La religión católica tiene una vasta historia que engloba dos milenios enteros, con prácticas muy antiguas que se han adaptado a cada época y una de estas es la elección del representante supremo de la Iglesia: el Papa. La figura del sumo pontífice ha sido clave en varios eventos históricos y esto incluye la edificación de la Capilla Sixtina, cuyos murales fueron pintados por el mismísimo Miguel Ángel Buonarroti.
La relación entre Miguel Ángel y la fe católica es muy estrecha, incluyendo el hecho de que el Papa Julio II fue mecenas del artista, quien comisionó los emblemáticos frescos de la capilla. La visión de Michelangelo fue relatar el libro del Génesis en las paredes y domos de la estructura, además de otros sucesos relatados en la Biblia, con obras reconocidas como La creación de Adán.
La creación de la Capilla Sixtina fue tumultuosa, por decir poco, pues Julio II tenía un carácter fuerte e impetuoso, que, sumado a la indecisión, especialmente en una de las comisiones clave de la estructura, el sepulcro papal. Este era un proyecto de alta ambición y estaba contemplado para ser el lugar de descanso de Julio II y sus sucesores, sin embargo, el constante cambio de opiniones del sumo pontífice hizo que esta sección nunca fuera realizada.

De cualquier modo, esta capilla ubicada en la Ciudad del Vaticano está muy relacionada con la muerte del papa en curso, pues es aquí donde se realiza el Cónclave para elegir al siguiente Santo Padre. Este procedimiento implica una serie de protocolos que se han ido renovando con el paso del tiempo y en la actualidad, este incluye un encierro total de los cardenales que cumplen con los requisitos para elegir al nuevo pontífice.
Tras la muerte del papa en turno, como ocurrió con Benedicto XVI, o la dimisión del Santo Padre, como ocurrió con Francisco I, comienzan los protocolos electorales para encontrar al candidato idóneo que se sentará en la silla gestatoria. Estos movimientos se realizan a puerta cerrada y los eclesiásticos no podrán abandonar el edificio hasta que se haya llegado a un veredicto definitivo, que culmina al obtener dos tercios del total de votos.
Este confinamiento se realiza para que no exista intervención externa que influya en las votaciones, a raíz de intereses políticos o personales. Un personaje de suma importancia en este procedimiento es el camarlengo, que en este caso es el cardenal Kevin Farrell, que administra los bienes de la Iglesia, además de ser la cabeza de la Cámara Apostólica, lo que quiere decir que tiene en sus manos las llaves del Vaticano.
El camarlengo será quien gestionará las labores administrativas mientras se elige al nuevo papa, aunque no contará con el título de sumo pontífice, además de sellar la habitación papal. Después de que esta cámara es cerrada, se destruye el Anillo del Pescador, que utiliza el papa en turno para sellar documentos, grabado con la imagen de San Pedro.

Dicho periodo de elección puede tomar entre 15 y 20 días, aunque esto se puede prolongar o acortar. El momento en el que todos los cardenales del mundo se enclaustran en la Capilla Sixtina se conoce como Pro Eligendo Pontifice. En este momento, los religiosos se deberán encomendar a Dios para que les dé sabiduría al momento de realizar su elección.
La palabra cónclave viene del latín cum clave, que significa “bajo llave”, hecho que se realiza estrictamente durante este procedimiento, además que estos se encuentran en total aislamiento, pues se les retira todo tipo de medios de comunicación con el exterior, como teléfonos celulares o la conexión a Internet. Así mismo, religiosos con otros cargos, como asistentes u otro tipo de sacerdotes, deberán permanecer fuera de las instalaciones de esta capilla.
Cabe destacar que no solo se realiza una votación, de hecho, esta tiene un total de cuatro fases: dos por la mañana y dos por la tarde y en el intermedio, los eclesiásticos pueden descansar y consumir alimentos, además de realizar sus labores religiosas, como rezos.
Los cardenales que elegirán al nuevo Papa deberán tener menos de 80 años, pero será el de edad más avanzada quien deberá presentar al nuevo representante de la fe católica y pronunciar las palabras “habemus papam”, cuyo título es “Cardenal Protodiácono”.

En caso de que la votación no resulte conclusa, se quemarán papeletas mezcladas con otras sustancias que dan como resultado un humo negro para notificar a los fieles que aún no se ha elegido al nuevo pontífice. En caso de llegar a un resultado positivo, se emitirá la reconocida fumata blanca.
Finalmente, el nuevo Papa aparecerá en el balcón central de la Basílica de San Pedro, con las vestimentas sagradas que lo acompañarán por el resto de su mandato.
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