Carlos M. Pina , Universidad Complutense de Madrid
El monte Everest se está elevando a mayor velocidad que otras montañas del Himalaya . Pero el gigante de la Tierra no es un caso único. Tanto el Himalaya, como los Alpes o los Andes se elevan empujados por fuerzas geológicas implacables.
Las montañas crecen en altura por distintos mecanismos que, además, intervienen simultáneamente a lo largo de millones de años y a distintas velocidades. No sólo crecen –o han crecido en el pasado– de diversas maneras, sino también se desmoronan y, aunque parezca increíble, hasta flotan.
Hundirse o elevarse
Los continentes están literalmente flotando sobre el manto de la Tierra y, de forma similar a lo que sucede con los icebergs, pueden hundirse o elevarse más o menos dependiendo de su masa.
Ello se debe, por un lado, a que están hechos de materiales más ligeros (fundamentalmente granitos, gneises y rocas sedimentarias) que los del manto terrestre sobre los que descansan.
Por su parte, el manto de la Tierra, de composición similar a la del basalto, tiene un comportamiento plástico (puede deformarse sin fracturarse cuando se somete a esfuerzo) debido a las altas temperaturas y presiones a las que está sometido. Esto hace que los continentes floten de acuerdo con el principio de Arquímedes.
La península escandinava se eleva
Las distintas masas de la corteza terrestre flotan sobre el manto subyacente en un equilibrio que se conoce con el nombre de isostasia . Encontramos pruebas evidentes de esa isostasia en, por ejemplo, la península escandinava, donde se puede observar cómo los terrenos se han ido elevando con respecto al nivel del mar una vez que se fundió la pesada capa de hielo que las cubría durante la última glaciación.
Las mediciones geofísicas indican que, actualmente, la península escandinava se está elevando con respecto al nivel del mar a razón de aproximadamente un centímetro por año.
También se elevan a similares velocidades Siberia, América del Norte y La Patagonia, todas ellas zonas que estuvieron cubiertas por el hielo durante el último periodo glaciar, que acabó hace unos 11 000 años.
La erosión que levanta el Everest
El levantamiento o rebote isostático que se observa en ciertas zonas de la corteza terrestre no solamente tiene lugar donde se ha eliminado el peso del hielo glaciar. La erosión también produce una disminución de la masa de ciertas regiones y provoca un levantamiento significativo de algunas montañas.
Eso es precisamente lo que parece que está ocurriendo en el caso del Everest, el Lhotse y el Makalu, la primera, la cuarta y la quinta montañas más altas del planeta.
Érase una vez en Asia
Todo comenzó hace casi 90 000 años, cuando el río Arun, un afluente del Kosi, modificó su curso. Este evento geológico tuvo como consecuencia un gran aumento de la erosión alrededor del Everest y de las montañas cercanas a él.
Con el arrastre hacia el mar de los sedimentos generados por la erosión en la cuenca ampliada del río Kosi, la masa de la región del Himalaya, donde se encuentra el Everest, comenzó a disminuir más rápidamente que en otras partes de esa inmensa cordillera, que también están siendo erosionadas, pero en menor medida.
El resultado de todo esto es que el empuje isostático bajo el Everest y sus alrededores es, desde hace tiempo, mayor que en el resto del Himalaya. Por ello, el coloso de roca y sus vecinos se están elevando a mayor velocidad que otras montañas más alejadas de la cuenca del río Kosi.
En un reciente artículo , Xu Han y colaboradores presentan detalladas medidas topográficas y un modelo del funcionamiento de la cuenca del río Kosi que indican que la combinación de erosión y rebote isostático es en parte responsable del levantamiento del Everest. Sin embargo, hace casi un siglo que sabemos que las cordilleras como el Himalaya, los Alpes o los Andes no se elevan sólo por movimientos isostáticos, sino principalmente gracias a fuerzas mucho más poderosas.
Orogenias: cuando las placas tectónicas se encuentran
Se conoce con el nombre de orogenia –del griego antiguo óros (montaña) y genia (génesis o creación)– al conjunto de procesos geológicos que dan lugar a la formación de grandes cadenas montañosas. Una orogenia suele durar unos 100 millones de años y a lo largo de la historia de la Tierra se han producido varias orogenias en distintas épocas y lugares de la corteza terrestre.
La elevación de las montañas que tiene lugar durante una orogenia es una consecuencia de las colosales fuerzas laterales que se generan en las zonas de convergencia de las placas tectónicas en las que está dividida la corteza terrestre.
Las grandes placas tectónicas flotan isostáticamente sobre el manto terrestre y se desplazan lentamente sobre la superficie de nuestro planeta gracias a las corrientes de convección que mueven el material fundido en su interior. Cuando en su desplazamiento dos placas colisionan, se pueden dar fundamentalmente dos situaciones: que una de las placas sea más densa que la otra o que las dos tengan densidades semejantes.
El caso de América del Sur y los Andes
En el primer caso, la placa más densa subducirá por debajo de la más ligera en su camino de retorno al manto fundido. Esto es lo que sucede, por ejemplo, en la costa oeste de América del Sur. Allí la placa pacífica–compuesta esencialmente de pesado material basáltico– se hunde bajo el continente sudamericano al que, no obstante, somete a una presión enorme que se mantiene durante millones de años.
Simultáneamente, parte del material procedente de la fusión de la placa que se introduce bajo el continente americano asciende como magma hacia la superficie. El resultado de todo esto es la formación de una inmensa “arruga” de la corteza terrestre y una cadena de volcanes que se extienden a lo largo de varios miles de kilómetros: los Andes.
En el segundo caso, ninguna de las dos placas se puede introducir por debajo de la otra, pues las dos son igualmente ligeras. El Himalaya es el ejemplo más espectacular de esta situación.
En realidad, la formación de la cordillera del Himalaya es la consecuencia de un violento choque entre Asia y la India, que se separó de África hace unos 100 millones y se desplazó hacia el norte a una gran velocidad en términos geológicos. Hace unos 55 millones la placa india colisionó con el sur del continente asiático .
Desde ese momento, la corteza continental comenzó a engrosarse en aquella región y los sedimentos y rocas que se encontraban entre las dos placas en colisión fueron aplastados y plegados como si se encontraran entre dos gigantescos buldóceres. Así se elevó –y sigue todavía elevándose– el Everest, junto con toda la cordillera en la que se encuentra. Y de forma similar se formaron los Pirineos, el Atlas, los Alpes y muchas otras codilleras que se extienden desde Marruecos hasta el Pacífico y que tienen su origen en la colisión de placas tectónicas continentales durante la denominada Orogenia Alpina .
El enemigo de las montañas
A pesar de que, como ocurre en el caso del Everest, la erosión puede hacer que las montañas se eleven por el empuje isostático, lo cierto es que los procesos erosivos van poco a poco desmantelándolas. Ese desmantelamiento es generalmente lento, pero tras cientos de millones de años de erosión fluvial, eólica o marina, incluso las cordilleras más altas pueden reducirse a pequeñas colinas o ser arrasadas por completo.
Afortunadamente, los procesos de origen endógeno –como las orogenias o la formación de volcanes– son más poderosos y compensan constantemente la erosión.
Por eso, después de millones de años de evolución terrestre, podemos seguir viendo montañas que crecen a nuestro alrededor.
Carlos M. Pina
, Profesor de Cristalografía y Mineralogía,
Universidad Complutense de Madrid
Este artículo fue publicado originalmente en
The Conversation
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