La elegancia atemporal y la perfección culinaria de Les Moustaches son un hecho que nunca cambia y que siempre logra sorprenderme y fascinarme.
Desde su apertura, hace más de 46 años, esta joya gastronómica de la Ciudad de México nos transporta a través de los sentidos a diferentes rincones de Francia.
La impactante mansión porfiriana en la que se encuentra era la casa de los abuelos de Luis Gálvez, la mente brillante que ha transformado el nombre de Les Moustaches en sinónimo de éxito y sofisticación. Manteniendo el gusto refinado de la época en que la mansión fue construida, Luis ha logrado combinar la alta gastronomía con el estilo y la arquitectura, mostrándonos que el buen gusto se sobrepone a cualquier momento y situación.
Con su larga historia, es un referente de la excelencia gastronómica francesa en nuestro país, además de punto de reunión frecuente para empresarios e importantes figuras del país.
Los detalles que logran la perfección
Parte importante de su excelencia es la atención que se brinda, con el personal siempre atento, impecablemente vestido y dispuesto a satisfacer los deseos de los comensales, haciendo de cada instante una vivencia culinaria única. Pero lo que más destaca es la presencia diaria de Luis, quien supervisa todo el proceso de elaboración de los platillos hasta su presentación en la mesa.
Una expresión del arte culinario francés y una oda a la época dorada de México, Les Moustaches es un portal a un mundo paralelo, donde la elegancia clásica, la alta gastronomía y un ambiente único nos envuelven en sentimientos inolvidables.
El menú, que se modifica tres veces al año –con divertidas adiciones como diversos festivales gastronómicos que se realizan constantemente–, es amplio y excelente. Tiene platillos tentadores que invitan a regresar una y otra vez, y lo mejor: los favoritos permanecen a disposición de los comensales.
Las ostras Rockefeller, el exquisito abulón y el rack de cordero son platillos que nunca me pierdo. Gozo de la frescura de sus productos y la excelencia del chef Rafael Bautista, quien los elabora y, desde la apertura del lugar, nos sorprende constantemente con menús de temporada deliciosos.
Cuando se conoce, es difícil definir si la magia de su éxito radica en su excelente gastronomía francesa, en sus decorados delicados o en el ambiente donde la música de piano y violín acompañan cada bocado. Parecería ser una sinfonía perfecta en la cual existe una delicada armonía entre cada elemento.
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