Increíble que han pasado seis meses ya del histórico Día Internacional de la Mujer que inundó de morado las calles de la Ciudad de México y diversos estados del país. Miles de mujeres salieron a protestar y exigir un alto a la violencia de género que recorre impunemente cada rincón de nuestro territorio. Pero, como nunca antes, se sintió la fuerza de un grito al unísono contra el machismo en al menos 60 ciudades de las 32 entidades.
El aumento de los feminicidios, la violencia sexual, el persistente acoso hacia las mujeres y, principalmente, la revictimización entre la población femenina, son algunos de los motivos que nos llevaron a alzar los puños. Pero detrás de este momento esperanzador estuvo la ignominia. Cada año, miles de mujeres son asesinadas en México. En 2019 fueron más de 3,000. Las cifras las conocemos todos y las repetimos casi adormecidos a su significado: cada día 10 mujeres son asesinadas, 49 son violadas y 7 pequeñas no regresan a casa.
En la tragedia de Macbeth el conjuro de las brujas culmina con una profecía sobre su fin: solo será derrocado si un bosque viene por él a su palacio. Macbeth sonríe complacido; los bosques no se mueven. Aquel glorioso 8M las jacarandas marcharon al Centro Histórico de nuestra capital. Nunca un bosque había supuesto semejante amenaza para el reinante machismo.
Después vino el silencio. En otro gesto histórico, miles de mexicanas participaron en un paro nacional. Las mujeres tuvieron que volverse invisibles, para que todos vieran esta herida abierta que no nos deja avanzar como sociedad. Bien decía Eduardo Galeano: “para no ser mudos, hay que empezar por no ser sordos”. Y no hay nada más estridente que el vacío.
Tres días después, se declaró la pandemia por coronavirus que provoca la enfermedad de COVID-19. Y toda esa inercia se detuvo en un parpadeo. De pronto, las preocupaciones cambiaron y aún no hemos logrado salir de la encrucijada. El mundo como lo conocíamos cambió por completo. Desafortunadamente, la violencia no.
Según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, de enero a julio de este año fueron asesinadas 2,240 mujeres, lo que representa un incremento de 7.7 por ciento con respecto al mismo periodo de 2019. La Organización de las Naciones Unidas advirtió que la violencia doméstica contra la mujer aumentó en un 60% desde que comenzó el confinamiento en nuestro país. Y a esto se suma una creciente crisis económica que coloca en mayor precariedad a las víctimas de la violencia.
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Las historias sobre las víctimas siguen llenando los diarios. Los casos de Ingrid Escamilla y Fátima, parecen ahora un lejano recuerdo y a estos se les sumaron los de Jessica, Marcela, Fernanda y Danna. Esta última de 16 años, asesinada y calcinada en Mexicali por “tener tatuajes”, según el fiscal de Baja California, Juan Guillermo Ruiz Hernández. Aunque después se retractó, sus dichos nos recordaron lo que muchos desgraciadamente piensan: fue su culpa.
También han incrementado nuevas formas de violencia. Como los ataques con ácido que son cada vez más frecuentes en nuestro país, sin embargo, las autoridades no cuentan con registros oficiales sobre estas agresiones. Apenas en noviembre pasado, el Congreso de la Ciudad de México aprobó reformas al Código Penal para aumentar las penas hasta 12 años de prisión cuando a una mujer se le infrinjan lesiones con sustancias.
Pero como Gloria de 37 años vive en Querétaro, las lesiones por ácido que sufrió en medio de un asalto el pasado 2 de agosto no son consideradas un delito grave. Este es el caso en al menos 21 estados del país. De hecho, en estas entidades es común que si los médicos legistas suponen que las quemaduras tardan menos de 15 días en sanar, no son perseguidas penalmente; cuando la realidad es que estas son heridas con secuelas inimaginables.
La situación empeora pues la venta de ácido a nivel federal no está regulada y se puede conseguir sin restricciones, incluso a través de internet. Gloria sufrió quemaduras de segundo y tercer grado en el rostro, cuello y pecho. Y está en espera de una cirugía de reconstrucción de una oreja y parte de la nariz. Por lo pronto, la justicia aún no llega.
En medio de esta vorágine, colectivos feministas se sumaron a las madres que protestan por la violencia y ocuparon las oficinas de la Comisión Nacional de Derechos Humanos en la Ciudad de México el pasado 3 de septiembre. Al interior, los espacios fueron vandalizados e intervenidos con consignas como “ni perdonamos, ni olvidamos”, mientras se exigía la renuncia de la actual titular del organismo, Rosario Piedra Ibarra. A lo que las autoridades respondieron abriendo las puertas al diálogo.
Sin embargo, la lucha por cambiar desde las entrañas la protección de las vidas y los derechos de las mujeres está lejos de terminar. El río violeta seguirá su curso y algún día volveremos a las calles a marchar entre las jacarandas.