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El Reggaetón no es malo

Por: TV Azteca 07 enero 2020 • 2 minutos de lectura

...los malos somos nosotros.

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Reggaetón
Ilustración: Miguel Franco

Y nos duele aceptarlo, pero siempre será más fácil culpar a una estúpida –y sensual– canción.

La amaba, pero tuve que materla. Tuve que ponerla tres metros bajo tierra, aún puedo escucharla llorar”. No, no es una canción de Ozuna, sino de Guns N’ Roses: Used to Love Her.

Es verdad, es muy fácil odiar al reggaetón y mantener el prejuicio sobre éste: fundó sus bases en la degradación femenina y en la exaltación de valores horrendos, como la violencia, el clasismo y la ignorancia. Son causa de náuseas sus ritmos y letras vulgares, aunado al éxito que ha tenido, tan inversamente proporcional a su calidad como manifestación artística.

Decimos que odiamos este género porque funciona como apología de la violencia y es refuerzo de arquetipos sumamente dañinos. Sin embargo, eso no es propio de este tipo de música, ni siquiera de la industria que lo produce. Lo que tanto odiamos vive cada día en series, películas y telenovelas desde hace décadas y la razón es, precisamente, que eso somos, eso hemos sido siempre. Las manifestaciones de nuestra cultura no son causa, sino consecuencia de nuestra esencia social. La música –y el reggaetón, específicamente– no es más que nuestro reflejo.

El contexto lo es todo cuando de comprender la realidad se trata y, si lo piensas así, es muy fácil entender por qué el blues suena triste –fue creado desde la esclavitud–, el rock es disruptivo –es himno de juventudes– y el grunge transmite sensaciones parecidas a la ansiedad –pobre generación X–. Piénsalo: vivimos en un mundo en el que las mujeres valen por cómo se ven y los hombres por cuánto poder tienen sobre otras personas; somos una sociedad que violenta a niños y niñas; una que, por lo menos en lo consumible, tiene como hilo conductual al sexo. Entonces, ¿por qué nos saca tanto de onda el reggaetón? Bingo: lo odiamos porque es más fácil culpar a un elemento externo que asumir nuestra complicidad en todo eso que hoy tachamos de inaceptable.

Este género se gestó entre clases bajas de distintos pueblos de Latinoamérica durante los años 90 y, para nuestra fortuna, a la par de los –muchos o pocos– avances sociales, ha conseguido trascender y convertirse en algo más que sus principales exponentes. Hoy hay reggaetón cantado por y para las mujeres, que defiende a grupos marginados socialmente, que se ha vuelto himno de revoluciones o, simplemente, apela a la diversión de una fiesta.

El problema no es el reggaetón: es el machismo, el clasismo, la discriminación y todo tipo de violencia sistematizada que, por estar arraigada en nuestro ADN cultural, se nos sale por todos lados, en todas las formas: en palabras, acordes, ritmos... en canciones.

Vamos sobradas de inspiración; en plena guerra, canciones de amor”. No, no son letras de Janis Joplin. Eso que acabas de leer es la canción Vamos sobradas, de Tremenda Jauría, y sí... es reggaetón.

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