Una de las experiencias más apegadas a la realidad que vivían los reporteros mexicanos que cubren el CES (Consumer Electronics Show) de Las Vegas cada año es la visita a Fry’s. Muchos no asistimos este año a la capital que nunca duerme porque la feria de tecnología más importante del mundo fue virtual por primera vez en su historia.
Debes saber en este momento de la historia que las conferencias de prensa y los recorridos y las presentaciones de productos fueron aburridas, frías y sin la facilidad de interactuar con los creadores de muchos de los dispositivos que dominan las tiendas y nuestra vida cotidiana.
Nuestra vida cotidiana, por ejemplo, no es la misma tampoco. No estamos esperando con tantas ansias audífonos inalámbricos de ultra alta definición, wearables ni helicópteros avanzados que funcionarán como Uber entre azoteas de las ciudades más atascadas de gente para librar el tráfico. Hoy nos enfocamos más en tener una buena conexión a internet, una excelente pantalla y una mejor computadora para hacer nuestro trabajo desde casa en pants y posiblemente con un reloj de plástico que no necesariamente requiere de un cuidado especial como ese de metal y oro que guardas en tu cajón y que no sabes si algún día volverás a lucir.
El viaje comenzaba el primer fin de semana de enero. En el avión, había cientos de paisanos con camisas con el logo de su compañía, unos de traje y otros uniformados para llegar de inmediato a trabajar.
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El ritual que se vivía año con año
Pero te sigo contando, aunque tal vez eras uno de los miles de mexicanos que íbamos cada año al CES y te tocó vivirlo: el viaje comenzaba el primer fin de semana de enero. En el avión, había cientos de paisanos con camisas con el logo de su compañía, unos de traje y otros uniformados para llegar de inmediato a trabajar. Se veían vuelos de turista en los que algún ejecutivo de nivel medio arrastraba una Tumi para tratar de diferenciarse de los nerds y raros ingenieros que iban a buscar tendencias, más que a vender y comprar lo último de la tecnología, lo cual podría representar su pase acelerado a otra liga social.
Como te iba diciendo, llegaba el avión, llegaban los aviones, y la fila para ser admitido en Estados Unidos y recoger las maletas era una especie de corredor en donde te parabas a saludar a los colegas, directivos que alguna vez habías entrevistado y representantes de relaciones públicas que tal vez guardaban cierto rencor por alguno de tus trabajos. Ellos siempre queriendo que hables bien de su teléfono, su computadora, sus bocinas, sus pantallas, sus proyectores, sus autos, sus softwares y sus representantes, y nosotros siempre tan escépticos de sus discursos hechos que ya hasta provocan un bostezo. Aunque no todos son iguales. Tal vez los de Samsung sí; también los de Sony, los de Microsoft, que te tienen vetado, y los de Netflix, que solamente quieren hablar con reporteros de chismes, perdón, de espectáculos. Están los amigos de LG, quienes desde hace décadas, han entendido cómo debe ser su relación con la prensa: seria y directa. Los de Huawei ya no van, aunque prácticamente dominaban ya la agenda de los medios internacionales ante el fuerte empuje en diseño, productos y sobre todo, sus infraestructuras que tantos dolores de cabeza le provocan a los Estados Unidos y su retraso tecnológico en el terreno 5G.
El primer domingo, generalmente, llega el día de las primeras conferencias. La asociación encargada de defender a las empresas y empresarios que desarrollan tecnologías invita a una conferencia de prensa en la cual hablan de las tendencias que dominarán el año. Muchos números, muchas proyecciones y advertencias.
Uno de los rituales era que, terminada la sesión, buscaras espacio entre la hora de entrega de textos, videos o audios, y corrieras en un taxi o un auto alquilado a Fry’s.
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Y luego, unas horas después, hay una reunión exclusiva para reporteros de todas partes del mundo, en la que se presenta por adelantado –aunque no necesariamente por primera vez– mucho de lo que se encontraría en las tiendas a lo largo de los siguientes meses: máquinas de café y de cerveza, robots y hasta hace poco permitidos, juguetes sexuales que ocupaban las primeras planas de los diarios en Estados Unidos, incluso cambiando la clásica fotografía de la televisión más grande del mundo, o del androide más humanizado o que despierta más ternura.
En esas sesiones, todos corren por la foto, la entrevista, la tarjeta de contacto y las cervezas, el whisky y las banderillas de camarones y carne asada. Los reporteros frenéticos corren de un lado a otro, pues quieren descubrir algo antes que su competencia y mandarlo a sus cadenas de televisión o portales antes que nadie. Quieren ganar la nota, aunque las empresas y emprendedores están ahí para eso, para ser nota y captar su atención y un espacio en sus páginas, un espacio gratis que servirá de publicidad para años de esfuerzo o alguna idea loca.
La cereza de una experiencia inigualable
Uno de los rituales era que, terminada la sesión, buscaras espacio entre la hora de entrega de textos, videos o audios, y corrieras en un taxi o un auto alquilado a Fry’s. Al llegar, recuerdas tal vez, decenas de reporteros de todo el mundo (pero principalmente de países pobres o alejados de Estados Unidos) observaban la tecnología, los precios y las rebajas en los pasillos. Decenas de japoneses compraban cámaras fotográficas de más de tres mil dólares ante lo económico que les resultan los modelos que allá en Asia todavía son un lujo. Decenas de brasileños peleaban por consolas de videojuegos en oferta, mientras decenas de mexicanos buscaban entre las rebajas una nueva computadora, una camarita o simplemente un disco compacto que acá no se encuentra, y menos por esos precios.
Fry’s era un centro de encuentro, donde nadie se peleaba por la nota; es más, los compañeros llegaban y te decían dónde se habían sorprendido más por los descuentos. Y a correr para ganar la última pieza y salir a cenar con el trofeo del día, pues era una ganga para aquellos que todo el año ahorraban algo de dinero que destinaban a pagar un tesoro que paliara la rutina de un año oliendo y viviendo de tecnología prestada. Se convertía en algo propio, comprado de la bolsa del reportero, más allá de pruebas o regalos que comprometen a escribir notas como si estuvieran llenando con su pluma un catálogo de Best Buy.
Pero este año no hubo CES. Y el siguiente, el 2022, aunque regrese la feria de tecnología, no contará con ese viaje furioso de la prensa y los ejecutivos de todas partes a Fry’s. Nadie tendrá la oportunidad de ir por la última pieza del mostrador; nadie podrá ya presumir una ganga que no se repetirá, nadie traerá lo último de tecnología antes de que la marca que ahí presume lo que algún día existirá la lance al mercado nacional. Y todo porque Fry’s ya no estará ahí.
Nadie tendrá la oportunidad de ir por la última pieza del mostrador; nadie podrá ya presumir una ganga que no se repetirá, nadie traerá lo último de tecnología antes de que la marca que ahí presume lo que algún día existirá la lance al mercado nacional. Y todo porque Fry’s ya no estará ahí.
“Después de casi 36 años en el negocio como la ventanilla única y el recurso en línea para profesionales de alta tecnología en nueve estados y 31 tiendas, Fry’s Electronics ha tomado la difícil decisión de cerrar sus operaciones y cerrar su negocio de forma permanente como resultado de los cambios en la industria minorista y los desafíos planteados por la pandemia de covid-19”, informó la empresa. Y aclaró que “implementará el cierre a través de un proceso ordenado que cree será en el mejor interés de la compañía, sus acreedores y otras partes interesadas. La compañía cesó sus operaciones regulares y comenzó el proceso de liquidación el 24 de febrero de 2021”.