Estrenadas en 1962, 1972 y 2002, las siguientes películas hicieron época tanto por su calidad artística como por la fidelidad con que trasladaron a un lenguaje visual la escritura de autores cuyas obras ganaron el favor del público, la crítica y la posteridad literaria. Hablamos de Matar un ruiseñor, El padrino y El pianista, todas ganadoras del Oscar por mejor guion adaptado y mejor protagonista.
Un detalle interesante es que las primeras dos comparten una curiosa casualidad, pues en ambas producciones, la participación directa de los autores en el desarrollo de las películas resultó indispensable para su reconocimiento fílmico. Además, Harper Lee y Mario Puzo guardaron una estrecha relación con sus protagonistas, al punto que Lee fue amiga íntima de Gregory Peck hasta el final de sus días, en tanto que Puzo le hizo a Marlon Brando una oferta que no pudo rechazar: lo invitó personalmente a interpretar a Vito Corleone.
Historias que marcaron desde las letras
Más allá de los reflectores, la importancia literaria de Matar un ruiseñor y El padrino radica en el impacto que tuvieron en la sociedad de su época.
El primero de estos libros –publicado en 1960– coincidió con el apogeo de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, encabezada por Martin Luther King. Al igual que Gandhi, el estandarte de este personaje contra el racismo y la desigualdad social fue la desobediencia civil no violenta.
Estas tres cintas nos sirven como ejemplo para considerar que la literatura y el cine, artes indisolublemente ligadas, comparten grandes historias en las que el valor de sus logros no se basa en la taquilla o la venta de libros, sino en el mensaje intrínseco que legan a este mundo y a quienes habitamos en este.
Es así que la historia de un afroamericano, acusado injustamente de cometer un crimen en un pueblo dominado por personas de raza blanca, da pie a un intenso alegato sobre la ley y una profunda reflexión sobre por qué nos debemos a la justicia sin importar el color de piel.
Debido a su mensaje de valor atemporal, al enterarse del fallecimiento de Lee en el 2016, el expresidente norteamericano Barack Obama le rindió un breve homenaje al referirse a su novela como un texto que “cambió a Estados Unidos para mejor”.
Por su parte, en palabras del propio Puzo, El padrino “es un comentario irónico de la sociedad norteamericana” al retratar el ascenso de un líder de la comunidad que logra su éxito a través de actividades ilícitas toleradas por las instituciones sociales, los servidores públicos y las figuras del mundo del espectáculo. Estos deberían ser los primeros en denunciar los crímenes provocados por un delincuente, en lugar de ser beneficiarios y copartícipes de la impunidad criminal, algo que todavía en nuestros días estamos muy lejos de erradicar del sistema social y político que tenemos.
Con una versión fílmica más contemporánea, El pianista del gueto de Varsovia trata sobre la historia real de Wladyslaw Szpilman, músico judío que fue perseguido, encarcelado, escondido y, posteriormente, liberado en el marco de los tristes acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial.
Cabe decir que el volumen es autoría de Jerzy Waldorff, amigo personal del protagonista, quien a poco de publicarlo –en 1946–, vivió una nueva persecución, ahora literaria, pues el libro fue retirado por el régimen comunista en territorio polaco. No sería sino hasta 1998, a instancias de los esfuerzos de Andrzej Szpilman –hijo del “pianista”–, que dichas memorias volverían a ver la luz, y con un éxito sin igual, gracias a la espléndida adaptación cinematográfica de Roman Polanski y la sobria actuación de Adrien Brody.
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