Luego de cinco meses de vivir pandémicamente, me di cuenta de que en este tiempo tuve la suerte de ver el mundo desde afuera, como en una rendija. Me pareció como si antes hubiera sido parte de algo que ahora pude observar con más detenimiento y me dió por pensar más seriamente en el hoy y en su mañana. No quiero llamarlos presente y futuro, en especial después de haber visto Dark, serie que recomiendo ampliamente y en donde consideran que es inexistente el tiempo lineal y en forma como lo hemos concebido desde siempre. Se trata de una obra maestra mucho más profunda de lo que parece.
Debo decir que estoy aún bajo la influencia de esta serie, que más que un contenido de ciencia ficción, muy bien logrado por cierto, me dejaba más dudas que respuestas en cada capítulo, pero me venía bien interiorizar en aquellas preguntas existenciales a las que les damos poca importancia o de plano la vuelta, pues hay más obligaciones y cosas por hacer que pensar en otras vidas, ciclos, reencarnaciones, patrones, familia recurrente y la repetición de conflictos a los que consideramos males heredados o genéticos incluso.
Bueno, habiendo dicho lo anterior, durante este tiempo hice una limpieza física de mis cosas, tirando, donando, revisando, moviendo la energía y asignándoles nuevas posiciones. Luego hice limpieza espiritual y hasta una –no menos importante– limpia digital. Al principio pasé incluso por una fase de enojo con los vendedores en línea, o como se hacen llamar a sí mismos (y con orgullo): “influencers”, queriéndote meter cualquier cantidad de estupideces innecesarias en la pandemia para reforzar las marcas que según ellos mismos presumen, pero que les pagan un dineral por colocar sus productos.
Me pareció que no es precisamente este el momento de hacer uso de tu “influencia” para capitalizarte. Tenía más la idea romántica de usar las redes para repartir amor, desear el bien, hablar de mejores prácticas para sobrellevar la pandemia y reforzar todos los lineamientos para no caer en las garras de la COVID-19, ¡pero no!, la gente fabrica telenovelas, usa a sus parejas y a sus hijos para llenar la vida de la gente vacía y venderles hasta a su madre de ser necesario. Porque, seamos honestos, no necesitas ser un céntimo de interesante para vender una blusa de Zara.
En fin, seguí en mi ritual de limpieza digital eliminando aquello que para mí era tan burdo, tan falto de imaginación, pensando en que cada quien obtiene de la vida lo que busca y merece. Seguía muy ensalzada con todo esto y solo veía lo que me hacía bien, lo que me mantenía en línea con mis pensamientos.
Traté de convencer a mis sobrinas adolescentes de que sus likes valen dinero para otros, que no solo los están introduciendo al mundo del consumismo del que todos somos parte y no está mal –aclarando que de eso no me quejo–, sino que te están acomplejando por no ser, ni tener, ni sentir, ni poseer la vida perfecta que ellos dicen tener, pero no tienen. Son mentiras que se convierten en verdades ante equis número de followers simplemente para vender, y que para mí son tan evidentes y dignas de un estudio de comportamiento social.
Ya más tranquila con el pasar de los días, y entendiendo que yo ya había entendido, valga la redundancia, que ya había pasado a otro nivel en donde no está permitido juzgar sino, simplemente, entrar en un nivel de conciencia que me ayuda a sobrellevar el nuevo mundo, su nueva normalidad y mi relación con ella. Porque al final, si este impasse nos llegó globalmente, es porque hay algo que debemos aprender como sociedad y como individuos.
¿Y saben qué? Tenemos mucho que aprender aún, tenemos mucho por hacer con la empatía, por la solidaridad, por la educación. En mis manos están directamente las vidas de tres niñas, a quienes les explicaré mi forma de ver el mundo y me impondré de ser necesario. Al final para eso estamos los padres de familia, para hacer razonar a los hijos, para explicarles los peligros y hacer pensadores profundos a aquellos pequeños que dependen de nosotros, y que han sido enormes héroes aguantando y sobrellevando la pandemia sin más reclamo. Espero que este escrito abra conciencias y nuevos rumbos para poder participar mejor dentro del mundo digital. Y no olviden que deben ver Dark en Netflix, les va a volar todos los sentidos.