En mayo, nuestro Personaje Central es Paulina Amozurrutia, una activista social que emociona con sus propuestas para empoderar a la mujer no solo por el simple hecho de hacerlo o como un discurso político, sino con el objetivo de caminar hacia un feminismo más humano y ayudar a las mujeres convertirse en seres humanos completos que puedan trascender sin importar lo que elijan hacer en la vida.
Paulina es directora general de Seamos Héroes y coordinadora nacional de Unión Mujer, dos asociaciones que aunque se enfocan en grupos distintos de la sociedad, tienen un fin similar: proveer valores y cambios integrales, esenciales para el mejoramiento del individuo y la sociedad.
Sin embargo, su papel como gran formadora y líder no se detiene ahí. También es ejemplo vivo de la familia moderna, en la que ambos padres comparten el trabajo y la educación de sus hijos, rompiendo así con algunos de los estereotipos con los que viven y aceptan casi de forma inconsciente miles de mujeres en México y el mundo.
Descubre enseguida más de lo que hace a Paulina una mujer exitosa, libre y ejemplar que ha dedicado su vida a encontrar el balance entre sus diversos papeles, sueños y deseos.
Mujer, profesional y feminista, en enfrentamiento constante contra los estereotipos
Paulina Gómez (PG): ¿Qué estudiaste, qué especialidad tienes y cómo te fuiste encaminando a lo que eres hoy?
Paulina Amozurrutia (PA): Yo estudié en teoría y en práctica, porque quería estudiar Comunicación, pero en mi casa no era una carrera bien vista. Siempre me gustó la educación, entonces estudié Pedagogía, y luego, un master en Asesoramiento Educativo Familiar.
Desde que comencé la carrera, trabajé en medios, siempre en televisión. Ahí vi las dos áreas, tanto la formación –pero la formación masiva, porque descubrí que en un aula, llegas muy corto– como el desarrollo, ya que cuando generas formación dentro de los medios, llegas a muchos más. Yo creo que todos los medios educan; además, encontré la liga entre una planeación didáctica y una escala de televisión, pues son casi iguales, excepto por la especificación de minutos y segundos.
También me fui encontrando… como esas personas que te caen mal y luego se vuelven tus mejores amigas, me fui encontrando con el feminismo, por ejemplo. Lo veía de lejos con un poco de molestia, pero luego entendí que debía entrar para poder acompañar y formar a las nuevas generaciones que necesitan ese tipo de cosas.
Las mujeres siempre nos pedimos perfección, y ese es el primer gran error. La humanidad está en caerse y volver a levantarse, es un proceso continuo. Considero que uno se tiene que permitir equilibrarse.
PG: ¿Qué fue lo que te hizo clic para ese nuevo punto?
PA: Me mandaron de trabajo al Commission of Status of Women (CSW), que es el encuentro de la mujer en la ONU. Honestamente, yo trato de hacer lo que sé hacer y no meterme en lo que no, entonces dije: “No me manden, es un gastazo”, pero me respondieron que debía ir.
Descubrí que en esas charlas de negociación siempre había polos opuestos y no se trataban los temas reales que yo veía que le preocupaban a la mujer en México.
Entonces regresé con la idea de hacer algo al respecto. Arantxa Escribano –que es mi parte internacional de la fundación– y yo pensamos en generar un movimiento en el que se pudiera hablar de las causas que realmente le afectan a la mujer y poder encontrar puntos en común, en vez de estas polarizaciones que hacen que no nos hagan caso, pues esos gritos tan fuertes pero tan poco unidos de las mujeres hacen que sigamos divididas.
Ahí fue donde empecé Unión Mujer, continuando con toda la parte de formación que llevo y que la verdad ha sido redescubrir un espacio que no existía y que nos ha sido muy complicado.
Creo que el punto de quiebre es cuando ves una necesidad que nadie más está tomando y cuando te haces consciente de algo, entiendes que lo debes trabajar, pues “consciencia es responsabilidad”.
Considero que en la fundación en la que estaba, vieron también esa necesidad y dijeron: “Vamos empujándola para que la vea”. Y ya empezamos a hacer equipo.
PG: ¿Cómo definirías lo que es “ser mujer”?
PA: Te voy a dar una definición muy compleja, pero yo creo que la explicación igual la diluye, la da a entender un poco mejor, y es que “la mujer es un constructo bio-psico-social dinámico”.
Mis hijos hasta se burlan cuando digo esta frase, pero creo que biológicamente somos mujeres, y es algo que se pelea mucho, pero que tendríamos que entender para poder reconciliarnos con nosotras mismas. O sea, neuronal, hormonal, genital y biológicamente somos mujeres; luego de ahí, hacemos una construcción.
Hay un autor pedagógico que dice que la persona es genes y cultura. Así que no podemos negar nuestros genes, pero luego la cultura nos crea. Tú podrías traer una burka, y aquí se vería mal, pero en otros lados, sería aceptada; es decir, ya después la construcción psicológica y social es lo que nos hace ser mujer, pero el movimiento que presido defiende que no nos alejemos de lo que nos hace mujeres, porque tenemos un potencial enorme que estamos dejando a un lado por querer hacer una tabula rasa –como diría Simone de Beauvoir– que no existe, o sea, nos separaríamos de todo lo que somos.
La familia y el equilibrio, fundamentales en su vida y la de cualquier mujer
PG: ¿Y en tu rol laboral, en empresas, por ser mamá después que mujer, te has enfrentado a algunos frenos o dificultades?
PA: Yo creo que hay que reeducar desde la familia. Para mí, fue complejo trabajar en esta corresponsabilidad y complementariedad con mi marido; los dos salimos, los dos entramos, los dos trabajamos, y para él, también fue complejo entender esos roles.
Estamos educados de otra manera, entonces el primer trabajo es entender que una mujer no se fortalece sola, porque se queda sola; se fortalece con la familia y la sociedad, haciendo trabajo en equipo, y eso se le tiene que enseñar a los niños.
Hoy, por ejemplo, les decía: “Mamá va a hacer una entrevista, ¿quisieran acompañarme?”. Y ellos me preguntaron: “¿De qué se va a tratar?”. Deben entender que yo estoy para ellos y ellos para mí.
Luego, ya cuando sales, creo que la peor lucha es con las mujeres mismas, porque no nos permitimos tener diferentes roles, los que quiera tener cada una de las mujeres, si te quieres casar, si no te quieres casar. Nos tiramos a nosotras mismas por lo que decidamos para validar lo que la otra decidió sin entender esa libertad.
Mi cuarta hija nació chica, así que yo iba con rebozo a todas las reuniones. La verdad es que los hombres me cobijaban mucho, pero las mujeres me criticaban hacia afuera y hacia adentro.
Las mujeres a veces nos ponemos las mismas trabas porque queremos seguir con estándares culturales que nos enseñó la sociedad, y desgraciadamente, nosotras mismas los defendemos.
También creo que ven tener estos dos roles como sinónimo de ineficiencia, cuando en realidad es un tema de organización y disciplina. Pagas un precio por hacer familia y empresa o cualquier otra cosa que quieras; para mí, ha sido un precio caro, pero que vale la pena pagar.
PG: ¿Crees que sin una mujer existe la palabra o el término “familia”?
PA: Creo que hay diferentes tipos de familia, y que todos son honorables y respetables, pero considero que la mujer ha perdido ese valor de saber hacer familia, no sola, sino en corresponsabilidad con el hombre, y entender que ella hace familia fuera y dentro de la familia.
O sea, en empresa también hace familia; es su naturaleza cobijar, educar, dar. El problema es que hemos dado tanto sin que haya reciprocidad que cualquiera se cansa.
Respondiendo la pregunta, creo que sí puede haber familia sin mujer, pero no puede haber mujer sin familia, entendiéndolo como familia extendida. Probablemente una mujer no quiera hacer familia, pero tiene una familia. No se puede ser poderosa sola, tiene que verse en sociedad, en conjunto, en compañía, porque si no, en el silencio de la noche, después del éxito, te hace falta ese amor incondicional que solo se da en la familia, entre esas personas que te aman incondicionalmente, las que tú decidas que son tu familia, pero a quienes necesitas.
Considero que uno de los graves errores del feminismo es dar fortaleza y poder a la mujer de manera egoísta, sin verla como parte de una comunidad. Ahí entran las redes de apoyo; una mujer las necesita para salir adelante, y a veces, en ese afán de avanzar, lo hemos hecho solas y nos quedamos muy solas.
PG: ¿Y ahí es cuando viene la polarización de tu pensamiento y el sentimiento de “al final, estoy sola, ¿dónde están las otras mujeres?” y cuestionarte si lo que hiciste está bien o mal, pues por terminar sola, a lo mejor te replantees hasta posturas positivas que tenías?
PA: Sí. En Unión Mujer decimos que la plenitud de la mujer está en el equilibrio de sus áreas familiar, social, laboral, trascendente y personal. Tienes que trabajar en esos equilibrios, no eres solo profesionista ni solo eres mamá. Hablamos, por ejemplo, el tema que cuesta mucho con algunas mujeres que son mamás, y les decimos: “¿Pero qué te gusta a ti?, ¿quién eres tú aparte de ser mamá para tu hijo? Porque necesitas ser algo, lo que tú quieras ser para los demás”.
Cuando te vas a un polo, es cuando truenas. Por eso este burnout de las mujeres. Muchas quieren hacer todo bien en todos lados, sin equilibrar ni entender que hay etapas de vida. Cuando estás desarrollando tu carrera o haciendo tu tesis, la parte familiar se va a un lado; cuando estás pariendo o en una situación personal compleja, no puedes con otras cosas. Creo que es un tema de equilibrios, y por empujar salir de casa, hemos hecho de lado muchas cosas que luego nos dejan en soledad.
PG: Platícanos un poco sobre tu capacidad de administrarte y el tema del equilibrio, ¿se puede ser todo?, ¿existe el equilibrio o es algo utópico?
PA: Las mujeres siempre nos pedimos perfección, y ese es el primer gran error. La humanidad está en caerse y volver a levantarse, es un proceso continuo. Considero que uno se tiene que permitir equilibrarse.
Podemos entenderlo con un ejemplo burdo, pero muy descriptivo. Es como atemperar el agua. No abres la llave y está equilibrada. Sale un poco caliente, luego un poco fría, después tibia, hasta que encuentras el punto ideal. A veces, te estás bañando y, de repente, sale un baldazo de agua fría y dices: “En la madre, ¿por qué se enfrió?”. La tienes que atemperar todo el tiempo.
Bajándolo a la realidad, no es fácil. Todas las noches me pregunto: “¿Lo estaré haciendo bien?”, y todas las mañanas, amanezco diciendo: “Sí se puede”.
Creo que también hay que ser muy conscientes de quienes tienes al lado, que tu felicidad y la de los demás depende de todos. Tenemos esta idea de “primero feliz tú, y luego los demás”, pero también es un tema de equilibrio. No puedes pensar en ese egoísmo de primero estar bien tú, también tienes que ver por los demás.
Toda virtud está en el punto medio. Esa es una regla pedagógica que uno debe pasar a la vida. En ese punto medio vas tratando de encontrar los momentos en los que a veces dices: “Ya no puedo más, necesito un tiempo sola”, y luego vuelves a empezar. Creo que la idea de la mujer es comenzar y recomenzar, y permitirnos esa humanidad, pues solo el que camina se cae, ¿no?
PG: Todas las mujeres tienen una concepción distinta de lo que significa el equilibrio, cada quien tiene un punto medio en un punto diferente de la gráfica, por decirlo así. ¿Qué piensas al respecto?
PA: Yo creo que esa libertad no nos la hemos permitido, que cada quien escoja su camino con ese respeto y esos equilibrios. Es decir, si quieres hacer familia, qué bueno; si no la quieres hacer y prefieres ser profesionista en su totalidad, también, pero tienen que ser decisiones conscientes con las posibles consecuencias e ir equilibrando.
Tan grave es molestar a una mujer por no querer hacer familia como molestarla por solo querer hacerla. Ahora, si esa va a ser su prioridad, de ahí tiene que equilibrar las otras áreas, porque no puedes poner todos los huevos en la misma canasta. Parte de entender que el equilibrio está en la libertad, es priorizar, equilibrar y liberarte de lo que los demás piensen.
PG: Para ti el equilibrio puede ser una cosa, mientras que para otra persona puede ser algo totalmente diferente, ¿o sí debe haber un equilibrio genérico?
PA: Es que priorizar no es anular. Tú haces una escala de valores, priorizas lo que es más importante y luego vas equilibrando lo demás.
El problema es que hoy vemos en la mujer una postura de “esto escogí y lo demás lo anulo”, entonces te quedas manca, te quedas coja, porque tienes que tener todo lo demás.
Creo que es porque hacemos pocos silencios. Desde jóvenes, vemos lo que la sociedad nos exige, en vez de pensar “qué quiero de mi vida”, y de ahí empezar a construir, priorizando y equilibrando; pero para esto debes hacer silencios.
Otro punto importante es el respeto. Yo no juzgo si tienes dos hijos o tienes 18, si te casas o no o por quién es tu pareja. Creo que hemos aprendido a voltear de lado, como una tolerancia mal entendida, en vez de escuchar para entender, respetando los caminos de cada uno.
PG: En tu postura de prioridades, de no abandonarte en lo profesional, en lo psicológico, en la salud, etcétera, ¿cómo educas a tus hijos para tener una espiritualidad sin que sea religión, o sea, un valor social para hacerlos conscientes de ciertas cosas a las que a lo mejor tú eres más sensible? ¿Y crees que cada uno tiene una naturaleza distinta, una vocación distinta?
PA: Tengo cuatro hijos y cuatro caminos totalmente diferentes. Cuando tienes muchos hijos, te das cuenta de que en realidad no vienes a educar, vienes a pulir detalles, porque ya vienen muy hechos.
Para mí hay tres puntos prioritarios en la educación. Primero, es trabajo duro: hagas lo que hagas, lo tienes que hacer bien hecho, en el proceso, no en el final; es decir, no veas el logro, sino cómo te vas conformando cuando lo trabajas. Segundo, la sensibilidad social, porque necesitan ver que lo que hagan debe trascender a más personas y que tienen que poner lo que ellos tienen al servicio de los demás. Y tercero, creo que deben educarse para pensar en la eternidad. Yo soy católica y así los educo, pero creo que ellos deben respetar las otras visiones y entender que si no haces silencios –o como los quieras llamar, oración, meditación o ver hacia dentro–, vives por lo que te sucede, en vez de decidir lo que quieres vivir. Creo que cuando ellos hacen esos silencios y piensan en que hay cosas más allá del interés o del placer inmediato, se vuelven humanos.
Para mí eso es importante y ha sido difícil. Educar con disciplina y normas estrictas, a veces es criticado, porque se espera que se dejen muy libres a los niños, pero yo pienso que traen una backpack vacía que tú tienes que ir llenando con disciplina, hábitos y valores, para que se la lleven. Lo peor que puedes hacer como mamá es cargarlas para que no sufran, porque se van a ir sin nada.
Entonces, en espiritualidad, los educo para pensar que a la vida no vienes a disfrutar, vienes a hacer feliz, y la felicidad solo se crea al trascender, más allá de ir al cielo. Si lo ves así, se trata de dejar algo que haga un mundo mucho mejor de lo que te lo encontraste.
PG: ¿El trato que tienes con tus hijos varones ha tenido que ser diferente al que tienes con las mujeres?
PA: Me he tenido que deconstruir un poco, porque yo nací en una casa en donde las mujeres le servíamos a los hombres, y cuando llegaban del antro, le decían a las mujeres: “Tú ponte a arreglar, tú vete a dormir”.
Para mí fue difícil reentenderlo, pero creo que los valores no tienen sexo. Tú los educas en disciplina, en esfuerzo y en arreglar la casa seas lo que seas. Ahora que lo pienso, creo que mi marido es el que me ha enseñado a no hacer diferencias.
Tengo una hija que sueña con ser política, a quien yo le compraba muñecas, pero ella las aventaba, mientras que la última tiene 18 muñecas con nombres diferentes. Veo en ellas cómo deben marcar su camino.
Creo que la educación en valores, en disciplina y en trascendencia va para todos, pero igual estoy muy chapada a la antigua, porque sí he educado un poco a los niños de manera que sean caballerosos, protectores y sensibles. Creo que por lo que he visto en la sociedad, trato de darles esto a los hombres e inculcarles los valores que necesitan para salir a un mundo de iguales con valores diferentes.
PG: Entendemos que sea así porque los hombres se van a enfrentar a un mundo que les inculca “no siento, no lloro, no valoro, no soy sensible”, ¿es así?
PA: Les tienes que dar valores diferentes para poder verse como iguales, porque el hombre y la mujer tienen un cerebro diferente y una concepción diferente de la vida, y les tienes que dar herramientas para que puedan encontrarse.
También para que ella entienda el trabajo, que es disciplinado y esforzado, se vea como un igual y sepa que puede tener valores más allá de la maternidad, sin dejarla a un lado si es lo que decide; y que él, como decía, tenga esa ternura y protección. Creo que esto último lo hemos visto políticamente incorrecto, pero es parte de la naturaleza masculina y abona a una sociedad más feliz.
La vida es box, y la familia es esa esquina donde te limpian la sangre, te cachetean y te dicen: ‘¡Go on!’
PG: ¿Cómo podemos alejarnos de todos estos estereotipos y estándares de perfección, algunos de los cuales se contraponen a sí mismos, que se nos exige cumplir a las mujeres e, incluso, nos exigimos nosotras mismas, y son muy comunes aquí en México?
PA: Porque estamos muy echadas hacia afuera, vuelvo al tema de “¿con quién estás quedando bien?”. Primero hay que considerar si estás quedando bien contigo misma y qué quieres. Si nos lo preguntáramos, muchas mujeres no lo tendríamos claro, así que tienes que hacer silencios, para ver cuál es tu objetivo y qué debes priorizar.
Luego, va la familia. Considera con quién estás quedando bien, ¿con tus hijos, si los tienes, con tu esposo o con tu carrera?
Cuando decides ser la que quieres ser, por consecuencia, se acercan las personas que van acorde contigo. El problema es que nunca lo pensamos, estamos como ahondándonos en una sociedad que nos pide mucho, y nosotros no ponemos un alto. Entiendo que suena fácil en teoría, pero cuando uno tiene claridad de lo que quiere, es mucho más fácil hacerlo.
Lamentablemente, las mujeres nos hemos educado para complacer, en vez de para pensar hacia dentro, y eso se vuelve un círculo vicioso en el que ya no te encontraste a ti y estás quedando bien con gente que de todos modos no te importaba.
Es un recomenzar día a día, que yo sigo. Todas las personas que pensamos tenemos crisis. Esta frase me la dio un buen amigo: “No pienses que ya meditaste, ya hiciste tierra y ya terminaste; mientras que vivas, te sigues construyendo”; esa es la construcción. Pero creo que tendría que verse en temas de hacer silencio, priorizar y ver con quién quieres quedar bien, que tendría que ser primero contigo misma.
PG: ¿Tus silencios son meditando?
PA: Mis silencios son cuasi imposibles porque soy muy hiperactiva y muy echada para afuera.
Primero nos tenemos que desconectar un poco, pensar antes de hablar y considerar qué queremos con cada una de las decisiones; y segundo, sí creo que debemos tener esto que le puedan llamar meditación u oración, esos silencios en los que escuchas más de lo que hablas, escuchas qué le está doliendo a tu cuerpo, qué pensamientos traes, por qué los estás teniendo y qué nombre les puedes dar y hacia dónde quieres ir.
Cuando te das 15 minutos diarios para ver lo que hay adentro, empiezas a tomar mejores decisiones, porque estás en paz contigo. Creo que ahí sí viene la frase “si estás bien contigo, estás bien con los demás”. El problema radica en que no hacemos las paces con nosotras mismas porque ni nos conocemos.
PG: Dime algo, ¿cómo te ve tu esposo?
PA: Considero que para él ha sido, junto conmigo, un proceso complejo de readaptarnos a una nueva realidad de trabajo en equipo.
Él fue el primero que me dijo que fuera cuando me mandaron una semana a Nueva York. Yo nunca me había ido tanto tiempo y él me dijo: “Aquí yo me encargo de todo”. Ya tenía a mis cuatro hijos, pero estaban mucho más chiquitos.
Creo que me casé con él porque me veía como igual, como alguien con quien podía trabajar en equipo, con la complejidad que eso refiere. Él empuja mis sueños y yo los de él casi diario; si no, vamos por una copa, lo discutimos y volvemos a empezar. Incluso, creo que él era un poco más feminista que yo antes de que todo esto empezara.
PG: ¿Cuál es tu perspectiva de cómo te ven tus hijos, con las diferencias que tienen los cuatro?
PA: Yo creo que toda mujer que trabaja tiene esta angustia de no estar haciéndolo bien con los hijos.
Una amiga psicóloga me dijo: “¿Crees que no lo estás haciendo bien? Ve y pregúntales”. Así que fui con cada uno y les pregunté: “¿Te parece bien si salgo, si…?”.
Como siempre he tratado de que piensen, que no son tamales de dulce, que están en un empaque pequeño, entendieron que yo también era una persona y que me tenían que apoyar.
Creo que me ven como una igual sin perder autoridad; admiran mis luchas, porque se las comparto mucho, y la pandemia ha hecho que las escuchen. El otro día, le dejaron a mi hijo hacer un trabajo de feminismo, y estaba emocionado sacando toda la información, porque me oye todo el tiempo.
Me he permitido verme vulnerable, y eso hace que ellos sientan que también se pueden equivocar. Además, admiran mi chamba, y eso hace que ellos quieran tener una lucha trascendente más allá de ser exitosos, que es diferente.
Aunque yo tenía mucho temor de que al trabajar, les iba a quitar espacio, lo que ellos han visto, sobre todo las mujeres, es que después de muchas caídas, pueden hacer muchas cosas. Y eso es la mejor herencia que les puedo dejar.
Después de comenzar este camino y de que vieran todas estas cosas, mi hija me decía: “No quiero fiesta de 15, llévame a la ONU”. Definitivamente creo que la mejor herencia es que vean que hay muchas cosas que pueden hacer.
Cuando me caigo o no puedo más, me dicen: “Nosotros te ayudamos, mamá”. Eso es un equipo, y creo que eso es lo que tendríamos que entender.
PG: Como tu hija, quien te dijo: “Ve y persigue tus sueños”.
PA: Justo durante un viaje, le pregunté: “¿No crees que viajo mucho?”. Ella me respondió: “No, ve y persigue tus sueños. Aquí estamos para apoyarte”. Como yo cuando va a una competencia de gimnasia, le digo: “Aquí estamos, vas con todo”.
Creo que ese es el amor incondicional de la familia que las mujeres no tenemos que dejar de lado, de esa familia que hayas decidido hacer, como la quieras hacer. Se trata de “yo estoy para ti, tú estás para mí”. La vida es box, y la familia es esa esquina donde te limpian la sangre, te cachetean y te dicen: “¡Go on!”.
Para mí, así es como ha sido la familia, con todos los tropiezos que eso conlleva. Me molesta esta visión perfecta de “lo hacemos todo maravilloso”. A veces, tú me perdonas, a veces, yo te perdono; lloro, lloras, salimos adelante y nos empujamos todos.
Tú decides qué es primero, el dolor de crear un hábito, de esforzarte, y luego el placer de llegar al éxito o quedarte exclusivamente con el placer, que te va a traer un dolor posterior.
La extraordinaria labor de sus fundaciones y su incidencia social y política
PG: Aparte de Unión Mujer, ¿estás en otra fundación?
PA: La primera fundación que creamos se llama Seamos Héroes, cuya intención es empujar a los jóvenes a ver el heroísmo más allá del éxito en el desarrollo de sus valores propios y en la mejora de la sociedad.
Tenemos programas en escuelas públicas y privadas, donde ayudamos a los chavos, ahora más con todo el tema socioemocional, a entender que los valores no son un tema religioso, sino un tema de vivencia social para el bien común y para ser feliz, pues de ahí, se van formando en autoestima, resiliencia, empatía y plan de vida.
Generamos todo esto para que los chavos se vean más allá de placeres momentáneos, que son los que los están dejando de lado. Nos ha costado mucho meter programas de valores en escuelas públicas, pero les explicamos que es el manual del usuario; es decir, si tú no ayudas al chavo a tener valores y consciencia socioemocional, y a autopercibirse en estos silencios, se los va a comer la sociedad.
Nos ha funcionado muy bien. Nosotros tocábamos puertas, y ahora, durante la pandemia, nos las abren, porque ven que educamos mucho en teoría, en las escuelas religiosas, en religiosidad, pero hay aquí un punto intermedio humano que no estamos tomando en cuenta y que está tronando a los chavos.
Lo disfrutamos un montón, y hemos visto cambios impresionantes. Sabemos de la necesidad de llenar de valor al joven que no lo está teniendo, ya que por eso, nuestra sociedad está como está.
PG: ¿Por qué “seamos”?
PA: Seamos Héroes. Y es importante porque no somos, pero seamos, vayamos trascendiendo en el heroísmo de dejar mi comodidad y transformar la sociedad que tengo alrededor.
Los chavos no están acostumbrados al trabajo duro; se van por lo fácil, y lo fácil, el placer, siempre está ligado al dolor.
Te voy a explicar esto: Tú decides qué es primero, el dolor de crear un hábito, de esforzarte, y luego el placer de llegar al éxito o quedarte exclusivamente con el placer, que te va a traer un dolor posterior.
He hecho ejercicios con los chavos de decir: “Dime un placer que no venga con un dolor o un dolor que no venga con un placer”. No lo pueden separar. Y ya cuando lo entienden, les funciona.
La vida es así, luces y sombras. Tú decides qué haces primero, el esfuerzo para llegar al placer, la alegría y el desarrollo o vivir exclusivamente el placer con los dolores consecuentes que te va a traer por no haber trabajado duro.
PG: Sí, claro, tiene que costar. ¿Y después o a la par de esto, fundas Unión Mujer?
PA: Ya existía Seamos Héroes, y en paralelo, colaboraba con varias fundaciones, donde trabajamos el desarrollo de valores en lo político, la educación y la comunicación. Justo en estas mismas me dicen: “Convendría que vayamos representando a la mujer al CSW”, y es cuando veo Unión Mujer.
Somos un equipo multidisciplinario de mujeres. Cuando yo empecé en esta asociación, nuestro presidente era Eduardo Verástegui. Yo le dije: “Tengo cuatro hijos, y son prioridad; no voy a estar en la oficina de 9 a 2 y de 4 a 8. Tú dime qué quieres que te dé y voy a llegar con los resultados”.
Hoy es muy lógico, porque ya hay home office, pero en ese momento, él me dijo: “¿Qué?”. Puje porque así fuera, y ahora, mis contrataciones subsecuentes son así; es decir, no tenemos oficina, todas trabajamos bajo proyecto. Si alguien tiene que ir con su hijo, que no me mienta diciendo que amaneció enferma; que me diga la verdad, y luego trabaja lo que deba trabajar.
En las dos fundaciones, trabajamos en paralelo, nos apoyamos, las que están en una con otra. La verdad es que somos puras mujeres, y todas agradecemos que nos permitamos hacer estas cosas. Creo que la pandemia nos ha enseñado que podemos ligar el trabajo de casa con el trabajo de oficina, y se puede hacer.
PG: ¿Cuántas mujeres hay en Unión Mujer?
PA: De base, somos siete, pero de voluntariado, tenemos aproximadamente, unas 60 u 80, en diferentes áreas.
PG: ¿Cuáles son esas áreas?
PA: Se divide en Educación, Política y Comunicación.
En Educación, generamos capacitación, formación en escuelas secundarias y preparatorias, para incidir en liderazgos universitarios. Creemos que hoy la lucha en las universidades es muy dura en temas de mujer, y nos gustaría ver movimientos más centrales. Entendemos la defensa de temas como la violencia y la igualdad de oportunidades, pero creemos que se han polarizado.
En Comunicación, generamos una base de voceras que pueden incidir en diferentes medios.
En Política, ahorita estamos con todo, porque ayudamos a capacitar tanto a candidatos como a funcionarios públicos, explicándoles que la narrativa no está polarizada, o que no debiese de estar.
Está muy bien que seamos voces por las que no tienen voz, pero luego hay que empezar a construir, cosa que es muy difícil con los políticos, pero alguien lo tiene que hacer.
Ponemos una foto de la marcha del 8M, en la que el 5% es celeste, 5% es verde y 90% es morado, y les explicamos que el electorado y las mujeres necesitan salirse de temas como el aborto y empezar a trabajar en educación, políticas públicas que permitan el equilibrio entre empresa y familia, atención real de salud para las mujeres, erradicación de la violencia, pero no sacando a la mujer, sino equilibrando a la familia. Lo peor que podemos hacer es creer que una mujer va a estar bien si la sacas de su seno familiar, cuando en realidad lo que ella necesita es este equilibrio. Además, en la práctica, la mujer mexicana necesita un feminismo mucho más aplicado a sus necesidades, y es ahí donde creemos.
El filósofo Antonio Gramsci decía que si quieres convertir una sociedad, tienes que generar esfuerzos en esas tres áreas: educación, política y comunicación.
PG: ¿Crees que los políticos, ahorita que estamos en época electoral, lo entienden, lo incluyen y le dan la importancia debida?
PA: Voy a ser muy políticamente incorrecta. Pareciera que la cuota de género está a nuestro favor, pero a veces está en nuestra contra, porque han sumado a muchas mujeres por llenar el hueco.
PG: ¿Cumplir la cuota?
PA: En un tema que es cuota en vez de una meritocracia, algo que yo defiendo, y me voy a oír muy patriarcal, es: denle el puesto al que sea mejor, sin importar el sexo.
Claro que entiendo que se han tenido que abrir esos espacios, pero creo que lo ven solo como un tema de voto, en vez de comprender esta corresponsabilidad con la mujer, justo porque no hemos unido nuestras voces. Denunciamos mucho, pero construimos poco en común.
En Unión Mujer, tenemos cuatro propuestas de política pública. Vamos con el candidato, le explicamos las necesidades reales de la mujer y luego le decimos: “Y si quieres generar política, aquí están; si quieres que las desarrollemos contigo, lo hacemos”. Ahí ya empiezas a construir.
Yo entiendo la voz de todas estas mujeres dolidas que denuncian, pero la denuncia solo será el primer paso, y los siguientes tienen que ser forzosamente en construcción. Las leyes generan cultura, y la política pública la baja a la realidad.
Está muy bien que seamos voces por las que no tienen voz, pero luego hay que empezar a construir, cosa que es muy difícil con los políticos, pero alguien lo tiene que hacer.
PG: Para concluir, ¿primero mujer y después mamá?
PA: Primero, ser humano, lo que seas, y luego los diferentes papeles que vayas a tomar.
De inicio, tienes que saber por qué estás aquí, cómo quieres trascender y cuáles son tus decisiones; después, harás equipo con un hombre o con quien quieras hacerlo, para juntos, llevar caminos paralelos para el desarrollo de ambos y de tus hijos, si es que los quieres tener.
Nadie puede ser algo para los otros si no es algo para sí mismo. Creo que las mujeres deberían pensar, si no se han casado, cuál es el plan de vida que quieren tener; y si ya formaron una familia, darse esos tiempos de silencio para ir reacomodando y poder hacer ese plan de vida.
Para poder ser y estar para los demás, primero tienes que ser tú. Además, eso forma mucho a los niños. Cuando solo te dedicas a ellos, es algo sumamente generoso, pero ellos también tienen que ver estos modelos para poder generar su propia vida y sus propias historias. Cuando ven a dos papás que trabajan, cada uno con sus luchas, que te apoyan en eso, se forman seres humanos autónomos, con historias propias, que las acompañan con las personas que deciden que sean su familia.
Gracias a Gaia Design ( https://www.gaiadesign.com.mx/ ) por su apoyo en la elaboración de este reportaje.