Mucho se habla del balance, una común aspiración alrededor de la cual hay mucha frustración, en mi opinión, porque hay una falsa creencia de que el balance se alcanza y es estático, pues se trata de un destino. La realidad es que es imposible llegar a un balance y mantenernos en este, sin que en el medio pasemos por mucho trabajo, flexibilidad y, sobre todo, un acto de constante recalcular la forma de hacer las cosas.
La mejor manera de empezar
El primer paso debe ser conocerte. Parece un ejercicio fácil, pero te sorprenderías de lo poco que nos conocemos a pesar de vivir a diario con nosotras mismas.
¿Sabes los rasgos de tu carácter que te hacen tomar decisiones? ¿Por qué reaccionas con estrés cuando lo haces? ¿Cuáles son tus botones para actuar? ¿Hacia dónde te diriges? ¿Cuáles son esas tres prioridades que no pueden faltar en tu semana para que estés plena? ¿Cuántas horas a la semana destinas a cada actividad que llena tu agenda? ¿Tus prioridades están en el top tres de tus horas destinadas?
Comencemos entonces preguntando: “¿Cuáles son tus prioridades?”. Estar en balance es estar alineada con lo que piensas, sientes y haces; es decir, conocer tus prioridades –aquello sin lo que no estarías en paz– y defenderlas para que sean parte de tu vida, no solo desees tenerlas.
Estar en balance es estar alineada con lo que piensas, sientes y haces; es decir, conocer tus prioridades –aquello sin lo que no estarías en paz– y defenderlas para que sean parte de tu vida, no solo desees tenerlas.
¿Qué tan cerca estás del balance?
Para profundizar en este tema, quiero que hagamos juntas un pequeño ejercicio.
Primero, piensa cuáles son esos tres o cinco factores en tu vida a los que le das más importancia y que valoras más. Puedes ser tú misma o tu familia, pareja, trabajo, salud o espiritualidad… Estos son muy personales y, ¿qué crees?, cambian en el tiempo. Reflexiona y enlístalos.
Luego, analiza una semana común en tu vida, imagínala. Enlista las actividades que generalmente pasan en ese periodo y calcula las horas que les destinas. Toma en cuenta todo: desde el tiempo que pasas utilizando celular, en los trayectos, cocinando, arreglando la casa, conviviendo con tus hijos... todo. ¿Cómo se ve tu semana?
Compara esa lista de actividades de tu semana con tu lista de prioridades. ¿Se parecen o se desfasan? ¿Tus prioridades están presentes en las actividades que realizas en una semana común y corriente? Lamentablemente, es probable que te des cuenta de que tu tiempo se va en cosas que no sabías y que no tenían tanta importancia.
Después de haber elegido tus prioridades, asígnales un valor del uno al 10, de acuerdo a que tan importantes son para ti, y tomando en cuenta el ejercicio de verlas reflejadas o no en tu semana común, evalúa cada prioridad conforme a cómo te sientes respecto al lugar de estas en tu realidad; es decir, califica qué tanto las tomas en cuenta en tu día a día y cómo evaluarías a cada una de acuerdo con la realidad.
Que el exterior no te mueva de tus objetivos ni te haga sentir presionada a cambiar tus prioridades.
Posteriormente, ponte una meta respondiendo cómo te gustaría que estuvieran calificadas por ti en un año a partir de hoy.
Este ejercicio es el primer termómetro de saber qué tan lejos estás de un primer nivel de balance, en el cual cubras tus prioridades y las hagas parte de tu agenda.
Tener balance es autoevaluarte constantemente, revisando honestamente que en verdad quieres que esté lo que está en tu vida y que deje de faltar aquello que falta. Es observar, evaluar y cambiar tu realidad actual si es que no te gusta, a través de incorporar lo que falta. ¿Y cómo se puede lograr esto? Con paciencia, trabajo y disciplina.
Siguiente paso: planear
Ya que observaste lo que quieres lograr en un año por cada una de tus prioridades y entendiste dónde estás parada hoy, haz un plan. Para lograrlo, sigue las siguientes recomendaciones:
1. Por cada prioridad asígnate una meta u objetivo que te haga llegar a ese destino que te propusiste en un año.
Supongamos que una de mis prioridades fue la salud, y hoy la califiqué con siete porque como fatal y hago poco ejercicio, además de que tengo los triglicéridos altos y los pantalones me quedan apretados. Me propuse mejorar mi calificación en un año hasta lograr un nueve, que significaría cuidar mejor mi alimentación y activar mi vida con ejercicio. Mi objetivo, entonces, podría ser: Quiero llegar al nueve teniendo un cuerpo mejor nutrido y ejercitado, mejorando mi alimentación y actividad física, con lo que lograré normalizar mis índices de triglicéridos y caber en mis pantalones actuales.
2. Ya que tienes el objetivo por cada prioridad, enlista máximo tres acciones que llevarás a cabo para cumplir ese objetivo.
Siguiendo con el ejemplo de arriba, las acciones podrían ser:
· Hacer 30 minutos de ejercicio cuatro veces a la semana.
· Evitar la comida chatarra entre semana y dejar la carne roja.
· Ingerir suplementos.
3. Finalmente, debes hacer realidad tu plan. Agrega tus objetivos a tu agenda, y ten disciplina y constancia de cumplirlos.
En este proceso es importante que no te compares. Un error constante es que creemos que el jardín de junto es más verde que el propio. Concéntrate en lo que es importante para ti y recuerda: ¡oídos sordos! Que el exterior no te mueva de tus objetivos ni te haga sentir presionada a cambiar tus prioridades.
Atrévete a tener la vida que quieres y en esta, todo lo que es importante para ti.
El balance se logra a través de escucharte y serte fiel y entender que siempre estamos cambiando, por eso es importante observarte constantemente y saber que tendrás que estar dando cambios de dirección en tu timón. Y eso también está bien.
Con cariño,
Ana Victoria.