La idea de besar un sapo para encontrar al príncipe azul es una de las diferentes historias que los Hermanos Grimm nos legaron, su repercusión puede verse a través de la lengua y la cultura pop. Como pasa con muchos de sus cuentos, la trama que se ha popularizado es distinta al texto original, en específico, el mero hecho de besar a un sapo, y es que en su original, la princesa nunca besa al animal.
No obstante, besar a una rana o un sapo para encontrar el amor está presente en diferentes adaptaciones de la historia. Es fácil pensar en ejemplos como la película de 2009 de Disney, La princesa y el sapo, o en Shrek 2 cuando se revela que el padre de Fiona en realidad es un príncipe rana que hizo un trato con la Hada Madrina.

En el habla, es común que se hable en forma de metáfora para referirse al acto de encontrar a la pareja indicada; desde el famoso: hay muchos peces en el agua, hasta precisamente que hay que besar un par de sapos antes de encontrar el amor. Pero, ¿qué pasaría si alguien decide hacer de la metáfora una realidad?
De sapos y humanos
Obviando el simple hecho de que la transmutación no es real fuera de un plano paranormal o fantasioso, y que por tanto no es posible que una rana se convierta en un príncipe azul. Lo cierto es que sean sapos o ranas, muchas especies segregan toxinas –en específico llamadas bufotoxinas en el caso de los sapos– que pueden ser mortales para quienes intentan tocarlos o comérselos.
Sin embargo, le hemos encontrado ciertos usos benéficos a las bufotoxinas, por ejemplo, en la medicina tradicional china utilizan las toxinas del sapo de caña como un remedio diurético, como estimulante cardíaco y otras aplicaciones contra la sinusitis o el dolor de muelas, según se reporta en la BBC . En el estudio “Toad Poison and Drug Discovery” mencionan el aprovechamiento de ciertos componentes de estas toxinas entre ellas como antimicrobiano, anestésico local, anticancerígenos, antivirales, antiparasitarios, analgésicos, antiinflamatorios, entre otros, aunque puntualizan que descubrir nuevos fármacos a partir del veneno es un desafío pero su potencial terapéutico es digno de que sea estudiado.

El veneno de los sapos también ha sido utilizado de forma recreativa, siendo el ritual del sapo bufo el más difundido, pues el veneno del animal tiene efectos alucinógenos, consecuencia de la presencia de la molécula 5-MeO-DMT, en ese sentido, su uso ha sido de carácter ceremonial, sin embargo, conlleva riesgos, incluida la muerte.
No obstante, a pesar del potencial medicinal de estas toxinas, lo cierto es que la población de estos anfibios se ha reducido, por ejemplo, la rana dorada panameña es una de las especies que se encuentra actualmente en peligro crítico de extinción , según la IUCN, y actualmente sólo existe en cautiverio. Lo que la hace tan especial es que esta rana produce una toxina llamada zetekitoxina AB (entre muchos otros, por cierto) que las protege de los depredadores. Ahora bien, de desaparecer esta rana, entonces estaríamos perdiendo el potencial de usar esta toxina para un fin terapéutico.
Pero… ¿qué pasa si besas a un sapo (o rana)?
Para efectos prácticos, atrapar a uno de estos anfibios y besarlo no necesariamente implica que el ejemplar será tóxico, pero de serlo los riesgos pueden ser irritación, hinchazón y hasta la muerte misma dependiendo de la dosis.
Un riesgo más probable es que te enfermes de salmonella , y esto puede ocurrir incluso sin besar al animal, con simplemente tocarlo y no tener un lavado de manos adecuado antes de ingerir cualquier tipo de alimento.
Así que… entre que son peras o manzanas, quizás sea mejor idea no estar besando animales de ningún tipo, incluso aunque sea en busca del amor.
Suscríbete aquí a nuestro Newsletter para que estés al día con nuestros contenidos.