Cuando hablo de artistas pop que odiamos me llegan recuerdos del tiempo en que empecé a escuchar rock y metal, aunque al principio escuchaba Limp Bizkit y The Offspring, eventualmente conocería a los artistas que marcarían mi gusto musical que perduran más de 20 años después, Kiss y Iron Maiden principalmente, mientras aseguraba que la música que estaba de moda en aquella época era inferior en todos los sentidos en comparación de los clásicos que resultaban de influencias para muchos artistas que en esa época estaban en ascenso como los antes mencionados Limp Bizkit o Korn, incluso previo al boom del reggaetón, tengo muy presentes en mi mente a Britney Spears y Backstreet Boys, que en lo personal, solía escuchar a escondidas en mi discman, además que fue el primer concierto al que asistí durante la gira de Black & Blue, algo que no revelaría hasta años más tarde, pero que hasta la fecha recuerdo con mucho cariño, pues nadie debía enterarse que “el de los gustos raros” había ido a cantar a todo pulmón “Larger Than Life” y “The Call”, pues había que guardar apariencias, y es por este gusto para nada culposo que planteo la pregunta: ¿Por qué odiamos a las estrellas pop?
Tal vez disfrutaba de las canciones de Backstreet Boys en secreto, sin embargo, al ver las fotos o escuchar los éxitos de otros artistas del momento no podía evitar sentir algo completamente negativo cocinarse en mi ser, desde los más locales como Uff o Martín Rica, hasta los internacionales, como Hanson o N*Sync, que estos dos últimos he aprendido a disfrutarlos con el paso del tiempo (“Bye, Bye, Bye” y “Pop” son grandes temas), escudándome en la complejidad de las canciones de Led Zeppelin o Metallica para hacer menos los éxitos que eran reproducidos en el radio una vez tras otra, especialmente con el paso del tiempo, mientras descubría los subgéneros que ofrecen el metal y el rock, pensando que todo lo que yo llamaba “basura comercial” era música equivalente a la comida rápida, surgiendo otros artistas que aborrecer con el paso de los años como Justin Bieber o Miley Cyrus, añadiendo que en este tiempo yo ya tenía noción de teoría musical, lo cual engrandeció mi arrogancia y cerró mi visión ante estas canciones que escuchaba todo mundo, hasta que un día todo cambió y redescubrí al Artista que cambiaría mi perspectiva del pop para siempre: Prince.
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Antes de haber escuchado realmente las canciones de El Artista, consideraba a Prince como “una copia de Michael Jackson”, juzgando sin conocer un solo tema de él hasta que mi hermano, que desde muy temprana edad se convirtió en uno de los mejores músicos que conozco, se obsesionó con Musicology y Purple Rain, discos que hasta la fecha puedo devorar de principio a fin, donde se puede escuchar al potente compositor lucir su voz, con letras sumamente creativas y profundas, sumada una guitarra que no le pide nada a las leyendas del rock, volándome la cabeza al enterarme que él grababa la mayoría de los instrumentos en sus discos, pero que a fin de cuentas, era música pop, pero un pop que no conocía, pues yo criticaba sin saber, que todos los artistas populares interpretaban canciones de otros autores, cuando noté que Prince no solo había escrito hits masivos para él en su carrera, pues también escribió muchísimos hits para otros artistas, entre ellos “Nothin’ Compares 2 U”, conocida por Sinéad O’Connor o “Manic Monday” de The Bangels.
Acto seguido, ya con mayor madurez, agarré el gusto de casi todo tipo de pop, desde Madonna, hasta Ed Sheeran o Taylor Swift, incluso puedo decir sin problema alguno que la evolución de Miley Cyrus me parece fascinante, especialmente notable su disco Plastic Hearts, donde hace dueto con leyendas como Billy Idol y Joan Jett, pero basta de historia previa.
Muchos nos hemos escudado de nuestro repudio a las estrellas pop con argumentos, muchas veces poco fundamentados, como que “no componen sus canciones”, sin embargo, muchísimos artistas comerciales destacan por componer sus propios temas de forma brillante y ejemplos clarísimos que llegan a mi mente son Lady Gaga, Sia, Billie Eilish y, por supuesto, no puedo hablar de compositores brillantes sin mencionar a Taylor Swift, pues es innegable el talento de composición que tiene y si no me crees, dale una oportunidad a su disco Folklore y analiza sus cambios y cadencias, además de las estructuras melódicas que utiliza Taylor en este álbum. Por encima de esto, también tenemos leyendas del rock y el metal que (lamento decepcionarte) no componen sus propias canciones y el claro ejemplo es Ozzy Osbourne, que jamás ha escrito una letra en su vida, pues en su tiempo en Black Sabbath el solo cooperaba con las melodías de la voz, siendo el bajista, Geezer Buttler, quién hacía todas las letras, mismo caso es el trabajo de solista de Ozzy, pues aunque aparezca en los créditos, con el tiempo fue rebelado que Bob Daisley hizo las letras de sus primeros discos, llegando a demandar a Osbourne por dichas regalías, quién más tarde colaboraría con otros grandes compositores para realizar las letras de sus álbumes, como Lemmy Kilmister de Mötorhead o Jake E. Lee.
Otra de las razones más grades por las que en el pasado podíamos sentir este repudio a las estrellas pop es precisamente por que quitaban espacio comercial y de radio a los artistas que yo quería escuchar, y que en ese momento estaban parcialmente olvidados, al menos en mi pequeño mundo de niño de secundaria, a sabiendas que “si nadie los escucha, nunca los podré ver en vivo”, cosa que era cierta, haciendo que los artistas populares del momento se convirtieran en “el enemigo”, siendo un producto prefabricado del mainstream, que además representaban a toda la gente “hueca” que criticaba mi forma de vestir y me agredían en el salón de clases por escuchar “música diferente”.
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La apertura hoy es distinta, tenemos conciertos de metal todo el tiempo, es más que común ver a celebridades utilizando playeras de Metallica, Slayer o Iron Maiden, mientras que muchos metaleros disfrutan de la música de Billie Eilish o Lady Gaga, creando una amalgama mucho más variada de música para elegir en un mundo donde Mtv no pasa videos musicales y el radio es un producto del pasado, haciendo este odio completamente obsoleto, aunque realmente se ha transformado, especialmente en Latinoamérica hacia el reggaetón, que sin lugar a dudas, el hecho de criticar este género urbano también resulta irrelevante, pues ya no afecta el hecho de que los amantes de otros géneros tenemos las puertas abiertas para escuchar nuestra música donde sea, pues los discos están al alcance de todos gracias a las plataformas de streaming y las tiendas en línea, además que ya es más frecuente ver a las bandas que amamos en vivo, pues también vivimos en la era en la que, si una banda no llena por sí sola un foro en Latinoamérica, seguro serán una gran adición para un festival, pocas son las bandas que no alcanzan reconocimiento de este lado del continente Americano.
En conclusión, el “odiar” a las estrellas pop del momento es un desgaste innecesario de saliva, tiempo y energía, que podemos utilizar en engrandecer y difundir a los artistas que tienen nuestra fe y que sí nos gustan, para que sigan haciendo música y, por supuesto, dando conciertos en todo el mundo, pues la cultura de repudiar la música comercial es algo que debe quedar en el pasado.
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