Hablar de la historia del Nobel mexicano Octavio Paz, es reparar en el eterno amor que tenía por Francia.
Un país que lo recibió con los brazos abiertos, donde se inspiró y escribió sin medida, donde se sintió libre de ser él mismo y se hizo de un lugar privilegiado en la esfera cultural.
El escritor Philippe Ollé Laprune, mencionó en la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) del año 2016, que la estancia de Octavio Paz en París marcó su escritura, su pensamiento político y su estilo crítico.
El amor de Octavio Paz por México era el del hogar, pero su relación con Francia en el corazón de Octavio Paz era el del romanticismo.
La imagen de Francia en la mente de Octavio Paz
Octavio Paz creció en un ambiente que lo invitó a poner sus ojos en el país galo. De niño, frecuentaba la biblioteca de su abuelo, donde gustaba de pasar horas viendo un gran libro sobre Francia, en sus memorias recapitula:
“Mi primera memoria de Francia se confunde con mi niñez. Entre mis recuerdos más antiguos hay uno en el que me veo, en la biblioteca de mi abuelo, hojeando con un primo mío las estampas de una gruesa historia de Francia. Una de aquellas ilustraciones me turbaba a tal punto que no podía mirarla sin escalofrío”.
Estudió en una escuela de lengua francesa. Su tía Amalia le habló de la cultura francesa y de lo que había en aquel país, lo que contribuyó a que su curiosidad aumentara de manera desmedida por Francia.
En el texto publicado en Scielo , Una patria sin pasaporte. Octavio Paz y Francia, por Fabienne Bradu, indica que su gran interés en el país europeo lo hizo leer a novelistas y dramaturgos como Dumas, Hugo y Michelet.
Sin embargo, la primera vez que realmente puso un pie en París ocurrió en 1937.
Octavio Paz y el eterno amor que tenía por Francia
La llegada de personajes como Benjamin Péret, Leonora Carrington y Wolfgang Paalen como refugiados a México en 1942, provocó que Octavio Paz profundizara su conocimiento sobre el surrealismo, agudizara su crítica al estalinismo y en sí, al autoritarismo en general.
En sus memorias menciona que los intelectuales que conoció “hicieron evolucionar sus ideas políticas”, entre otros nombres que destaca son: Victor Serge, Benjamin Péret, el escritor Jean Malaquais, Julian Gorkín.
“Su crítica me abrió nuevas perspectivas pero su ejemplo me mostró que no basta con cambiar de ideas: hay que cambiar de actitudes. Hay que cambiar de raíz”.
En 1945, Octavio Paz emprendió un viaje con el amor de su vida: Francia. Vivió en París como segundo secretario de la embajada de México en Francia.
“Encontré una Francia empobrecida y humillada pero intelectualmente muy viva”, mencionó al respecto.
Recordemos que en aquellos años la Segunda Guerra Mundial había terminado y las ciudades europeas estaban disminuidas tanto en sus construcciones como en el espíritu de sus ciudadanos.
En aquel momento histórico los temas de libertad y naturaleza humana estaban en voga y París se convirtió en epicentro de los pensadores de la época:
“Respiré con libertad: no era de allí y, sin embargo, sentía que tenía una patria intelectual. Una patria que no me pedía papeles de identidad”, menciona Octavio Paz en sus memorias.
Las letras de Octavio Paz en Francia
El poeta permaneció en París hasta 1951, durante aquel tiempo, no solo sintió que la ciudad le daba un lugar para pensar, si no que, las letras fluían naturalmente.
“Trataba de escribir y, sobre todo, exploraba esa ciudad, que es tal vez el ejemplo más hermoso del genio de nuestra civilización: sólida sin pesadez, grande sin gigantismo, atada a la tierra pero con voluntad de vuelo. Una ciudad en donde la mesura rige con el mismo imperio, suave e inquebrantable, los excesos del cuerpo y los de la cabeza. En sus momentos más afortunados -una plaza, una avenida, un conjunto de edificios- la tensión que la habita se resuelve en armonía. Placer para los ojos y para la mente. Exploración y reconocimiento: en mis paseos y caminatas descubría lugares y barrios desconocidos pero también reconocía otros, no vistos sino leídos en novelas y poemas. París era, para mí, una ciudad, más que inventada, reconstruida por la memoria y por la imaginación”, recapitula Paz.
Publicó poemas en la revista Fontaine dirigida por Max-Pol Fouchet y sus poemas fueron catalogados como únicos, más allá de la clásica fórmula que usaban las obras del boom de la época.
De acuerdo con el mismo texto publicado en Scielo, “al lector francés le simpatizaba su gusto por las vanguardias, su espíritu crítico, sus arranques libertarios y su rechazo a las ideologías”.
Octavio Paz estaba a la par de los escritores franceses, no era un “objeto latinoamericano” que merecía de observación con sus propios ojos, era uno de ellos.
Su libro, El Mono Gramático, fue publicado por primera vez en francés en el año 1972, y dos años más tarde se publicó en español, tal era la importancia de Octavio Paz.
Octavio Paz vio al país galo como su segundo hogar, su eterno amor por Francia se mantuvo desde sus primeros años y hasta el fin de sus días:
“Viví en París en un lugar que era maravilloso, que era una patria sin pasaporte, pertenecíamos a un mismo mundo sin haber tenido que ser de la misma nacionalidad”.
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