Por Brisa Granados
Chavela Vargas fue una niña rechazada por sus padres por ser “diferente”, por verse “hombruna”, por distraída, porque se levantaba en las noches para contemplar la luna. Siempre la hicieron a un lado, tanto, que cuando llegaban visitas la escondían, “como un perro”, relata su últimas parejas, la abogada Alicia Elena Pérez Duarte en el documental Chavela.
La artista justificaba a su familia y hasta el final de sus días decía que jamás pudo dejar de amar a su madre aunque la rechazara. “Me crié en una familia religiosa, con prejuicios, con mucho miedo al qué dirán y les nació la hija rebelde”, contaba.
Isabel Vargas Lizano nació en San Joaquín de Flores, Heredia, Costa Rica, el 17 de abril de 1919. Después de que sus padres se separaron la dejaron a cargo de sus tíos y creció como pudo, como Dios le dio a entender. “Fui una niña muy sola, que deseaba el amor de sus padres, pero no lo tuve”. Vargas cantaba en su casa, en misa, en la calle, en donde podía, y presentía que México era un buen lugar para probar suerte como cantante. A los 17 años vendió una vaca y unas gallinas y compró un boleto de avión para llegar a la Ciudad de México. “Es mi tierra. No nací aquí pero la amo. Es el país más bello del mundo”, aseguraba con emoción la Señora del jorongo rojo. Y decidió nombrarse Chavela con “v”, no con “b”, para ser diferente o sólo por “chingar”, decía.
Comenzó cantando en bares y cabarets. Lo hacía con el mismo sentimiento de siempre pero vestida de mujer y no pasaba nada, ni ella se sentía cómoda. “Vestida de mujer parecía travesti”, confesó. Entonces se puso pantalones, un jorongo y pistola al “cincho”, y de repente algo pasó: todos hablaban de ella, para bien o para mal, pero hablaban. “Eran los 50, me gritaban que era una marimacha y más cosas. Si eres lesbiana, eres marginada, punto”, aseguraba.
Cómplices de música y borracheras
Todo el dolor de su pasado, sumado al de nuevos desamores le dieron algo único: una voz intensa y una interpretación desgarradora. “Me fui llenando las venas de coraje”. Y no le hizo falta estudiar canto. “Mi relación con la música viene de naturaleza, no de la academia. Si hubiera estudiado, quizá sería una afamada cantante. Pero no Chavela Vargas”. Chavela cayó como anillo al dedo en la vida del cantautor José Alfredo Jiménez. “Mi primer encuentro con él fue en una cantina y le dije que lo admiraba mucho”. Él la hizo su intérprete y su amiga de parrandas, llegaban a los bares en viernes y salían en domingo. “El dueño del Tenampa ya les tenía miedo porque se acababan todo el tequila”, asegura José Alfredo Jiménez Jr. en Chavela.
Abrirse paso en un mundo de hombres bohemios, bebedores y machos no fue fácil, pero Chavela encontró la fórmula. “Decidió ser la más macha entre los machos”, asegura Alicia Elena. Y consiguió el respeto de todos, pero también convertirse en alcohólica, por más de veinte años.
Sus amores
Se dice que Chavela tuvo a las mujeres que quiso, un rumor que a ella le encantaba fortalecer. Lo mismo se codeaba con la crema y nata de México que con el jet set internacional. “En la boda de Elizabeth Taylor todos acabaron con todos. Yo amanecí con Ava Gardner”, confesó entre carcajadas durante una entrevista.
Tal vez el romance más famoso es el que tuvo con la pintora Frida Kahlo. Dentro del documental Chavela habla de ella como su gran amor. “Sus cejas juntas eran una golondrina de otro mundo. Presentí que podía amar a ese ser con el amor más atado”. Frida le aseguró que sólo tenía ojos para ella, — y para su esposo, Diego Rivera —. Y fue Frida quien le pidió partir, así lo recordaba la cantante: “Me decía ‘no te puedo atar a mis muletas, ni a mi cama. Un día abrí la puerta y ya no volví”.
En los 80 el alcoholismo terminó con la carrera de Vargas y prácticamente con su vida, ya nadie la contrataba y vivía en el anonimato en un cuartito en Tepoztlán, a veces no tenía qué comer. En esa época conoció a Alicia Elena Pérez Duarte, quien se convirtió en su pareja por 12 años. Ella asegura que le puso un ultimátum: o dejaba el alcohol o no volvía a saber de ella, y ¡Chavela dejó de beber! Aunque Vargas decía que fue gracias a un grupo de Chamanes, que después la hicieron chaman a ella también. Chamanismo o amor, pero permaneció sobria veinte años más hasta su muerte.
Finalmente Vargas y Pérez se separaron por decisión de la última. “Con la misma intensidad que la señora amaba también odiaba. Un día llegamos a los golpes y yo decidí que ya no”, confesó la última novia de Chavela, en el documental.
El segundo aire de Chavela
Entrados los 90 Chavela retomó su carrera. Jesusa Rodríguez era dueña de un cabaret y la invitó a cantar de nuevo, con una sola condición: “no tomaría ni una gota de alcohol mientras estuviera en el escenario”.
Después Pedro Almodovar invitó a cantar un tema de su película Kika, y otro de La Flor de mi secreto. Y fue el director quien dio un segundo aire a su trayectoria. La ayudó a llenar teatros, algo que nunca había logrado hacer en México. Y sucedió lo inimaginable: llenó el Olympia de París.
Cuando regresó a México abarrotó Bellas Artes y el Auditorio Nacional en varias ocasiones. ¡Vaya segundo aire! De Almodóvar comentaba que era el marido que nunca tuvo. Y a Miguel Bosé le decía: “Si yo hubiera sido hombre tú hubieras sido mi mujer ideal. Hubiéramos sido la pareja perfecta”, confeso el español durante el documental.
Adiós señora
Fue en la Residencia de Estudiantes de Madrid donde Chavela ofreció su último show. Lo que más deseaba esa noche era morir sobre el escenario, pero no lo logró. Regresó a México para morir pocos días después, el 5 de agosto de 2012 en su amada casa de Tepoztlán. “Me encontraré a tú con tú con la muerte. No le tengo miedo; le tengo respeto. Señora aquí estoy, cuando usted quiera…”. Fue uno de los últimos escritos de Chavela.