La gordofobia es una de las formas de violencia y autoviolencia más normalizada y generalizada en México y el mundo, y consiste en violentar u oprimir a una persona por su peso. La palabra “gordo/gorda” hoy en día se relaciona con algo indeseable y carga con un fuerte estigma que tiene sus orígenes de manera fundamental en los medios de comunicación, la industria de la moda y el complejo industrial médico/clínico, el cual está secundado por la propaganda del lucro en su afán de afirmar imaginarios negativos, incluso patológicos, sobre el cuerpo gordo.
Partiendo de lo anterior, la gordofobia es un sentimiento de repulsión hacia quienes tienen exceso de peso y por lo tanto se apartan de los patrones estéticos y de salud hegemónicamente establecidos. Estos patrones se articulan alrededor de la delgadez, misma que aparece asociada de forma errónea y mañosa a la salud.
Delgadas o rechazadas
Pero es un hecho que la gordofobia tiene género. Sobre todo es un sesgo discriminador que se ensaña con las mujeres, nuevamente debido a la normativa heteropatriarcal que le impone a las mujeres el tener que ser deseables para los hombres. El que las mujeres tengamos que ser delgadas para ser atractivas es una muestra más de cómo el sistema patriarcal se adueña de nuestros cuerpos; y es que, a su vez, la delgadez reproduce la creencia errónea de que las mujeres somos indefensas, frágiles y vulnerables, no sólo con nuestras mentes, sino con nuestros cuerpos también.
En el caso de los hombres, las cosas son un poco diferentes, en primer lugar porque históricamente los hombres jamás han tenido que moldear sus cuerpos para ser consumibles por nosotras, al grado de que son contados los comentarios ejercidos hacia sus cuerpos; pocas veces escuchamos o incluso calificamos a los hombres por su talla y, mucho menos, utilizamos palabras para darles valor o no. En las mujeres, en cambio, es común escuchar cómo las llaman “gordi-buenas”, por ejemplo, palabra que claramente significa que “a pesar” de ser gorda (lo cual para el consumo de muchos hombres pareciera ser algo negativo), tiene curvas y cumple con la exigencia del gusto masculino. Esto implica muchísima violencia.
Pero la gordofobia tiene una dimensión autoviolenta que se expresa como anorexia, bulimia y vigorexia, trastornos alimenticios muy relacionados con la manera en que la industria de las dietas y lo fitness nos vende la delgadez y lucra con nuestra alimentación e incluso con nuestro estilo de vida.
Dejar de ser víctima de tu propia condición
A partir de ahí puede generarse un tipo de autoviolencia que menoscaba el amor propio y la aceptación personal. Y es que el hecho de odiar lo que eres por lo que la gente ve de ti, cuando hay todo un sistema que te señala para recordarte que no encajas en el mundo de lo deseable, atenta contra la existencia misma.
Es increíble la cantidad de mujeres jóvenes que viven con depresión y ansiedad porque no soportan sus cuerpos; la cantidad de mujeres jóvenes que mueren todos los días por dejar de comer o las que se suicidan porque el mundo en el que viven no las acepta como son. Por si fuera poco, a las personas gordas se les responsabiliza por la propia estigmatización social que sufren, dejando de lado la posibilidad de entender a la gordura como una manifestación, entre otras, de la diversidad corporal. Lo gordo contribuye a la existencia de esa diversidad, e incluso en ocasiones constituye una muestra de orgullo y resistencia a lo que socialmente se concibe y se normaliza como deseable.
“Ni dieta, ni ajuste, ni patología: resistencia gorda, deseo y autonomía”, así reza el lema de las gordas felices, de las mujeres gordas que resisten la violencia social y, de igual manera, se resisten a ser víctimas de su propia condición.