De niña y adolescente fui la oveja más dócil del corral. Luego crecí, me di cuenta de que hacía falta hablar de sexo de manera ligera, abierta, divertida, sin solemnidad, y ahora soy la oveja violeta de la familia.
No es que sea la parienta incómoda ni la exalumna inconveniente, la gente con la que me relaciono me quiere mucho, les parezco amable, linda, con predisposición a ayudar... pero cuando se trata de hablar de mi ocupación en la vida: ser autora de literatura erótica y publicar mis textos en redes sociales con ropa escasa en la mayoría de los casos, los ojos se desvían hacia temas más convenientes y es como si no existiera. Porque además, tomé la decisión de ser escritora independiente, así que no me avala ninguna editorial grande, nunca me he postulado para becas y mucho menos le he rogado a señor o señora con poder para que me cubra con su manto de apreciación. He hackeado el sistema en lencería y sobre tacones altos.
Me he preguntado mil veces en la vida si mi familia o la universidad donde estudié estarían orgullosos de mí si no escribiera literatura erótica. No lo sé, quizás es solo una indiferencia natural ante el prójimo y yo ando viendo moros con tranchetes donde no existen motivos, pero es asombrosa la manera en que me ignoran; no parece algo accidental porque hasta cuando intento llamar la atención de maneras muy evidentes el rechazo es absoluto, como si no existiera.
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Hay temas que a la mayoría de la gente le parecen más adecuados. Por ejemplo, suele ser más ofensiva la sangre menstrual, hasta en los anuncios de productos de higiene el color del fluido que ilustra es azul, que la sangre de cualquier persona víctima de violencia; esa no la editan para quitarle el rojo brillante. La programación de plataformas y marquesinas de los cines están llenas de narcotraficantes, asesinos seriales, defraudadores y toda clase de delincuentes, eso sí, guapos y glamourosos, pero cuando algo se trata de sexo se asoma de inmediato el ánimo de prohibición. Y si la protagonista es mujer, todavía peor.
... suele ser más ofensiva la sangre menstrual, […] que la sangre de cualquier persona víctima de violencia.
Al mundo no le gustan las mujeres lujuriosas. No le gustan las mujeres que no sufren. No le gustan las mujeres que toman decisiones. No le gustan las mujeres que en vez de tirarse al drama, se tiran al placer. No le gustan las mujeres plenas, sonrientes, sexuales, inteligentes, valientes. Al mundo no le gustan las mujeres como yo.
Lo sé bien. Lo he vivido cada día desde que me convertí en mí y dejé de ser esa niña asustada que buscaba sus respuestas, su seguridad, su plenitud y hasta sus certezas en otras personas, generalmente hombres, en vez de meterse en sí misma para aprender a generar diálogos entre su intelecto y su instinto para llegar a conclusiones sólidas.
Así como siempre me ha parecido absurdo que en algún momento de la historia a algún muy “brillante” señor le pareció una buena idea creer que las mujeres somos inferiores por el hecho de tener vulva y parir a los seres humanos, también es absurdo haber convertido el erotismo en algo prohibido, ajeno, como si no fuera algo natural en nuestras vidas.
¿Por qué da tanto miedo el erotismo, y sobre todo, el erotismo femenino?
Porque el placer es poder. Una mujer relacionada de manera sana con su sexo, plena en el erotismo, es una mujer poderosa, que no se calla; es una mujer creativa y creadora, una mujer con independencia, y no hay nada más amenazante para el estado de las cosas que una mujer que no depende de nadie.
Una mujer feliz con su cuerpo no es un negocio, no es candidata para convertirse en víctima de abusadores, no pierde el tiempo arreglándose desperfectos imaginarios, impuestos; es una mujer que se dedica a hacer y con ese hacer inspira a otras mujeres. Bien lo escribió Naomi Wolf en su ensayo The Beauty Myth (Vintage Feminism Short Edition) : “Dado que la censura de belleza mantiene a las mujeres en una profunda oscuridad sobre los cuerpos reales de otras mujeres, es posible hacer que prácticamente cualquier mujer sienta que sus senos son demasiado suaves o bajos o caídos o pequeños o grandes o extraños o incorrectos, y robarle a ella el erotismo pleno y exquisito del pezón”.
... mientras estamos en estado de alerta, concentradas en la supervivencia, no damos lata
Por eso conviene ignorarnos, tenernos inconformes con nuestros cuerpos, sintiéndonos insuficientes, en peligro constante. En el miedo se activa el estado de alerta, y mientras estamos en estado de alerta, concentradas en la supervivencia, no damos lata, no pensamos con claridad, no crecemos, no hacemos, no avanzamos, simplemente porque nuestro instinto primario está concentrado en conservar la vida.
Y ya basta.
Por eso hoy te invito a volver a apropiarte de tu sexo. Despójate de esas voces ajenas que te hicieron mirar las huellas del paso del tiempo y las circunstancias como defectos y mírate en el espejo con orgullo. Recuerda que la única poseedora de tu cuerpo eres tú, que la única persona que camina en tus zapatos eres tú, que la única con quien debes convivir 27/7 es contigo; la única que debe mirarse al espejo y sentirse feliz de lo que le dice esa mirada eres tú.
Celebra tu sexo cada día. Celebra tu placer. Celebra tu poder.
* Mónica Soto Icaza es empresaria de libros, exploradora del erotismo y diosa de sus ficciones. Ha publicado 16 libros de cuento, novela, poesía y ensayo, en el portal cuestione.com y en las revistas Vértigo Político y Playboy México.
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