La muerte es inminente, solitaria y dolorosa, no solo para el difunto; sino también para todas las personas, amigos y familias, que estuvieron presentes en la vida del difunto.
Para despedir a las personas, e iniciar la transición de la vida a la muerte, los humanos realizamos un gran número de ritos funerarios como la velación, misas, entierros, cremaciones y rezos. Incluso, también a las mascotas.
Pero en el siglo XIX, existió una práctica muy popular para despedir a los muertos: fotografía post mortem.
La fotografía post mortem
La fotografía post mortem surgió en el siglo XIX en Europa, justo después de la invención de la fotografía.
Este rito surgió después de las pinturas memento mori (recuerda que eres mortal) y consistía en fotografiar a una persona recién fallecida, para dejar un recuerdo o retrato conmemorativo de la persona.
Para realizar estas fotografías, la persona fallecida era maquillada, se colocaba al lado de sus familiares vivos, sentada o de pie, gracias al uso de soportes para su cabeza y cuerpo.
Estas imágenes se realizaban simulando que la persona estaba viva o dormida en la cama. En otros casos, se mostraba tal cual la muerte, ya que el difunto era fotografiado en el féretro.
La fotografía post mortem fue muy popular en Europa, tanto que llegó a América para rendirle un tributo a los muertos.
La fotografía post mortem en México
En México, la fotografía post mortem tardó un poco en llegar, ya que se adoptó hasta finales del siglo XIX y continuó hasta inicios del siglo XX.
En el país, la fotografía post mortem ayudaba a tener un recuerdo personal y familiar sobre la persona que falleció. Incluso, había todo un ritual de preparación en caso de que la muerte fuera de un adulto o de un niño.
En el caso de los niños y bebés, también conocidos como “angelitos”, los fotógrafos se encargaban de fotografiarlos antes del cortejo fúnebre.
De acuerdo con el texto La muerte niña, un ritual funerario olvidado escrito por Julia Santa Cruz Vargas y Erica Itzel Landa Juárez, el fotógrafo era el encargado de plasmar “el nacimiento del niño a una nueva vida”.
Según el texto, la fotografía post mortem se realizaba uno o dos días después del fallecimiento del pequeño, cuando el cuerpo tenía signos de deshidratación.
Por lo regular, consistía en un retrato de los “angelitos”, acompañados con sus padres o sus hermanos.
Para la fotografía, los cuerpos de los pequeños eran adornados con flores como azahares, azucenas o rosas blancas. Las flores se ponían alrededor del cuerpo o como una corona que adornaba su cabeza.
La cara del niño o bebé siempre debía ir hacia la lente del fotógrafo, sus pequeñas manos debían estar flexionadas hacia el tórax con los dedos entrelazados y los familiares, componente importante en la imagen, se unían al retrato mirando al niño o al fotógrafo.
Las imágenes solían tomarse en espacios de la casa como patios o una recámara.
Para algunas familias, esta fotografía era la única oportunidad de tener una imagen de toda la familia reunida.
Otro tipo de fotografía post mortem que se dio en México fue la realizada en estudio.
En Guanajuato, el fotógrafo Romualdo García realizaba retratos en estudio de niños, mujeres, hombres y ancianos fallecidos de todas las clases sociales.
Para realizar el retrato, los familiares y el difunto debían llegar arreglados al estudio para la fotografía del último adiós.
La fotografía se daba en diferentes escenarios y Romualdo García acomodaba al difunto para que apareciera con vida, incluso abría los ojos del fallecido, para tomar un gran retrato.
Aunque García fotografía a niños y adultos, su trabajo es reconocido por fotografíar la muerte de niños y bebés, los cuales los acomodaba simulando como si estuvieran dormidos, sobre el regazo de sus padres o hermanos.
Otro gran fotógrafo de “angelitos” fue Juan de Dios Machaín, originario de Guadalajara; quien fotografiaba a los pequeños difuntos sobre mesas o tablas repletas de flores.
Los angelitos, por lo general, lucían ropones blancos y simulaban estar dormidos.
La tradición de la fotografía post mortem finalizó en el siglo XX, pero sin duda los fotógrafos y familias nos dejaron un archivo donde se puede apreciar la belleza aún en la muerte.
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