El legado literario y personal de Elena Garro y Octavio Paz está (para bien o para mal) estrechamente ligado a su relación sentimental. Ambos fueron en su tiempo y a su manera dos autores de gran reconocimiento y que actualmente tienen un lugar reservado en la creación literaria mexicana. Paz con sus poesía y sus ensayos, y Garro con su narrativa y sus cuentos.
Sin embargo, lo que podría ser una relación idílica entre dos grandes artistas de la palabra, en la realidad probó estar muy lejano de ello, al grado que Elena Garro describió la relación como un internado de reglas estrictas y regaños cotidianos. Y es que, más allá de cualquier amor que hubo entre la joven pareja todo indica que la relación en realidad fue más un capricho de Paz y una frustración para Garro.
La historia de su relación comienza hacia 1935, cuando la pareja se conoció cuando Elena aún tenía 18 años, aún en el Bachillerato. Esta relación se fue forjando cada día cuando Paz acompañaba a Garro en su camino a la escuela, caminaban hablando de libros, y contraerían matrimonio tan sólo dos años después.
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Si bien la historia de su matrimonio ha sido bastante popular, en el que Garro explicó que los amigos de Paz la sacaron de su clases en la UNAM para ir al Registro Civil e incluso declararon que ella era mayor de 21 años –la edad mínima para contraer matrimonio en aquella época–, el mismo día que ella tenía un examen de latín; previo al casamiento, existe registro de una serie de cartas de Octavio Paz –que han sido recopiladas y publicadas en distintas antologías, una de Guillermo Sheridan y otra de Alberto Enríquez Perea– en donde el poeta se muestra enardecido de amor… o quizás de manipulación:
Si quieres casarte conmigo, no me olvides. Si no me amas dímelo también: tienes ese deber. El único que te exijo. Que contestes a todo lo que te pregunto aquí. Debes contestar todo esto; de otro modo haré una locura.
El inicio de su vida en matrimonio pronto estuvo marcada por los problemas económicos de la pareja en la que Paz vivía de sueldos mínimos o becas, por su lado, Garro comenzó a incursionar en el periodismo, además de haberse convertido en madre en 1939, dos años después de su casamiento.
No obstante, los testimonios de Elena Garro en los años de su relación describen algo que para muchos pudiera ser un tormento, desde la sonada prohibición de escribir poesía y quemar sus textos por el miedo de Paz a que su mujer lo superara, a la restricción de sus amistades, relaciones y vocaciones como estudiar o bailar… y eventualmente en las infidelidades en pareja. Patricia Rosas Loátegui recopila una serie de textos en los diarios, poemas y entrevistas de Elena Garro que dan cuenta del control del poeta sobre ella.
José Alberto Castro: ¿Con Buñuel de qué hablaba? Elena Garro: De que podíamos ser buenos amigos cuando Octavio lo permitiera. Yo fui muy alegre. Bailé rocanrol con Gabriel García Márquez. Mi primera vocación fue ser bailarina. Estudié danza con Hipólito Zybin, alumno de Pavlova. Y fui actriz y coreógrafa del Teatro de la Universidad, cuando lo dirigía Julio Bracho. José Alberto Castro: ¿Dónde quedó esa vocación? Elena Garro: En el juzgado donde me casé, porque Octavio nunca quiso.
Con el matrimonio fracturado pero aún sin divorciarse, los autores comenzaron a tener otros amantes. En el caso de Elena Garro comenzó un amorío con Adolfo Bioy Casares, uno de los grandes exponentes de la literatura latinoamericana y un gran amigo de Jorge Luis Borges. Esta pareja se conoció en 1949, en París, mientras Paz laboraba como diplomático. Esta relación se extendió por hasta 20 años de acuerdo a su intercambio epistolar, a pesar del matrimonio con Paz o del de Bioy con Silvina Ocampo. Bioy Cazares no sería el único, Garro también mantuvo una relación muy corta con Archibaldo Burns, cineasta que incluso adaptó uno de sus cuentos, aunque la cinta se perdió.
Por otro lado, Octavio Paz comenzó una relación con Bona Tibertelli de Pisis hacia 1952, en aquel entonces ella era la esposa de André Pieyre de Mandiargues, amigo de Paz, aunque con el paso de los años, Bona lo abandonó para comenzar una relación con el pintor mexicano Francisco Toledo. Esta no sería la única infidelidad de Paz, que, como producto de su tiempo, no fue juzgado en la misma medida que Garro por tener amoríos extramaritales.
El matrimonio llegaría a su fin de forma definitiva hacia 1959, Octavio tendría dos esposas más, y para Elena su carrera quedaría eternamente atada al poeta mexicano, y también a lo que muchos han llamado su odio hacia Paz.
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