Por: Bianca Pescador/ Foto: Daniel Munguía
En parte por demostrarle a su papá que las mujeres podían triunfar en el mundo corporativo, Adriana Ximena Elizabeth Rodríguez-Luna García-Salas —el nombre completo de nuestra entrevistada— se preparó intensamente: estudió Comunicación en la Ibero, dos maestrías en el ITAM, Alta Dirección en el IPADE, un MBA en Georgetown, ha tomado un sin número de cursos, seminarios y talleres, y habla cinco idiomas.
“Empecé a trabajar a los 17 años en L’Oréal. Para cuando cumplí 27 era directora comercial de Lancôme”, cuenta Maxia, nombre que adoptó cuando cambió de profesión y que debe al apodo que le dio su hermana, quien por dislexia la llamaba Maxi en lugar de Xime. “Ya solamente le agregué una a”, agrega la terapeuta desde la sala de su casa, ubicada al sur de la ciudad, que también funge como consultorio.
¿ÉXITO = FELICIDAD?
Aunque confiesa que desde pequeña se dio cuenta de sus habilidades psíquicas, se dedicó de lleno a desarrollarse como en el ámbito empresarial. Al salir de L’Oréal fue directora regional de Nivea Beiersdorf, luego vicepresidenta de planeación estratégica para México y América Latina de Avon, y más tarde ocupó el mismo puesto pero en Publicis Consultants, el tercer grupo de comunicación más importante del mundo.
“Mi trabajo en Avon me exigía entre 16 y 18 horas diarias, tenía 750 personas a mi cargo, ganaba muy bien y me encantaba lo que hacía, pero tenía una hija que me necesitaba. Un 10 de mayo tuve un punto de quiebre en el cual tomé la decisión de cambiarme a Publicis, pero ya sea porque soy workaholic o perfeccionista, ¡o una mezcla de las dos!, acabé trabajando no 18, pero sí 12 horas al día”, platica la también psicóloga transpersonal y arquetípica, estudios que realizó en Inglaterra, en la Universidad de Cambridge.
DIFÍCIL PERO NO IMPOSIBLE
Al sentirse en desequilibrio, de un día a otro renunció a un mundo que conocía bien para adentrarse a otro completamente nuevo. “Fue difícil tomar la decisión, no sabía bien qué hacer ni a dónde ir, tuve que reinventarme por completo. Además soy madre soltera, estoy separada desde que mi hija tenía 2 años, así que soy mamá y papá. Entonces sí pasé un año muy complicado, pero no me arrepiento”, asegura. Y fue así como inició una nueva faceta como life coach.
“Lo primero que hice fue dar coaching en empresas pequeñas y medianas. Empecé a armar ‘trajes a la medida’ para la gente, diseñando planes de trabajo para que aprendieran a manejar sus emociones, a sentirse plenos y estar en su centro. Llevo ya siete años en esto y no cambiaría uno de mis días actuales por los anteriores, por las satisfacciones que me dan mis pacientes y por la convivencia que tengo actualmente con mi hija”, explica.
En cuanto a la pregunta del millón —“¿Cuándo es necesario ir a terapia?”—, Maxia contesta firme: “cuando no le encuentras sentido a tu vida. El síntoma más importante es cuando tú contigo no eres feliz, cuando necesitas llenarte de cosas, personas y situaciones para evadirte a ti mismo. Si no puedes estar solo, hay que buscar ayuda”.
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