Uno de los directores más destacados de nuestros tiempos, sin duda es el oriundo de Texas, Wes Anderson, quién con su ojo brillante nos ha traído películas visualmente impactantes, con tomas muy precisas y cuadros perfectamente simétricos, que se enriquecen con paletas de colores pastel que casi puedes saborear y diálogos sumamente inteligentes, llenos de creatividad y subtexto, dignos de citar y analizar, pues detrás de los guiones de este maestro del séptimo arte, siempre se encuentran bases teóricas enriquecidas de estudio y maestría; cómo claro ejemplo tenemos su primera cinta de animación en Stop Motion, Fantastic Mr. Fox, inspirada en el libro del mismo nombre de Roald Dahl, cuya premisa se podría resumir en que el Sr. Zorro, quién disfrutaba en su juventud de cazar gallinas, jura no volver a cometer este acto tras enterarse que su esposa estaría embarazada, sin embargo, la tentación lo sucumbe tiempo después y vuelve a cometer este crimen, provocando que los granjeros humanos persiguieran nuevamente a los animales del bosque.
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La cinta tiene un guion y personajes con más capas de lo que parece, con un trasfondo más allá de las frases que lo hacen evidente en la película, pasa desapercibido por la mayor parte de la audiencia.
Una escena que, aunque dividiera al público y la crítica, demuestra el punto antepuesto de la complejidad de la trama que en teoría debería ser más sencilla, pues hablamos de la secuencia llamada “Canis Lupus”, pues es claro que el núcleo de la cinta recae en el concepto de la opresión de nuestro “yo salvaje”, que dentro del psicoanálisis Freudiano se denomina como ELLO, que Freud define como una serie de pulsaciones inconscientes de energía física que lucha por satisfacer los instintos más básicos y salvajes de supervivencia, reproducción y agresión de forma casi impulsiva, operando en el principio del placer, buscando gratificación inmediata sin ser restringido por la realidad.
El Ello también se manifiesta en nuestro protagonista en el acto de robar gallinas para alimentarse, reprimiéndolo al recibir la noticia de que será padre de familia, que al romperlo, escalan las consecuencias, afectando al bosque entero donde el formó su hogar, escudándose en la frase de “porque soy un animal salvaje”.
El YO se manifiesta de acuerdo con Freud, como un Ello más taimado, buscando el mismo tipo de satisfacción de una forma más realista, evitando así el dolor y la destrucción que puede conllevar el sucumbir ante los instintos del Ello.
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Así es como Mr. Fox decide comprometerse con la nueva familia que empieza a formar, a sabiendas que la cacería de gallinas podría resultar en graves consecuencias, por lo que decide ahogar su necesidad de adrenalina, encontrando alternativas para conseguir alimento.
El Speryó se manifiesta dentro de la película con la aparición del pequeño Ash, considerando lo real, pero también lo ideal, que es donde se involucra el juramento de no cazar gallinas tras casi perder la vida dentro de la granja y apegarse a las normas, pues el Superyó dicta los estándares de conducta dentro de la sociedad, así mismo, dicta la la búsqueda de la perfección, tal como Mr. Fox y Kristofferson fungen como este ejemplo hacia Ash, generando sentimientos de orgullo (positivos) o de culpa (negativos).
Si las demandas del Superyó se oponen a las del Ello, es el Yo el encargado de lidiar entre ambos.
Tras este breve análisis, regresamos a la escena entre Mr. Fox y el Lobo, pues si recordamos, los animales del bosque son civilizados, caminan en dos patas y utilizan ropa sofisticada, además que al escuchar los díalogos, podemos afirmar un alto grado de cultura en cada uno de los personajes, mientras que el lobo aparece en 4 patas, contrastando con el resto de los animales en la escena, quienes además permanecen en medio de una carretera que parece desértica, mientras que la magnífica bestia permanece en una roca, rodeada de nieve, representando la frescura y libertad del lobo, quién es denominado en la película como “el único animal que el hombre no pudo domesticar”. Mr. Fox intenta entablar conversación con él, sin embargo, no recibe ni una sola respuesta verbal por parte del temible y majestuoso canino, hasta que el zorro levanta el puño, recibiendo respuesta por parte del lobo, que es cuando llegamos a la parte más bella de toda la escena, pues en ese momento son iguales, existe una conexión entre ellos y es ahí cuando el Señor Zorro y los demás harían las pases con su lado más salvaje.
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