, deseo, viajes, poesía y muerte la rodearon desde su alumbramiento, Mary Wollstonecraft Godwin fue una muchacha precoz que habría de ser muy susceptible al hecho de que su madre, la radical escritora feminista Mary Wollstonecraft, falleció a los pocos días de darla a luz, suceso que la hacía sentirse responsable de esta pérdida.

La pequeña Mary creció con una sensibilidad que le permitió enamorarse a los dieciséis años del poeta Percy B. Shelley, alumno de su padre William Godwin.

Influenciada por las grandes obras de su progenitora, donde se apuntan ideas tales como “quiero al hombre como compañero; pero su cetro, real o usurpado, no se extiende hacia mí, a no ser que la razón de un individuo reclame mi homenaje; e incluso entonces la sumisión es a la razón y no al hombre”, la pequeña Mary creció con una sensibilidad que le permitió enamorarse a los dieciséis años del poeta Percy B. Shelley, alumno de su padre William Godwin —también brillante escritor—, quien a pesar de su ideología de género progresista, no pudo ver con buenos ojos el romance entre su hija y un hombre casado cinco años mayor que ella. Y aquí cabe preguntarse a qué nos referimos con ideología de género progresista: bueno, a que para la Inglaterra del siglo XIX —e incluso todavía para nuestros tiempos— no era bien visto que un mismo señor prodigara casa y cuidados tanto a la pequeña Mary —hija natural suya—, como a Fanny Imlay —primera vástiga de la fallecida Wollstonecraft—, así como a la adoptiva Claire Clairmont —chiquilla cuya madre era la nueva esposa de William Godwin—. Prejuicios aparte, las tres hermanastras crecieron juntas con cierta felicidad infantil por algún tiempo hasta la irrupción de Shelley, quien habría de enamorar perdidamente a la joven Mary al punto de convencerla de huir de su casa, decisión que trastocaron las cosas tanto para Percy como para Mary, pues mientras que éste habría de lidiar con el suicidio de su primera mujer a causa de su abandono, ella sufriría con la muerte de su hermanastra Fanny en iguales circunstancias y con pocos meses de diferencia, todo eso en el “año sin verano” del que hablamos al inicio; por si fuera poco, la futura escritora ya había perdido a su primera hija debido a su prematuro nacimiento entre 1814 y 1815, a quien ni siquiera tuvo tiempo de ponerle nombre.

Draft de Frankenstein
Draft de Frankenstein o el moderno Prometeo, que Mary redactó y editó entre sus 18 y 19 años de edad.

Inspiración tenebrosa

En lo que se refiere a la gestación de su obra maestra en 1816 en la famosa Villa Diodati —casa de huéspedes que por sí sola merece un artículo aparte—, tomemos las palabras del conductor e intelectual de ADN40 Héctor de Mauleón, quien apunta en el prólogo que hizo para la colección Clásicos Porrúa de Círculo Editorial Azteca que: “Huyendo por toda Europa del padre de la primera y de la esposa del segundo, la pareja llegó a una región alemana oscura y tenebrosa en la que aún pervive un castillo medieval conocido por el nombre de la familia que lo puso en pie: Frankenstein. Además, ahí mismo oyeron hablar de un tal Johann Conrad Dippel, alquimista que había vivido en la fortaleza y cuyos experimentos en su interior buscaban mudar el alma de un cadáver a otro, razón por la cual fue desterrado a Berlín.

Aburridos de leer, beber y platicar de lo mismo, el anfitrión lanzó el reto de que cada uno de los presentes debía crear una historia de terror que leería a los demás el tiempo que estuvieran ahí.
Héctor de Mauleón

La atmósfera lúgubre quedó grabada en nuestra autora hasta que dos años después la familia Shelley visitó a un viejo amigo conocido como Lord Byron en una villa vacacional en Ginebra, recinto del que casi no salieron debido al mal clima, por lo que en una de tantas veladas, aburridos de leer, beber y platicar de lo mismo, el anfitrión lanzó el reto de que cada uno de los presentes debía crear una historia de terror que leería a los demás el tiempo que estuvieran ahí. Al parecer al día siguiente nadie salvo Mary y el médico de Lord Byron, un jovenzuelo enamorado del poeta aristócrata llamado John Polidori, pusieron manos a la obra: el galeno legó al mundo su relato El vampiro, mientras que Mary redactó y editó Frankenstein o el moderno Prometeo entre sus 18 y 19 años y a los 20 consiguió mandarlo a imprenta para ver la luz en 1818, obra en la que ciencia, alquimia y teología se amalgaman a la perfección en una novela única en su género”.

Con una gran acogida desde su primera edición, destacamos que por consejo de su marido y editor, Frankenstein se publicó anónimamente, factor por el cual el público inglés atribuyó por muchos años la autoría a Shelley debido al prólogo que acompañaba esta tirada firmado con su nombre.

Tragedia en Italia

Dejando de lado su obra literaria, volvamos a su vida: ese mismo año la pareja Shelley decide huir a Italia por cuestiones de deudas. Ya asentados ahí, Mary sufre las pérdidas de sus dos hijos Clara y William. Con una vida bohemia rodeados de intelectuales, el poeta y la novelista engendran a su cuarto hijo, el único que sobreviviría para felicidad de su madre. Sin embargo, el sosiego no duraría mucho, pues para 1822 la tragedia se volvería a hacer presente: Percy B. Shelley, única fuente de inspiración para Mary, moría ahogado en el golfo de La Spezia al embarcarse en un velero que no habría de llegar a su destino, y no fue sino hasta varias semanas después que el mar arrojaría su cuerpo a tierra firme, dando oportunidad a los deudos de darle el último adiós.

Ceremonia atípica como la mayor parte de su vida, la cremación de Shelley se distinguió por una causa que su amigo Edward Trelawny apuntó en su diario de la siguiente manera: “El fuego era tan feroz como para producir un calor blanco en el hierro, y para reducir su contenido a gris ceniza. Las únicas partes que no se consumieron fueron algunos fragmentos de huesos, la mandíbula y el cráneo, pero lo que nos sorprendió fue que el corazón se mantuvo entero. Al arrebatar esta reliquia del fuego de la pira mi mano quedó muy quemada”. Menos romántica resulta la escena en la que viuda y amigo lucharon literalmente por arrebatarse dicho órgano, hasta que Leigh Hunt, otro de los presentes junto a Lord Byron, puso orden declinando en favor de Mary Shelley.

Las únicas partes que no se consumieron fueron algunos fragmentos de huesos, la mandíbula y el cráneo, pero lo que nos sorprendió fue que el corazón se mantuvo entero.
Edward Trelawny

Para terminar este biópico apuntemos dos anécdotas curiosas: el corazón de Percy B. Shelley fue conservado por su viuda sobre su escritorio, envuelto en seda y en las hojas de su poema Adonais hasta el día de su muerte, ocurrida el 1 de febrero de 1851 a sus 53 años; su novela El último hombre (1826) es un historia distópica en la que se plasman circunstancias muy parecidas a la actual pandemia y donde México se menciona de la siguiente manera: “En el inicio del verano, empezamos a sentir que el mal que había tenido lugar en países distantes era mayor de lo que un inicio sospechábamos. […] México se vio arrasado por los efectos conjuntos de la tormenta, la peste y el hambre”.

Mary Shelley
En esta tumba en Bournemouth, Inglaterra, están los restos de Mary Shelley (1797 - 1851), de sus padres William Godwin y Mary Wollstonecraft, así como el corazón de su esposo, el poeta Percy Bysshe Shelley. / AmandaLewis/Getty Images

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