Los niños suelen ser mucho más sencillos y directos con respecto a todos los temas; somos los adultos los que nos complicamos la vida y enredamos con explicaciones fantásticas , poco creíbles y llenas de agujeros de información que los niños y jóvenes suelen llenar con fantasía.
Hasta hace muy poco, los niños eran excluidos de los rituales y despedidas que suelen hacerse cuando muere un ser querido. Se creía que eran muy pequeños para entender y que pronto se les pasaría. También había mucho miedo a traumarlos con el tema cuando el trauma no viene jamás por una explicación, sino por una vivencia límite que no es acompañada ni trabajada junto con un adulto responsable.
Existen tres reglas básicas para
hablarle a los niños acerca de la muerte
, que en realidad es hablar acerca de la vida y cómo funciona, ya que vida y muerte son un binomio inseparable. No existe una sin la otra.
- Siempre hablarles con la verdad
- La verdad a su nivel de edad y comprensión
- Siempre acompañarlos en su sentimiento en lugar de decirles cómo sentirse
La verdad es fundamental porque si el niño descubre que le has mentido u ocultado parte de la verdad, jamás volverá a confiar en ti. Ya no serás su principal fuente de información cuando quiera hacer preguntas y eso es sumamente peligroso.
Cercanía y confianza con los padres mantienen a un niño a salvo.
Lo que sucede es que, si la verdad resulta demasiado dura e insoportable para un adulto, no encuentra las palabras ni la ocasión de decírselo a un niño. Por eso recomiendo que se les notifique lo antes posible, antes de que empiecen a armar el rompecabezas mental con las piezas de información que recopilan de aquí y de allá. No importa si lloramos al decirles lo ocurrido, pero debe de ser un llanto controlado que le haga sentir al niño que, aunque estemos muy tristes, seguimos siendo su figura de apoyo y podemos con su dolor .
No le digas a un niño que no llore. Mejor dile que tú puedes con sus lágrimas.
El niño no necesita grandes explicaciones ni cátedra de lo que es el cáncer o una relatoría exacta y detallada de los hechos. Un pequeño requiere saber tres cosas:
Primero, que no fue su culpa (aunque para nosotros resulte obvio, eso a él le preocupa). Y es que hemos convertido a los hijos en seres muy egocéntricos, les decimos que papá estará feliz si sacan buenas notas. Qué mamá estará encantada si se terminan toda su comida, que los abuelos van a sentirse orgullosos si toca bien la flauta en el recital. De esa forma, el niño crece pensando que todos los estados de ánimo de los adultos están íntimamente relacionados con alguna conducta de ellos. Si ahora están todos tristes y llorando, ¿qué cosa tan terrible he hecho o dejado de hacer que los tiene así a todos?
Segundo, que van a estar bien. Es decir, que van a sobrevivir este momento y volverán a ser felices. Es importante que los adultos siempre seamos fuentes de esperanza para los niños y no todo lo contrario. Sabemos que tomará un tiempo, que muchos sentimientos tienen que acomodarse, pero es fundamental que el niño sepa que hay un adulto a cargo de la situación y que él no tiene que cargar en sus hombritos con mamá o papá.
Jamás le digan a un niño que ahora él es el hombre de la casa.
Tercero, que alguien va a seguir encargándose de sus necesidades. Los niños tienen preocupaciones prácticas de sobrevivencia: ¿Quién me llevará a la escuela ahora? ¿Quién va a darnos de comer? ¿Cómo pagaremos los gastos de la casa?
Los niños son niños y aunque las pérdidas los hacen madurar mucho, en la medida de lo posible hay que dejarles seguir siendo niños, que jueguen, estudien, socialicen sin pensar ahora en solucionar el mundo completo de los adultos.
Lo más importante al hablar con los niños no es tanto que decimos, sino cómo lo decimos. La certidumbre y confianza que perciban en nuestra voz. La intimidad del espacio donde lo hacemos para fomentar la expresión de sus sentimientos y la cercanía física y emocional que puedan sentir de nosotros.
No podemos quitarles su dolor, es parte de la vida, pero sí podemos acompañarlos en él.
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* Gaby Pérez Islas
Tanatóloga y autora bestseller bajo el sello Editorial Diana, que además ha destacado por dar conferencias en todo el mundo, enfocadas en la superación del duelo, el crecimiento personal y la sanación interna. Gaby también es anfitriona en el podcast Después de la Pérdida.
Conoce más de Gaby Pérez Islas en su @gabytanatologa .
Bibliografía recomendada
Pérez Islas, Gaby (2006). Cómo curar un corazón roto. México: Editorial Diana.
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